jueves, 23 de diciembre de 2010

Comisuras


Este sábado elegimos el asador porque sirven cordero de Aranda, cordero pequeño, cordero castellano. Muy rico el corderito. A mí siempre me resulta indigesto. Asumiré las consecuencias. Acompañamos el cordero con un Ribera del Duero. Un Carmelo Rodero de 2007. No es de los más caros de la carta. Hay que cuidar el bolsillo porque no estamos en Aranda de Duero ni en Castilla, aquí los restaurantes y asadores no se andan con chiquitas. Los rejones son de cuidado.
Con mi amigo, mano a mano disfrutamos del corderito, del vino y nos despedimos de la ventera. Somos viejos clientes. No porque seamos asiduos, el presupuesto no nos lo permite, sino porque fuimos pioneros. Hace unos 12 años, recién inaugurado el local, fuimos a cenar un sábado, se alargó la sobremesa, quedamos sólo nosotros, la ventera nos invitó al último gin-tonic y nos fuimos. Cuando volvimos el viernes siguiente, la dueña nos narró el sucedido. Fue nada más salir nosotros que unos individuos atracaron el local a punta de navaja y recortada. Por eso siempre se acuerda de nosotros. Pero nosotros no les atracamos y la ventera lo sabe perfectamente; se percató de que, con tres gin-tonics, nuestras lenguas no hubieran logrado articular correctamente ni el “manos arriba esto es un atraco” ni ninguna otra fórmula intimidatoria. ‑Salisteis vosotros y entraron los asaltantes, estaban esperando a que salierais”, ‑nos contó.
En la calle era otra tarde helada de diciembre. El asador no está lejos de mi casa, así que invité a mi amigo a un digestivo de mi mueble bar. En eso estábamos cuando en el canal cultural de la televisión programaban un documental sobre la pintora gallega Maruja Mallo. La artista, en uno de sus speechs, defendía las caras maquilladas. Es algo que se sabe desde los egipcios: un rostro sin maquillar resulta plano, inexpresivo, sin perfilar, y Maruja va siempre bien perfilada, con sus párpados azul turquesa y sus labios dibujados en forma de pequeño corazón en el centro de la boca, que se remata en unas finas y largas líneas de comisuras.
Todo iba bien, preciosos cuadros, el Remy Martin añejo, y Paloma Chamorro entrevistaba en los ochenta a Maruja Mayo. Hasta que ocupó la pantalla Fernando Huici. Más que ocupar la invadió, la desbordó con su inmenso perímetro abdominal. Se desparramaba el crítico. La filmación es reciente, lo veo mayor, bastante mayor pero el deterioro físico, el lamentable aspecto no se debe a su edad. Yo soy un sapo común y mi hígado no está precisamente en plena forma, entiéndanme, tampoco puedo ser muy exigente con el aspecto físico del prójimo. Pero Fernano Huici y su perímetro abdominal me sobrecogieron. Hablaba pero yo no le seguía, sería el Carmelo Rodero, el Cognac Fine Champagne, no sé. Huici sonreía. Maruja era entrañable, muy especial, un terremoto de mujer, claro que la conoció ya con 80 años; pero qué vitalidad. Le perdonaba la vida Fernando y conforme desplegaba condescendencia crítica hacia la imprescindible pintora gallega, esa gran mujer de vanguardia, las comisuras de los labios de Huici se cargaban, unas motas a cada lado de la boca crecían, se hacían bolas de espuma y afloraba y circulaba una lava de saliva blanca entre las ideas del crítico Fernando Huici.
Apagué el televisor, espantado. Abrí una botella de Remirez de Ganuza reserva de 2004, el Rioja que atesoraba para compartir con la familia en Noche Buena. Tuvimos que llegar a la tercera copa para superar el mal trago. El mal trago que nos hizo pasar el crítico de la gallega.
Por la noche me esperaban en mi cama las pesadillas, porque a la indigestión que me produjo el cordero se sumaron las visiones espantosas. ¿Pero quien ha grabado el documental, enemigos de Huici, o enemigos de la Humanidad? ¡Cuánto desalmado anda suelto! ¿Qué hubiera costado detener la grabación para ofrecer un pañuelo al crítico? No pegué ojo, pasé una de mis peores noches a duermevela. Corderito de Aranda, Rivera de Duero, un Rioja, y sueños con las comisuras espumantes. Mi vesícula biliar no podía con tanto.
Hacia las 8 de la mañana conseguí levantarme a preparar una manzanilla, todavía era de noche en esta semana prenavideña. A las 8 y media se despertará la familia de arriba y empezaran los trajines de domingo, sus ruidos, sus taconeos y arrastre de sillas con lanzamiento de juguetes. Pero la fortuna se alió conmigo, y todos salieron de excursión a las 11 y no regresaron hasta las 8 de la tarde. Me dormí, la manzanilla hizo su efecto, me desperté a las 2 de la tarde sin molestias estomacales. Ni rastro de Fernando Huici. Comí un yogurt y no me dediqué a otra cosa que a ver la estúpida película de sobremesa, un telefilm de Antena 3, del que no recuerdo nada. Completé la tarde con la lectura de Houellebecq. Me atreví a empezar “La carte et le territoire”, uno de los volúmenes que había adquirido al librero impertinente de San Juan de Luz. Una novela sobre artistas. Empieza con una imagen de Jef Koons y Damian Hirst. El protagonista de la novela es un pintor realista. Está pintando un cuadro titulado Demian Hirst et Jeff Koons se partagen le marché de l'art”. Houellebecq escribe sobre el ranking de artistas, en este caso la clasificación es por ganancia económica. Hirst es el primero del mundo en cotización y ventas, ha relegado a Koons al segundo puesto. El protagonista de la novela ha llegado hasta el número 17 en Francia, lo que no está nada mal si conoces el mercado del país vecino, bastante más lucrativo que el español. Pero en el momento de la narración el pintor protagonista ya no aparece en el ranquing, su éxito comercial se ha difuminado. Una nochebuena rompe el cuadro que está pintando, clava una espátula en el ojo de Hirst, pisotea a Koons, vomita, se siente mejor, se deshace de la pintura y empieza la novela. La página siguiente se titula en números romanos como capítulo primero de la primera parte, es un Flash-Back. Houellebecq me entretiene. No parece totalmente ajeno al Arte. El protagonista acaba de salir de la École des Beaux Arts. Su padre, un arquitecto de prestigio, le paga un estudio en el XIIIe arrondissement parisino. Considera que su hijo debe buscarse la vida como artista. Salir de casa. Todos los artistas que él ha conocido y han vivido con el apoyo sus padres, que no han comerciado su arte puro, que no han buscado la supervivencia y el dinero con el trabajo artístico; todos los artistas puros que no son comerciales han pinchado. El acicate económico es imprescindible. Supervivencia y profesionalismo. El padre es un arquitecto de estaciones de descanso. No es un arquitecto artista, diseña estaciones de esquí, balnearios, complejos hoteleros en la costa. Es un profesional de la construcción y un avispado negociante.
Dejo la lectura a las 10 de la noche. Ya me sentía bastante bien. Los de arriba apagaron sus ruidos, acostaron a los niños agotados por un domingo fuera de casa. En la primera de TVE, empieza una película protagonizada por Catherine Zeta Jones. Reconozco la película como una versión americana de otra original alemana. En la alemana, la cocinera vivía en Hamburgo. Una película fría, coprotagonizada por la actriz y por la arquitectura de la ciudad nevada. La película es triste, emotiva. Una cocinera exigente, soltera y profesional adicta al trabajo debe ocuparse de su sobrina tras el fallecimiento de su hermana en un accidente automovilístico. La versión americana se desarrolla en Manhattan. La ciudad no es tan protagonista, todo el peso recae sobre Catherine Zeta Jones, lo que considero suficiente para no hacer zapping. No soy cinéfilo. La película americana más que emotiva es lacrimógena y se resume en la típica tensión amorosa entre Catherine Zeta Jones y su partenaire. En una escena romántica, el galán prepara un tiramisú para conquistar a la bella cocinera. Catherine lo prueba, se deja un poco de nata en la comisura, el partenaire le limpia ese lado de la boca.
Seres humanos. ¿Individuos de la misma especie? Comisuras. Catherine Zeta Jones, Fernando Huici, he visto vuestras comisuras manchadas de blanco en la pantalla de mi televisor, pero las comisuras blancas de Zeta Jones no alteraron mi patrón de sueño. Me acosté diez minutos antes de medianoche y dormí como un tronco hasta la diez de la mañana del lunes siguiente. Empezaba una semana completamente restablecido, cargado de energía.

martes, 14 de diciembre de 2010

Relámpagos


El pasado lunes estuve en Saint Jean de Luz. Por supuesto que no me compré la carísima Leica de Audrey Tautou; sin embargo, me apetecía adquirir libros en français y Saint Jean de Luz es el pueblo más cercano con varias libreries que conozco. Pero no volveré más a esta última librería porque me tocó un típico vendedor estirado e impertinente. Gajes del oficio y de algunos dependientes de la Francia. Me acordé de mis dificultades al pronunciar un café noisette, cuando me corregían o no me entendían durante mi lejana vida parisina. Me acerqué al mostrador y pregunté al dependiente por “L’infra-ordinaire” de Perec, pero no me entendía, levantaba la nariz y estiraba la papada. “L’infra-ordinaire”, or-di-naire et Infra, le digo, Infra-ordinaire, me siento ridículo, nada, no me entiende. Mira en el ordenador, Usted quiere La Vie, mode d’emploi”. No, ese es el más conocido, un tocho, yo busco “L’infraordinaire”. No, no existe pas, se debe titular diferente en francés y en español. Claro que se titula diferente, en español es “Lo infraordinario” y en francés “L’Infra-ordinaire”, es una palabra, mot, inventada, mire bien. No, no existe, ¡ah! “L’infraordinaire”, no, je n’en ai plus. Mierda de imbécil, reconoce que no lo conocías, no pasa nada, que no te hiera el orgullo librero que pidan otra literatura francesa que tú ignoras, no me fastidies. El tipo pronunció L’infraordinaire dándole un énfasis en el In, y subiendo más su narizota, hasta las nuages, porque yo no había logrado pronunciar el In del français, de (ean)fra-ordinaire, la falta de costumbre.
Un café noisete, s’ilvous plait. ¿Pardon? Un café noissette, sil vous plait… Ah, un café noisette, d’acord. ¡Qué recuerdos entrañables! Lo consiguieron. Ya nunca sabré si es une o un café noisette; ya me han liado para siempre, pero lo del infraordinaire está claro. El tipo ni lo tenía ni lo conocía. Me compré unos cuantos libros que no sé si terminaré jamás. He empezado el que se titula “Des éclairs”, el último de Jean Echenoz, que no está nada mal y escribe en un français bastante fácil para mí. Alguna vez aprenderé la diferencia entre éclair y foudre; en francés parece más clara que en español entre “relámpago” y “rayo”, he mirado en interné las explicaciones de un foro mexicano y se hacen un lío tremendo. Unos opinan que el fenómeno general es el rayo que se divide en un efecto luminoso, el relámpago, y un efecto sonoro, el trueno. Otros dividen el efecto luminoso entre los que llegan al suelo, los rayos, y los que se quedan en las nubes, los relámpagos. Al principio no me enteré bien, como con el noisette en francés, pero ya no tengo dudas, el éclair es el pastelito de crema y lo prefiero con un baño de moca. Las dependientas de las pastelerías francesas son simpáticas y pronuncian un francés dulcísimo. Es la ventaja del français: distingue entre foudre, para un rayo tormentoso, y rayon, para un rayo de luz; se deja la polisemia de éclair para denominar igualmente un relámpago y un pastelillo relleno. Tan sabrosos y ligeros como estos pastelillos me están resultando los relámpagos que describe Echenoz. Destellos ficcionados de la biografía del prodigioso ingeniero de electricidad y fantasmagoría Nikola Tesla.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Ya me he percatado



Ya me he percatado. La culpa la tienen por este orden: la inminente navidad, los empalagosos anuncios de colonias, el de Chanel Nº 5 y Audrey Tautou, alias Amélie, que lo protagoniza y saca fotos en el Bósforo con una Leica negra.

Comprador compulsivo

No puedo ir a comprar. Hoy es domingo. Odio el domingo, sólo venden periódicos y pasteles que engordan. Mañana lunes compraré un último modelo de máquina de fotos. Me haré una foto y saldré con papada. Por los pasteles del domingo.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Inevitable, inapelable, irreparable



Fue inevitable que al recordar mis ideales de adolescente la frase llamase a las puertas de mi cerebro. “Estos son mis principios, si no les gustan tengo otros”. Groucho Marx inapelable. Y personaje muy citado, más que Karl Marx y menos que Oscar Wilde. Entre los autores de frases célebres hay nombres de influencia tan desigual para la inteligencia como Einstein o Rabindranath Tagore. Este ha perdido hoy algo de vigencia pero se leía muchísimo en paredes y almanaques de bolsillo. Lo de Tagore venía acompañado por una agresión estética impresa en póster o calendario de cielo rojizo, horizonte a contraluz y cursivas en blanco que superponían el aforismo en la imagen. Espeluznante visión. Si, bajo el póster, en la misma habitación giraba Juan Salvador Gaviota en su disco de Neil Diamond, produciría un daño sensorial irreparable, peor que el de las "Lecturas para minutos" de Herman Hesse. Auténticas bombas de racimo. La vida se carga de peligros tanto en bibliotecas como en espacios bélicos.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Preservar mi identidad


No pretendía insultar a mis vecinos cuando escribí “puede suceder que tus vecinos sean ratas…” Mis desconsiderados vecinos no son ratas, son seres humanos y vecinos insoportables. Ojalá fuesen ratas, en la droguería encontraría eficaces soluciones a mi problema en forma de sobres raticidas. Pero no, la mejor solución ahora es mudarme. Por momentos pienso que otra solución es subir armado con una recortada y cargarme a toda la familia, pero haría ruido y mancharía; también yo pecaría de desconsiderado. No me imagino una escena tan dramática para llegar al mismo resultado: me mudaría, en este caso me mudarían, a la cárcel más cercana. Los gastos inmobiliarios no correrían a mi cargo, pero no se me permitiría elegir el nuevo apartamento ni a mis nuevos vecinos que podrían resultar tan desconsiderados como los actuales. Es lo malo de las licencias poéticas. De escribir algo impreciso. No es que no supiera qué quería contar, pero algo se me escapaba y me introduje en terreno pantanoso. Así que el único lector de mi blog (aparte a mí mismo) me comentó:
-He leído lo que dedicabas a tus vecinos.
Mi único lector es un amigo que ha soportado mis amargas quejas sobre mis vecinos. Pero no, le contesto que escribo este blog bajo ruidos de tacones, gritos, arrastre de sillas, caídas, rebotes y desparrame de juguetes, portazos, carreras en el pasillo y un incesante vibrar del forjado de mi techo que es el suelo de los de arriba, pero no, no escribía sobre ellos.
-Pues te ha traicionado el subconsciente -replica.
-Puede ser. Pero respondía a un columnista que analizaba encuestas europeas sobre ratas y novelistas.
Es difícil conservar la identidad, mantenerse fiel a los principios. En mi adolescencia quería ser anarquista. Si había que enfrentarse al poder, ya puestos contra todo el poder, anarquista ni más ni menos. Algunos blandengues eran comunistas o socialistas, medias tintas. Nunca voté. Ni para el delegado de clase en segundo de BUP. -¡La democracia es la dictadura de la mayoría, todos seremos delegados! -y enarbolaba mi bandera con la A blanca encerrada en su círculo blanco sobre fondo negro. Luego en mi juventud, en aras de un sentido práctico, empecé a ceder y a votar en blanco. Colaboré con los demócratas. Fui anarquista de pacotilla y caí en decadencia. Empezó mi declive libertario. Un voto es la grieta por donde se cuelan todas las concesiones democráticas. Ese fue mi error, ceder al sentido práctico. Cuántos anarquistas célebres terminaron su curriculum libertario afiliados a partidos conservadores si no directamente en grupos de fascistas, nacionalistas o racistas. Algo parecido debió suceder con Azorín y, a unos niveles más de chicha y nabo, con el mediático Sánchez Dragó. Algunos lo justifican como una evolución lógica de la edad. Yo creo que es más una escalera de concesiones. La vejez se acelera con las concesiones más que con la edad, la experiencia o la sabiduría. Concesiones de Juventud y flaquezas de vejez. El caso es que ya no soy tan ácrata porque he prestado mi voto en varias convocatorias de elecciones generales, autonómicas, forales y municipales. Es cierto que no he mantenido un voto fiel, y que he votado siempre a la contra, para fastidiar, ni siquiera a partidos que me cayeran en gracia, siempre al partido que mejor pudiera perjudicar a las encuestas, con tal criterio que incluso votaría a la derecha. Lo haría para joder eh, porque sigo siendo anarquista, pero con un sentido muy práctico que participa en los comicios en lugar de poner bombas y cargarme a toda esa pandilla de dirigentes y dictadores demócratas. Y mis vecinos se van a enterar cuando les queme la casa porque tengo alma anarquista. Se tendrán que largar con sus ruidos si no se ponen pantuflas en casa para molestar menos a los de abajo, si no aprenden a vivir en comunidad, los muy salvajes. Y así, poco a poco, un anarquista impaciente se hace de derechas sí señor, un ciudadano de bien y de orden. Si me tomo un vaso de leche con un par de Trankimacines 3 mg me quedo calmado y más tolerante. Aunque no puedo seguir fatigando el hígado con fármacos. Preferiría envenenar a mis vecinos antes que a mí.
No he conseguido mantener mis ideales de adolescente ni mi apellido de Impoético. Me dejé llevar, caí en licencias poéticas y confundí a mi único lector. Intentaré que no vuelva a ocurrirme aunque soy de voluntad débil, un sapo común. A mi único lector le explicaré que considero a las ratas habitantes europeas de pleno derecho, antiguas vecinas que han acompañando a seres humanos en barcos por el mundo para colonizar territorios extranjeros como corresponde a su naturaleza invasora y europea. No soy xenófobo, sólo un poquito cuando se trata de vecinos de arriba, con los demás soy muy tolerante. Yo quería sugerir lo mismo que el columnista citado, que los novelistas se multiplican como los roedores, no sé, quizás si me dejase de licencias poéticas lograría ser más asertivo y borraría los “quizás” que tanto aparecen por este blog.

sábado, 20 de noviembre de 2010

El 0,5% de la población europea es novelista

Un columnista contaba en mi periódico que en Europa uno de cada 200 habitantes escribe una novela en este momento. Lo señalaba de pasada entre otros datos menos denterosos, como el de que ningún habitante europeo puede estar más lejos que a 20 metros de una rata. ¡Vaya!, eso no me lo creo. En algún descampado castellano debe darse la casualidad de que no encontremos una rata en 20 metros a la redonda. La inevitable proximidad se da en ciudades europeas de pedigrí como Amsterdam, París o Barcelona. En mi ciudad también sucede, seguro. Aunque si vives en un edificio alto, no necesariamente. Si vives en un ático de un edificio de 11 pisos puede ocurrir que los 10 vecinos que viven debajo gasten raticida y por lo tanto vivas 11 pisos por encima de las ratas del sótano, a más de 20 metros alejado en altura. Por algo son exclusivos los áticos. Pero también puede suceder que tus vecinos sean ratas y que tú eres otra rata obligada a convivir con ciudadanos y ciudadanas europeos.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Sant Antoni y el ranking trascendental



En la inauguración de un amigo pintor me puse al corriente de los rankings. Hacía tiempo que no nos veíamos porque está muy ocupado en exposiciones internacionales y empezamos a bromear con los rankings. Mi amigo hablaba de las páginas webs que se ocupan de puntuar a los artistas por sus exposiciones, siguen la trayectoria y les numeran en un ranking. Él, que últimamente ha sido invitado a varias bienales internacionales, me contaba orgulloso que ya es el número tres mil y pico, no recuerdo bien, pero reímos y brindamos por ello, le felicité sinceramente y le mostré mi admiración porque no es un mérito baladí. En estos rankings internacionales el primer artista español suele encontrarse bastante alejado de los primeros puestos. Ahora me complace percibir que esta situación cambiará pronto radicalmente gracias a un ranking infinitamente más trascendente que todos los de interné y que será encabezado por un artista español o catalán.
El pasado domingo en el mismo periódico que informaba sobre el premio nacional de Artes plásticas a S. S. y las negociaciones con la Baronesa me enteré de los trámites para la canonización de Gaudí. Se trataba en una columna con motivo de la visita del Papa y de la “Bula de promulgación” como basílica a la Sagrada familia. Se marchó el Papa y casi ni me entero de que había llegado. Qué veloz. Sé que ha abierto la boquita y ha molestado al gobierno, a las mujeres trabajadoras, a gays y a lesbianas, “bueno, el Santo Padre ha molestado a mucha gente pero sin intención de crear polémica”, justificaba un portavoz con sotana en televisión. Y lo de Gaudí sin resolverse, que era lo que me interesaba. Artista y santo. Eso sí es un premio de categoría. Gaudí no será el primer artista canonizado. Fra Angélico lo ha sido primero. Esto deja al arte contemporáneo a la altura del barro. Sí, Porque hay artistas que mueven literalmente montañas, como Fracis Alÿs; muy bonito eso de que la fe mueve montañas, pero montaña montaña… El mismo Alÿs reconoce que era una duna de arena (por poner un ejemplo con términos que suenan cercanos a la fe cristina). Hay arte que puede ser asombroso pero milagroso de verdad ya es otro nivel. Fra Angélico es el patrón de los artistas por algo. Ha tenido que lograr auténticos milagros para superar las pruebas del tribunal canonizador. Es un pedazo de artista. Y ahora Gaudí. Aunque los milagros de Gaudí son curaciones que todavía no pasan el juicio del jurado canonizador. No le han debido de salir muy bien. Es que Gaudí al final era un poquito torpe. No sabía ni cruzar la calle, se despistó, fue a cruzar y un tranvía lo mandó al Paraíso. No son los únicos. Debe de haber más artistas santos o por lo menos mártires. Por ejemplo, entre el Papa anterior y este han canonizado a centenares de mártires de la guerra española, la mayoría curas, monjas, hermanos maristas y otros religiosos. Entre tanto hábito y sotana tendría que haber alguien que pintase, dibujase, fuese ceramista o se dedicase a la cocina. Seguramente las Carmelitas Descalzas hornearían unos roscos de anís y huesos de santo divinos, y desde la participación de Adrià en la Documenta de Kassel todos sabemos que los cocineros son artistas indiscutibles. Aunque serían artistas anónimos, sin ranking ni trayectoria. No conozco más artistas de renombre canonizados por su arte devoto. Es algo que puede perjudicar a la autoría artística. Decir que a Fra Agélico le salían los cuadros de milagro, o que Antoni Gaudí proyectaba edificios de milagro porque no sabía ni cruzar la calle y toda su arquitectura, sus diseños de forja o de cerámica, sus métodos ingeniosos no eran más que intercesión divina, cuestiona su autoría, sus aptitudes artísticas: jugaban con ventaja. Con milagros cualquiera. Porque ambos, Fra Angélico y Gaudí podían ser incapaces. Unos análisis de ADN podrían demostrar en el futuro que Fra Angélico, sin ir más lejos, era daltónico. Pero acrecienta su santidad. Modestia y humildad, nada de vanidad artística, que la mano derecha no sepa que hacía la izquierda. No hay pecados capitales. Todo era obra del sacrificio, de exprimir sus aptitudes. Paradigmas del “ora et labora”
Desconozco cómo marcha ahora el ranking de artistas santos. Los defensores de la canonización de Gaudí afirman que será el primer artista santo porque Fra Angelico sólo es beato. Algo que ayudará a sacar pecho a los nacionalistas españoles y catalanes. Espero que no se lo disputen hasta la canonización definitiva, no vayan a entorpecer el proceso. No sé, no sé… No me aguanto: permítanme escarbar, meter los dedos por ahí. Dicen que Gaudí era muy pero que muy catalán. Sobre todo en su juventud. ¿Se puede ser catalanista y santo? A algún bigote español le puede dar un colapso. El vaticano decidirá, como ya decidió que no se puede ser mártir y vasco cuando excluyó de su lista a los sacerdotes y religiosos de este bando nacionalista. He encontrado un precedente (de santo artista, no de catalanista): San Lázaro el Ikonógrafo, pero no he visto ninguno de sus iconos para apreciar sus habilidades. Lo cierto es que las artes visuales deben de ser más  laicas o pecadoras que otras porque entre poetas místicos ya hay unos cuantos que han llegado a  santo.  Si hoy cualquier tema sirve para un proyecto de investigación, ¿por qué no este? Yo no tengo ganas, lo dejo a estudiantes desocupados.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Por los noes

Vaya lío que tengo. Hoy he visto en el periódico una foto a la directora general de Bellas Artes, Ángeles Albert. Muy sonriente ella. Ayer reparé por primera vez en su persona: Ángeles Albert era quien declaraba que el Ministerio de Cultura no había recibido todavía la carta de Santiago Sierra renunciando al Premio Nacional de Artes Plásticas. No es por nada, bastante tengo con recordar dónde tengo la cabeza como para retener los nombres de los funcionarios públicos. Me parece que es Ángeles Albert, y no Àngels, no estoy seguro, que no se me enfade don Josep-Lluís Carod-Rovira, ya le digo que desde ayer he leído el nombre de la directora de las dos maneras y todavía no he encontrado tiempo para investigar como se llama realmente “aquí y en la China Popular”. Hoy la señora Albert comentaba la jugada de la Baronesa Thyssen y las negociaciones sobre la cesión o alquiler de sus cuadros. Ayer Santiago Sierra apelaba a su libertad y renunciaba a los 30.000 euros del premio. Doña Tita Cervera también dice que es una persona libre y no necesita el dinero que le ofrecen. Santiago Sierra envió su carta a la ministra, se encadenó a su libertad artística y dijo No, ¡No a la tala! ¡No a la tala! ¡No a la tala!, en el paseo de la Castellana
Muchos aplauden a Santiago Sierra y otros tantos le abuchean. Es que no se puede hacer nada sin que te critiquen, ni rechazar un premio. Cada vez entiendo menos. Es que soy un pringao, y, si pienso en mi última experiencia artística, con su decisión Santiago Sierra me lo restriega más por la cara. No está muy claro. Entre las infinitas opiniones del blog Contraindicaciones alguien sospecha que todo es una maniobra del grupo Democracia. ¡Esa sería buena! El arte de Democracia no me atrae mucho, demasiado carpetovetónico. Mucha bulla con sal gorda. El de Santiago Sierra sí. Aunque si la carta fuese de Democracia cambiaría mi opinión, eso sí que tendría fina mala leche.
De momento Ángeles Albert dice que es una situación inaudita y no sabe qué hacer con el premio, si pasárselo al siguiente o dejarlo para el año que viene; porque la postura de quien admita ahora el premio es algo embarazosa. El premio es una patata caliente que podrían ir soltando uno tras otro artista suplente tras artista suplente. ¡Imagínate si lo sueltan más de cien mil y me llega! Pues me lo pensaría, ¡qué demonios! Ya que soy un pringao, por un poco más: pringao y quemao. Pero no, creo que también lo soltaría, si puedo, porque igual soy el  último y no queda nadie detrás. Qué ingenuo. Lo más seguro es que el segundo o la segunda suplente lo aceptará de buen grado y se justificará con un buen discurso. Si algo tiene el arte español son argumentos.
Se me ocurre la más sencilla solución: dividir el premio. Que se reparta un euro a cada artista suplente hasta que se acabe. Si es necesario, que el jurado llame a una experta en listas como Rosa Olivares. Ella les ayudaría a redactar un listado de artistas ordenado del uno al treinta mil. Otra opción es armar una plataforma para el reparto democrático de un premio abandonado. Una plataforma interdisciplinar, transfronteriza y epistemológica si hace falta.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Como un globo de Shrek



No he podido atender esta impoética. He estado ocupado con mi vida anterior: una exposición de la pera en la mayor sala de un Centro de Arte Moderno y de provincias. La sala principal, un salón de unos novecientos metros cuadrados y con paredes de hasta ocho metros de alto. He podido incluso intervenir la arquitectura. Pedí cerrar algún vano entre columnas con Pladur y, como decían los responsables del centro, “romper la sala”. "Es que rompes la sala". Como si significase algo… Yo sólo quería cerrar la visión de una parte y crear un recorrido. Quedó bien la “rotura”. La sala parecía aún más grande. El centro cuenta ya con tres años de exposiciones y nadie había “roto la sala” todavía. No es ninguna genialidad, necesitaba esa barrera, porque el espacio es como un frontón de pelota vasca: abierto y muy desapacible. Siempre me he sentido destemplado en los frontones, su reverberación me produce hormigueo en la espalda y frío en los riñones. La sala no es un frontón real, no sirve para jugar a pelota. Las paredes son de cartón yeso, no macizas como las de los frontones, y no tienen la acústica de estos. Pero he “roto” bien la sala. Lo malo es que no es la sala lo único que se ha “roto” figurativamente hablando.  Me explicaré. Lo noté sentado en la rueda de prensa junto al director regional de cultura a la postre el responsable del Centro de Arte Contemporáneo. Me destrozó el orto, el individuo. Y no me gustó nada. No. No quiero herir identidades sexuales. Prefiero escribirlo así en argentino porque me suena menos hiriente. Si me equivoco, pido disculpas. Pero estoy jodido. Me la metieron bien doblada. No aburriré con los detalles. Me insuflaron aire indeseado por orificios imprevistos. Con su voz atiplada, el director regional de cultura leyó un discursito muy útil a sus superiores y al partido regionalista que le sustenta. Me enteré de lo bien que salió la expo y de lo pringado que sigo siendo. Otra vez en el lado que no quiero. Han montado una exposición en un espacio grande y difícil, la anuncian como de producción propia; propia de ellos que no mía. Se referían a su departamento de cultura. Y es cierto, ellos han pagado el Pladur, aunque todas las piezas de la exposición las pagué yo como pude con mis trabajos remunerados y buscando subvenciones por centros que sí producen exposiciones. En fin, que han cubierto el expediente por cuatro duros y han cumplido estupendamente ante la prensa que es lo que importaba. He alimentado esta idea de los
regionalistas: producir arte moderno es muy barato, se puede llenar una sala de novecientos metros cuadrados por cuatro euros; siempre encontrarás artistas locales dispuestos a colaborar gratis, o casi. Encima tienen razón. El centro está pelado de presupuesto. Yo he contribuido a que siga así o a que empeore su situación prestando un trabajo anterior como de producción actual, un trabajo cuyo coste (sólo material, no cuento ni tiempo, ni viajes, ni dudas, ni proyectos, ni materiales rechazados) multiplica por cinco lo que ellos se han gastado en su "producción propia", en pagar el Pladur, a la empresa que me ayudó a montar, la restauración de alguna pieza, el transporte etc. Es estrictamente cierto que han producido la exposición. Sólo la exposición. Y se puede seguir así, como hay crisis… El director general de cultura se marchó sin despedirse. Misión cumplida. Tendría prisa por llegar a otra rueda de prensa. En el Centro me trataron bien. Bastante hicieron, pudo ser peor. La exposición me gusta pero entonces ¿por qué me siento incomodo?
En la rueda de prensa recordé unas ranas de mi infancia. Cuando era niño veraneaba en un pueblo del sur de España. Mis amiguitos del pueblo siempre estaban dispuestos a ampliar mis pobres habilidades de niño de ciudad. Y me enseñaron a inflar ranas. Aprendí a introducirles una pajita por el ano y a soplar. La rana se hinchaba como un globo. Luego la echaba al agua y la ranita se esforzaba por sumergirse, intentaba huir pero no podía, era un flotador. Nos desternillabamos de risa. Lo peor era cuando salían las tripas por la boca, entonces las ranas no nadaban, sólo flotaban inertes en el agua sin ninguna gracia. Es una sabiduría universal que aparece reflejada, con otra técnica, en una escena de la primera película de Shrek. El ogro infla bichos y los convierte en globos de feria. Muy gracioso. La sala se ríe. Los guionistas de Shrek y mis amigos del pueblo no se conocen. No creo que se haya transmitido la información entre continentes. Los conocimientos universales surgen espontáneamente en apartados puntos del planeta. Los niños de pueblo estadounidenses y españoles saben inflar bichos por sabiduría infusa, congénita. Los directores generales de cultura, también.

domingo, 10 de octubre de 2010

¿Nunca he tenido la suerte de leer nada?

Sofía Mazagatos lo dijo: “pues le sigo hace tiempo, aunque nunca he tenido la suerte de leer nada de él”. Lo recordé al enterarme de lo del Nobel a Mario Vargas Llosa. La verdad es que llevaba tiempo pensando en estas palabras de Sofía Mazagatos porque a mí me sucedía algo parecido. Sólo parecido. Yo también le seguía hace tiempo pero sí he tenido la suerte de leer algo. Supongo que es una suerte, no lo sé porque no he leído ninguna novela suya. Nunca me había apetecido. Cada cosa tiene su momento y siempre se me ha colado un libro de otro. Para ser exactos, lo que últimamente me ha sucedido es que, más que yo seguir a Mario Vargas Llosa, era él quien me perseguía. No, no hace falta que un siquiatra me trate de paranoia persecutoria. Ya sé por la prensa que Vargas Llosa da clases en Princeton y vive en Nueva York o sea que no me sigue, esta demasiado ocupado, pero su omnipresencia ha hecho que me tope continuamente con él. Mario Vargas Llosa se me viene cruzando desde hace tiempo aunque no he encontrado la ocasión de hacerle caso. Y no puedo decir que no he leído nada de él. Sí, he tenido la suerte de leer algo. Por azar. Sin buscarlo se ha colado en las solapas de varios libros de escritores hispanoamericanos que he comprado. Por ejemplo, esta primavera se publicaron dos libros de autores peruanos, uno La palabra del mudo de Julio Ramón Ribeyro en Seix Barral y el otro La esposa del rey de las curvas de Bryce Echenique en Anagrama. En las solapas de ambos aparecen reseñas elogiosas de Vargas Llosa a sus compatriotas. Después enlacé este fervor peruano con Un mundo para Julius de Echenique y también aparecía el cumplidor Mario entrecomillado en la contraportada. En un documental sobre Bolaño, Mario Vargas Llosa y su sonrisa ocupan bastantes minutos. Ya me había minado, tendría que leer algo de este “otro peruano”. Las críticas literarias consideran a Bryce Echenique “el otro peruano”, el más joven que empezó a la sombra de Mario Vargas Llosa; de momento para mí “el otro peruano” es el ahora premio Nobel, el hispano-peruano ilustre que no he leído todavía.
Ya hace pocos años, cuando me interesaba por la figura de Le Corbusier me encontré a un joven periodista Vargas Llosa, corresponsal de la revista Primera Plana en París que entrevistaba a Niemeyer en un hotel. Sonó el teléfono. Niemeyer descuelga, balbucea y palidece. Cuelga. Ha muerto Le Corbusier, dice. Queda en silencio. Enmudece todavía más, porque no es muy ducho en palabras según Vargas Llosa que lo describe increíblemente torpe con las lenguas para ser un brillante arquitecto internacional; con las lenguas de Mario Vargas Llosa, se entiende, porque el entonces también joven arquitecto brasileño no habla español, el francés a duras penas, y nada de inglés, sólo portugués y así no hay manera de entenderse, ni de hilar una buena entrevista, vamos. La entrevista se interrumpe con la noticia pero el periodista encuentra su filón, sale del apuro con una estupenda crónica sobre la muerte de Le Corbusier. Esta crónica en Primera Plana que me impide afirmar rotundamente que no he leído nada del flamante Premio Nobel. http://www.magicasruinas.com.ar/revistero/internacional/internacional-la-muerte-arquitecto-lecorbusier.htm
Se burlaron de Sofía Mazagatos unos listos apresurados. Puede ocurrir que sigas a un escritor y no tengas la suerte de haberle leído, ¿porqué no? He buscado el contexto de las palabras de Sofía y me he encontrado con este blog donde opinan algo parecido. http://www.wikio.es/gente/modelos/sofia_mazagatos
Mucha gente tiene la misma suerte. Por eso la lotería toca tan poco. No hay que ser tan listo, ya vemos como en estos días se está siguiendo a Mario Vargas Llosa y por suerte o falta de ella hay quien tampoco le ha leído nada. Ahora se puede empezar a tener la suerte de leer un nuevo premio Nobel en lengua castellana sin esperar a las traducciones de toda su obra. ¿Y qué pasa? Tal como se las gasta la academia sueca seguramente casi nadie tendrá la suerte de haber leído nada del premio Nobel del año que viene.

jueves, 7 de octubre de 2010

La próxima Bienal

Público en la Bienal de Venecia de 2007

¡Mecachis! Tampoco esta vez me seleccionan para representar a España en la Bienal de Venecia. Me han llegado los mails de 3wart y exitmail con información sobre la participación española en la próxima edición de la Bienal de Venecia ¡y no aparezco, leñe! Me pica la envidia. La envidia de artista que me ha invadido durante años y ha aflorado por los poros de mi piel hasta convertirla en la piel venenosa de un sapo que acecha moscas desde la orilla. Apenas voy por mi estudio, prefiero atrapar moscas, pegarme atracones de moscas. Mmm que ricas las moscas, y qué variedad de tipos y sabores, en otro momento me extenderé con las propiedades organolépticas de este abundante manjar. Ahora me tengo que arrascar. Calmar el breve arrebato porque es cierto, reconozco que hace tiempo que no merezco representar a España ni en la Bienal de Venecia ni en ninguna otra. Nunca lo merecí, pero lo soñé. Qué lástima, me hubiera gustado que me subvencionasen el viaje, el alojamiento y la entrada para la inauguración. Viaje, hotel y alojamiento resultan caros en Venecia. Y no digamos la entrada al recinto de la Bienal. Pero intentaré ir de todos modos. Volveré a Italia estas vacaciones. Abandonaré mi orilla en este río de capital de provincias para llegar hasta los Giardini de Venecia, otra vez pagaré la entrada y visitaré el pabellón de España, el primero a la izquierda desde la puerta de acceso, para ver qué ha montado Dora García, la artista distinguida con el orgullo y la responsabilidad de representar a España en la presente edición de la Bienal de Venecia que no tiene nada que ver con el festival de Eurovisión, pero casi los confundo por seguir con la carrerilla, con eso de representar a España en la presente edición… ¡Qué el sapo envidioso!, así ninguna comisaria de exposiciones, ni suiza ni sueca, me convertirá en su príncipe del arte con un beso. En príncipe o embajador del arte español, cualquier cargo serviría para abandonar definitivamente esta orilla provinciana. Pero en el improbable caso de que se topase conmigo, nunca me besaría, con tanto veneno se arriesgaría a una gravísima afección de urticaria y las comisarias no arriesgan tanto.
Dora García no vive en la orilla sino en la pomada. No la sigo mucho, la verdad, más que nada porque no expone cerca de mi orilla. Conozco su Lucy de los 90, la he visto en un museo al lado de una de mis piezas de la misma época. Recrea en poliéster a la famosa australopiteca de Etiopía, de pié con aspecto muy femenino y humano. Dora García también parece humana. Desde su Lucy ha evolucionado mucho, no tanto como yo que me he metamorfoseado en batracio, pero se adaptó bien a los nuevos movimientos del arte. Pasó por Rijksakademie de Ámsterdam, esa fuente que emana artistas relacionales a borbotones, y vive o ha vivido en Bélgica, se ha mantenido a prudente distancia del ponzoñoso ambiente español, no se ha frotado contra pellejos tan venenosos como el mío y no se ha metamorfoseado, sólo ha evolucionado artísticamente. Bien por ella. He curioseado por interné y en revistas, he visto un trabajo que se cuenta bien, se entiende. No lo he visto en directo. Pero eso de que se cuente fácil me mosquea un poco. Lo que no es malo, todo lo contario, desde que soy sapo experimento los mosqueos de forma positiva, ahora son una llamada a la meditación, un elevado estado más allá de la reflexión. Para un sapo un mosqueo es muy apetitoso.
Un proyecto que se cuenta, una película que se cuenta, ya no apetece verlos. Lo mejor del arte plástico no se puede contar, no es tan literario, pero si no lo he visto no puedo terminar de valorarlo, sapo celoso. Además está por ver si el arte en Internet es arte plástico, para los expertos esta dentro de lo que llaman artes visuales. El arte en la red es arte visual y relacional, arte a diestro y siniestro para toda la peña. Lo veré el próximo verano o mejor el próximo otoño, como en las últimas bienales prefiero ir en otoño, en temporada media, más barata y con menos gente aunque Venecia siempre está atestada de turistas. Por esas fechas avanzadas de la exposición las piezas están algo desmejoradas. Porque el arte muy moderno enseguida enmohece, no aguanta ni los cuatro meses de una Bienal de Venecia, problemas de conservación aparte. Cuando llegue espero que la instalación que nos describe la comisaria funcione. Supongo que el presupuesto español en crisis llegará para esto, qué menos. Habrá mantenimiento de las herramientas multimedia, no hay problema. Si hace falta me entretendré un rato interrelacinándome por interné, pero no demasiado, porque me gustaría visitar el resto de pabellones y la entrada sólo sirve para una vez. He notado que Dora García ya ha trabajado en intervenciones en las que no hay que entretenerse mucho, confío en que esta vez también será comprensiva con los visitantes rasos, los que no tenemos pase de prensa o cualquier otro especial y recorremos de una vez las instalaciones. Lo pillamos todo a la primera. Por eso no entendemos ni la mitad. Y no todo sale en los catálogos. Los catálogos se preparan con antelación, muchas piezas ni aparecen ni se explican. Hace algunas bienales los compraba, ahora ya no. Me engaño con la promesa de adquirirlos a la vuelta en alguna librería española especializada y luego me olvido. Pero es que el paquete de catálogos (hace años que el catálogo se divide en varios volúmenes) pesa un quintal y me obliga a regresar al hotel o a cargarlo por Venecia el resto de la jornada. La Bienal se cierra a las seis de la tarde y queda tiempo para descansar en una terraza próxima a los Giardini, tomar un Spritz o un Bardolino y continuar, ir de compras, pasear, cenar… Los catálogos suponen un lastre incomodísimo. El entendimiento contemporáneo requiere sacrificio, pero estos catálogos no guardan demasiado entendimiento y no justifican el esfuerzo. Un artista no los necesitaba tanto como un crítico o un historiador y aún así yo me los llevaba, ahora no, ahora soy un batracio gourmet, un degustador de dípteros que elude el género pesado.

jueves, 30 de septiembre de 2010

En bicicleta

D. Hamilton, "Sanit-Tropez 1973"

¿Rin-rin?, ¡vaya mierda de timbre! un rin-rin sordo. Yo miro mi camino. Pero no el camino así en general, no mi destino. Lo que miro es la superficie de un asfalto flojo para peatones. El camino no tiene interés. Lo conozco. Es un sendero peatonal, cuesta arriba y empinado. Comunica mi barrio con el centro de la ciudad y sube en medio de un jardín con árboles limitado por una carretera de tres carriles, dos para subir y uno para bajar, por la que no circulan demasiados coches. En horas punta sí. Se crean embotellamientos a las ocho menos cinco de la mañana y luego a las tres menos cinco de la tarde. Pero ahora no, ahora apenas pasan coches. Al rin sordo le sigue como un restregar de suelas contra la gravilla. ¿Raspar de suelas? Pero los zapatos no llevan timbre… Derrapar, la palabra es derrapar. Alguien se la va a pegar. Alzo la vista. La cesta y la rueda delantera de una bicicleta de señora vienen hacia mí y la señora detrás que encoge el cuello, levanta los codos, se agarra al manillar con la espalda erguida prolongando su columna vertebral con la barra del sillín. Parece que la han clavado en la bici de golpe, que la han empalado en ese momento. ¿Por eso toca el timbre? ¿Por eso lleva la cara descompuesta, con la boca torcida, la barbilla apretada contra el pecho y estira la quijada hacia atrás? Me apunta con la rueda, me aparto a un lado. La rueda me sigue y me echo al otro, hace un quiebro, me sigue apuntando, me da igual, derrapa, esta tía se mata antes de alcanzarme. Tengo que saltar, me lanzo fuera del camino, la rueda intenta seguirme pero la señora mantiene la bici en la superficie asfaltada y pasa gruñéndome a un metro de distancia. Por fin suelta el freno y baja libremente por la empinada pendiente. Detrás viene sonriendo un hombre calvo en Bicicleta Todo Terreno B.T.T. ve-te-a-tomar..., a toda pastilla. Lamentable ausencia de melena. Te quedaría bien al viento, así como vas de contento, volcado sobre el manillar con cara de velocidad. Y tu mujer casi se mata, la tía. Por mi culpa, por mirar al suelo. Yo subía despacio. Ella bajaba a toda caña. Ha derrapado, me podía haber incrustado toda su bicicleta femenina, primero la cesta y después todo lo que venía detrás. Menuda hostia. Una bicicleta rosa, con faro, ruedas grandes, guardabarros cromados, con cesta metálica delantera y parrilla trasera. Una bici retro, nada de aluminio ni aleaciones ligeras, de acero bien pesado como las de antes, las de las pelis jipis de los 70. Un ángel de la guarda me ha salvado. ¿Que pinta tienen los ángeles? Me acuerdo de Bilitis y el musgón David Hamilton. Sus niñas, ángeles desenfocados con filtro sott focus “hamiltoniano” se han hecho mayores y una se ha convertido en esta señora, una bilitis tañuda, que ha pasado a mi lado con su bici retro para decirme algo, gruñirme, mandarme al otro barrio, o por lo menos a sacarme del camino. ¿O al ángel era el calvo?, ¿por eso me sonreía entonces? ¡Ponte pelo, anda! Haz como Nicolas Cage que estaba medio calvo cuando hizo de ángel en una lastimosa película titulada City of Angels, y después se puso microinjertos capilares y se estiró la cara con un lifting hasta que le quedo así, como de señora mayor, algo rara para un galán de Hollywood. La vida va deprisa, derrapando cuesta abajo en bicicleta, .

lunes, 27 de septiembre de 2010

La utilidad del bodoque


Las meninas
 
Hay tontos en la vida y en el arte. Tontos entre artistas que venden su obra, ganaron concursos, exponen, son cotizados y han adquirido un círculo de respeto. También hay tontos entre comisarios, curadores, organizadores, directores de cultura, de museos, de fundaciones, historiadores, críticos y todos los que se denominan entre sí profesionales del arte porque se ganan la vida con el arte a diferencia de la mayoría de los artistas en este país que no se ganan la vida como artistas y que por lo tanto son simples aficionados. En fin que hay idiotas profesionales y mendrugos aficionados.
Pero está muy feo, y es políticamente incorrecto, generalizar. Analicemos, ¿quién decide quien es bobo? Muy sencillo: los listos. Porque también hay listos, bastantes listos en el arte, listos profesionales y aficionados.
Ocurre que los listos llaman tontos a los sinsustancia por distintas razones y en situaciones diversas. Los artistas se reúnen de manera aficionada, en el bar, en una comida, en cualquier reunión informal, después de la exposición de un cenutrio o en un encuentro casual en la calle, y destripan a tal artista, más malo que el sebo y además un ciruelo porque mira que es mameluco, no hay más que ver su cara en la última página del catálogo, menuda foto al lado del curriculum. Los profesionales del arte, por su parte, se reúnen muy profesionalmente, en sesiones de jurados en las que van calificando de ceporro o de listo, mientras analizan dosieres para becas o se pasean entre las piezas almacenadas de una bienal o concurso internacional para ecuánimemente premiar con su atención tanto a memos como a listos, porque siguen la creencia general de que para ser un artista importante no hace falta ser muy inteligente como corroboraron todos los listos que un su día hablaron con Miró. Y no hace falta decir que artistas y profesionales de arte se juntan habitualmente para despotricar contra zoquetes de ambos gremios, obvio. “Quand on est con, on est con”, cantaba George Brassens. Cuando se es tonto se es tonto, o gilipollas en español, y mejor en argentino, “cuando se es boludo se es boludo”. No es cuestión de edad, apuntaba Brassens, ni de profesionalidad añadiríamos.
Ser listo o estúpido es irrelevante en el arte; lo importante es ser útil, y entre los útiles, nos tememos que hay más tontos que listos (esto es sólo una intuición, un destello de inteligencia o de estupidez). Porque hay mamacallos muy útiles que cumplen con ingenuidad las exigencias de los galeristas, de las aulas de cultura, de las instituciones, de todos los mecenas del arte. Cumplen con los plazos y cubren expedientes. Sí, sí, pero de manera ramplona y mediocre, opinan los listos. Porque los listos son problemáticos e inútiles, muchos se sienten brillantes a la hora de calificar de obtusos a los marmolillos pero son menos los que intentan ponerse en el lugar de estos. Los que lo intentan encuentran como premio un fácil ascenso a imbéciles útiles. Se ofrecen altruistamente a sustituir a los parapocos en sus posiciones. “Quítate tu pa' ponerme yo”. Como en esta salsa se mezclan los listos entre los tontos del arte. “Mira, pasmao, cómo lo hago yo”. Resulta difícil mantener posiciones y, al poco, todos se confunden, incluso se comprenden y respetan, menos algunos listillos que abandonan su cargo de nuevos lerdos útiles para volver a sentirse inútiles. Son los listos menos listos, que reniegan de su cargo; porque los más listos prefieren seguir haciendo el mastuerzo con título y trato de respeto. Se mantienen de panolis sí, pero porque quieren, y sólo como mentecatos aficionados, porque en el fondo saben bien que son muy listos, y si no dan una, no es por su culpa, sino por culpa de los majaderos profesionales que les impiden su cometido y de otros listos que no colaboran nada y quieren robarles el puesto de cretino que con tanto esfuerzo han conseguido, esos listos cortapedos que no hacen más que renegar.
Burlas, chanzas, insultos y broncas. Jocosos enfrentamientos, a veces etílicos, entre pavitontos contra lelos, estultos contra listos y listos contra listos. Enfrentamientos de palabra obra y omisión. Simposiums, conferencias, mesas redondas, faltadas al respeto, insultos, happenings, llegar a las manos, bofetadas, cinco dedos en toda la cara, body art, jornadas de reflexión, odio en silencio con resentimiento.
No sabemos; dicen que el arte sirve para remover las conciencias, reflejar el espíritu de la sociedad en que vivimos y otras cogitaciones. Pero el arte parece bastante inútil a la sociedad en que vivimos y por eso necesita a los mecenas. Los mecenas apoyan y facilitan el arte. Sin mecenas dicen que el arte no es posible, pero más imposible sería un mecenazgo sin arte. Aunque no afirmaremos nada rotundamente, no vaya a ser que veamos el momento en que los mecenas releven totalmente al arte. No lo creemos, queda arte a punta de pala. ¡Tranquilos! Listos y papatostes, hay muchos artistas. De momento sólo algunos comisarios y críticos juegan a ser artistas, (y artistas a comisarios) con todo su derecho faltaría más. Para ser artista basta con intentarlo, eso es lo bonito, pero tanta incursión de comisarios artistas podría ser el primer paso de una invasión hambrienta capaz de zampárselo todo. No seamos pesimistas. El arte, inútil, se convierte en útil al nutrir este circuito de instituciones artísticas, de profesionales que viven por y para el arte. Los nuevos mecenazgos institucionales le proporcionan este sentido tan primitivo: el alimenticio. Dar de comer a muchos empleados de mecenas.
¿El arte imita a la vida? No. Es la vida la que imita al arte, escribió Oscar Wilde. A su lado cualquiera  se veía como un sinsorgo. Qué precisión de ideas, qué reveses de verbo. Su inteligencia ocupó los dos campos, el de artista y el de crítico. Se paseó por los dos sin considerar límites, como si fueran uno. Al final se pasó de listo en una sociedad que no estaba para tantas florituras. Se dejó condenar, arruinar. No quiso mirar; fue temerario, un insensato para la vida, aunque muy práctico para el linchamiento del momento.
Hoy, vale mucho un tonto sufrido, un bodoque resistente en el mundo artístico. Si vienen los listos, bienvenidos; pueden ser divertidos para dar una vuelta, pero que no molesten demasiado, por favor. Que se larguen pronto. Porque los listos crean problemas, siempre problemas. Los merluzos menos y por eso son tan útiles.

martes, 14 de septiembre de 2010

Tenía ganas

Tenía ganas. Se acercó a la orilla para hacer el Manneken Piss. No llegó al río. Su próstata no respondió, meó en la hierba. Se esmeró. Lo intentó de nuevo y se asomó hasta el borde. La tierra cedió y fué arrastrado por la corriente. Se ahogó a la edad de 56 años.

cita

Después, durante unas pocas horas, le divirtió la idea de escribir un libro. Un diario en el que anotaría cada noche los pensamientos del día, cuidadosamente condimentados con notas de color local, en el cual quedaría clara y tranquilamente demostrada la verdad absoluta del teorema que enunciaría al principio, a saber, que la diferencia entre algo y nada es nada.

Paul Bowles, “El cielo Protector”