viernes, 27 de diciembre de 2013

Phare de Biarritz

Otra vez debería recular, aunque a ustedes no les quiero marear pero es así – vuelvo a tratarles de usted porque he perdido la confianza, me avergüenzo de mi falta de regularidad, del abandono y del tiempo transcurrido hasta retomar estas publicaciones–, debería recular, les cuento, he reconsiderado lo de pillar la onda en blanco y negro. Me he dado cuenta de que prefiero el color en la fotografía, en la vida y en el arte; un color subjetivo, un color saturado o desaturado, marrón o rojo de daltónico, no me importa, quiero desparramar color, cometer aberraciones cromáticas, sufrir invasiones de arcos iris, vestir blancos nacarados. A la mierda el blanco y negro, la mierda en blanco y negro ni siquiera parece mierda. Un reciente tropiezo con el blanco y negro me ha saturado del todo. Ocurrió así: un fotógrafo me capturó en un mercadillo de diciembre cuando me había detenido frente a un puesto; volví la cabeza y el fotógrafo disparó, le saludé porque nos conocíamos y se largó respondiendo al saludo con el pulgar en alto; al rato nos volvimos a encontrar, me dijo que había obtenido una buena foto y se ofrecía a enviármela si le facilitaba mi correo electrónico, un día después, me llegó el jpeg de una fotografía callejera en blanco y negro bien contrastada con mi semblante de friolero mirando a cámara desde la izquierda; la equilibrada composición cumplía a la perfección la regla de los tercios. Respondí al envío con un agradecimiento sincero. A la semana nos cruzamos en un paso de cebra con semáforo. Muchas gracias por la foto, le agradecí de palabra. Está muy bien, me dijo parándose en la calzada, estuve esperando a que mirases para apretar el disparador, el blanco y negro le queda muy bien, mejor así, mucho mejor en blanco y negro, repitió. El semáforo empezó a pitar, el monigote verde aceleraba sus pasos y nos despedimos para alcanzar cada uno nuestra acera. Mejor así, pensé, mejor cada uno en su acera, las aceras del blanco y negro se están poniendo intransitables.

El sábado antes de navidad subí al faro de Biarritz. Muchos escalones pero no llegué exhausto. Me asomé al horizonte. No era una vista original pero merecía la pena. Terminé todo el rollo que quedaba en la cámara, un Kodak Tmax 100 que había estrenado en la playa enfocando al mar espumoso contra las rocas delante del casino. Tuve que cargar un Ilford PANF 50 con fecha de caducidad expirada en 2004 que había conservado en la nevera y por eso no estaba en absoluto caducado. Desde el mirador del faro de Biarritz la línea de horizonte quedaba a la altura de los ojos, ni más ni menos, es la ley infalible de la perspectiva, hay que despegarse de la tierra para que el horizonte se desprenda de las pupilas y caiga, porque desde un faro, desde la torre Babel, desde la cima del Moncayo, desde los hoteles más altos de Ulán Bator y Kuala Lumpur, o desde cualquier atalaya anclada en la tierra el horizonte se alinea con nuestra mirada. Frente al mar, a la derecha del faro quedaban Las Landas, y a la izquierda la ciudad de Biarritz se adelantaba a una franja montañosa azul que flotaba sobre el mar. Cuando disparaba la cámara hacia mi derecha, la línea de horizonte antes de Las Landas se difuminaba, el cielo y el mar se fundían, pero a mi izquierda, antes de Biarritz, se dibujaba nítida separando el contraste de cielo y agua. Con la cámara he podido elegir entre estos horizontes y diferenciarlos aunque la línea de horizonte era sólo una que se borraba de izquierda a derecha. La cámara fotográfica hace eso, fragmenta y multiplica. Detrás de ella podemos engañar a la perspectiva, subir y bajar los horizontes de la mitad del encuadre, cumplir la estúpida regla de los tercios o inclinarlos hacia las diagonales del marco. Yo los he dejado encerrados. Los horizontes. En dos pequeños chasis de metal, enrollados en las películas que disparé un sábado antes de navidad. Películas en blanco y negro –Black & White film, Film noir et blanc, pone en la cajita Ilford; Black & white negative film, Film negative noir et blanc, especifica la cajita de Kodak–. Pero los horizontes tienen colores. Amarillos, grises, naranjas, malvas, azul turquesa y azul cobalto..., todos los colores que puedo recordar en algún momento se adherirán a la imagen latente si dejo los rollos convenientemente olvidados en el cajón de las películas nunca reveladas.


domingo, 15 de diciembre de 2013

En blanco y negro con telemétrica

Yo no quiero usar color, el color es un problema que me ahorro en blanco y negro; y no quiero ser artista, el arte es un problema que esquivo en mi contrato: un contrato de trabajo, negro sobre blanco. Porque el color es una percepción sobrevalorada; yo veo longitudes de onda. Quiero pillar la onda de una vez por todas.

MI "CELIA M6" CON SU OBJETIVO NORMAL

sábado, 14 de diciembre de 2013

Blanco pera

El color de una pera por dentro es blanco pera. La pera es blanca si está verde y es blanca si está madura; entre verde y madura es blanca y sabrosa; pero madura es más sabrosa, más dulce y blanca; luego sigue blanca, madura y redulce; más tarde, dulce, blanca pero pasada; o sea, muy madura pero aún se ve blanca: la pera es blanca aunque esté un poco o muy pasada, pero si no es blanca es repugnante*; más repugnate que Jean Seberg ** al final de la escapada***. Repugnante de verdad.

* Dégueulasse
** Jean Seberg
*** Al final de de de "À bout de souffle"




martes, 22 de octubre de 2013

El contagio



¿Qué escondía Pío Baroja debajo de la boina? La cabeza sería una respuesta obvia, y no baladí, porque don Pío Baroja escondía una flagrante cabeza braquicéfala, característica antropométrica que no disimulaba del todo con una pequeña txapela. Esto me conduce a una segunda pregunta de respuesta no tan fácil. ¿Por qué don Pío se cubría con esa boinita redonda en lugar de con una señorial txapela? Quizás porque don Pío nunca se miraba de perfil en el espejo y nunca midió su índice cefálico con un craneómetro, uno de esos artilugios pre-nazis de medición de cabezas; o quizás opinaba, y con razón, que ocultar completamente el cráneo era más sospechoso que disimularlo parcialmente.

En el prólogo de “El Laberinto de las sirenas”, que se subtitula “Casi una fantasía antropológica”, don Pío Baroja despliega con mala leche no carente de humor ciertas opiniones sobre la raza humana. Baroja no era joven cuando concluyó el libro, anotó un lugar y una fecha bajo el epílogo: “Rotterdam en 1926”; tenía entonces 56 años. Para no reincidir en viejas acusaciones al autor, me ceñiré a que las opiniones raciales son opiniones de un personaje, el capitán Andía; y aunque ambos, personaje y autor, caracterizaron al cascarrabias de su época, debo insistir en que quien firma el “Prólogo/Casi una fantasía antropológica” es el marino retirado Andía, y advertir que la novela arranca antes del prólogo con una “Conversación preliminar” entre el médico escritor Pío Baroja y “una señora que quiere un libro a la medida”.

Los insultos que Andía dedica a los braquicéfalos me han calado. A mí, cuando la edad me ha regalado una alopecia a la que me resigno, me consuela portar un cráneo con la simetría de una canica, una cabeza cuya craneometría se aproximaría a la de la esfera, cuerpo platónico de simetría perfecta y completa. Pues no, mira que no, opina el marinero Andía –y no sé si también el doctor Baroja–, un cráneo esférico no es bello, es un “cráneo de maldito braquicéfalo”, la armonía craneal, la belleza craneométrica pertenece al dolicocéfalo cuya sección elíptica dispone cara y nuca del individuo en los extremos del eje mayor. Las teorías heliocéntricas con órbitas circulares quedaron obsoletas. Pero señores, aunque las órbitas que trazan los planetas sean elípticas, los planetas siguen siendo esferas, canicas de las galaxias, creo que podríamos discutir bastante sobre esto, Shanti Andía, no me convences, los braquicéfalos no somos malditos, porque ha resultado que soy un braquicéfalo medido y comprobado. No tengo craneómetro, pero por medio de ilustraciones sé que el instrumento se asemeja mucho a un sargento de carpitería, he ajustado un sargento “Hurko” de mi taller a los dos ejes de mi cabeza, primero a uno y después a otro, he medido las distancias, he aplicado la fórmula general para el cálculo de cocientes craneales y el resultado me da 83 exacto, sin decimales. Un cociente por debajo del 83,3 marca el límite de la dolicocefalia: hasta 83,3 se es dolicocéfalo, por debajo braquicéfalos. Soy braquicéfalo por 3 décimas: no jorobes Shanti Andía.

Un día festivo de agosto partí hacia Lúzaro, el pueblo natal de Shanti Andía. Me hubiera gustado encontrar un rastro del marino pregonero de la dolicocefalia pero me perdí y terminé en Guetaria, cuna de Juan Sebastián El Cano y de Cristóbal Balenciaga. Me entretuve en el museo dedicado al modisto, allí, comprobé en videos y fotografías que Balenciaga era dolicocéfalo aunque no pude saber nada del índice cefálico de las modelos: las colecciones se exhiben en maniquís sin cabezas. En una planta encontré una exposición de fotografías sobre la relación de Balenciaga y el cine: actrices que lucían en la gran pantalla vestidos, abrigos o complementos del diseñador vasco. Un plano medio de Ava Gardner era el cartel de la exposición. Parecía braquicéfala. ¿Es posible que “el animal más bello del mundo” sea una braquicéfala, Capitán Andía?, pregunté en voz alta. Nadie respondió, sólo la goma de mis zapatos chirriaba en el suelo pulimentado, con este aforo no creo que el museo de Balenciaga tenga futuro, una pena.

De regreso aparqué en Zarauz a la hora del poteo; la tarde estaba revuelta, chispeaba, una tormenta de verano no se decidía a descargar; frente al mar aprecié el amarillo en la cara cóncava de las olas sucias de arena y fondo marino, un color que Baroja describe en “El laberinto de las sirenas”. En el pueblo, bares, calles plazas y terrazas estaban repletos con una relación de un dolicocéfalo cada cuatro braquicéfalos; profusión de braquicéfalos, pero no advertí que el índice cefálico influyera en el consumo porque disfrutaban del txakolí, el rioja y los zuritos indistintamente.

Ahora me siento inquieto. He lanzado opiniones a la ligera y debo corregirme, no puedo asegurar que don Pío fuera braquicéfalo, es más, si observo sus últimas fotografías veo las sienes marcadas, las aristas dibujadas a cada lado de la frente muy propias de dolicocéfalos que contradicen anteriores fotografías con la boina caída hacia la nuca y el frontón que asoma redondo como un balón de Nivea. Ya no se puede ajustar mi sargento Hurko a los ejes de su cabeza para obtener una cifra precisa de su índice cefálico, pero el viejo Baroja parece más dolicocéfalo, y Shanti Andía me ha contagiado sus inquietudes; ustedes no se extrañen si se topan conmigo y les miro fijamente a la cabeza, estaré calculando su índice cefálico, dudando y sufriendo mentalmente para obtener un veredicto porque no es cuestión de cargar a todas horas con una regla y un sargento “Hurko”.




domingo, 15 de septiembre de 2013

Nuevos cursos

Los jerséis no me duran dos temporadas porque en verano se los comen las polillas; he probado varias fórmulas, me dijeron que hay que lavar la prenda en agua fría con Norit o similar y guardarla en el armario con alcanfor o antipolillas todo el verano; no soporto el olor de ningún antipolillas, incluido el olor del antipolillas sin olor; debo de tener olfato de polilla y me gusta el cachemir, ¿a quién no? El alcanfor me repele, además el antipolillas es poco eficaz con el cachemir; no hay nada que hacer, en otoño encuentro mis jerséis agujereados. Me compro otros; curso nuevo, jerséis nuevos. Todas la temporadas estreno jerséis de lana; quien dice jerséis dice chaquetas, americanas, bufandas, mis prendas de lana y cachemir; no busco exclusivamente seguir la moda: no me gusta el frío que se cuela por los agujeros.

jueves, 8 de agosto de 2013

Nudo Gordiano, Pricesas Bactrianas

Pessoa escribió que nadie desata el nudo Gordiano, porque el nudo Gordiano se corta de un tajo con la espada y con determinación, la determinación del que prefiere tener a saber, del que antepone el sentido práctico y no espera, del que obtiene sus fines y es alguien en la vida, del conquistador, de cualquier Alejandro Magno.

En la última Documenta de Kassel se expusieron unas princesas Bactrianas anteriores a Alejandro Magno. Unas figuritas preciosas, pero ninguna representaba a Roxana.


martes, 6 de agosto de 2013

Ahumados

En primer plano, sobre una barbacoa de ramas atadas con tiras de piel, se veía un salmón sin cabeza, abierto como los bacalaos en salazón de los puestos del mercado, debajo, otros peces más pequeños igual de abiertos, sin tripas, colgaban para ser ahumados. Con los pies dentro del agua, un hombre vestido de pieles como un esquimal se acercaba a la orilla, sostenía un palo largo con una cuerda que parecía una caña primitiva o un arpón, más atrás, hundidos hasta la rodilla, otros pescadores de espaldas enfundados en pieles. El ambiente era de frío polar o de Era Glacial.
Esta imagen intrascendente no serviría más que para ocupar megas en un disco duro, por eso no había que complicarse y dejar hacer a la Leica X2: elegir la apertura y la sensibilidad ISO automáticas, la medición de luz puntal y anclar la velocidad de obturación en 1/60 para evitar trepidaciones. Así, con breves oscilaciones de la Leica apuntando a diferentes valores de claro y oscuro de la escena, sólo había que elegir en la pantalla el encuadre, la luz apropiada y disparar. Los pescadores y su reflejo en el agua eran dibujos sobre un metacrilato retroiluminado; la barbacoa de ramas, los peces de resina y la orilla de cantos rodados se disponían sobre una peana baja. El contraluz que ofrecía el metacrilato permitía oscurecer y atenuar el protagonismo de otro panel a la derecha con información sobre cómo construir un arpón de hueso. La óptica de una X2 es fija, sin zoom, hacía falta acercarse y alejarse para encuadrar bien.

–Caballero, no está permitido hacer fotos
–¿Ah, no se puede?

La trabajadora del museo no se tragó la expresión de sorpresa, el turista era actor pésimo y se notaba que fingía, que sabía que no debía tomar fotos incluso si no hubiera apreciado la diminuta señal de prohibición en la entrada a las exposiciones. No colaba: en ningún museo español que se precie se hacen fotos.
El turista guardó la cámara en su estuche de cuero, no se molestó por el tono de la cuidadora que le llamó “caballero”, al contrario, sintió alivio: ya no tendría que recopilar fotos y podía limitarse disfrutar de las piezas expuestas y a estudiar los paneles. Más tarde coincidió que la recriminadora sería la guía que el turista había contratado para visitar la Neocueva de Altamira y el Ah, ¿no se puede? con cara de sorpresa no fue mala respuesta después de todo.
Una sola vez, una sola, el turista echó en falta fotografiar el cartelito con información de los diferentes pigmentos que usaron los primitivos en la cueva; sólo esa vez, porque tuvo que apuntar los datos en su cuaderno de notas y le cuesta mucho entender su mala caligrafía que es peor cuando escribe de pie.
La visita guiada duraba media hora y el turista regresó a las salas de exposición del museo diseñado por el profesor arquitecto Juan Navarro Baldeweg. Aquel sábado nublado de agosto, otros turistas con bermudas, silletas y mochilas abarrotaban las salas pero quedaba suficiente espacio para apreciar los contenidos. Eligió un auricular frente a un vídeo didáctico y escuchó: “La Neocueva no es un sucedáneo, nada puede sustituir a la contemplación directa de una obra de arte”.






LOS COLORES DE ALTAMIRA

HEMATITES + CUARZO = ROJO VIOLÁCEO / MARRÓN
HEMATITES + CALCITA + DOLOMITA = ROJO INTENSO
GOETITA = AMARILLO OSCURO
GOETITA + CALCITA + DOLOMITA = AMARILLO CLARO
ARCILLA + MICA + CUARZO = BLANCO
MICA + CUARZO + OCRE + CARBÓN = GRIS PLOMO
CALCITA + CAOLINITA + CUARZO + CLORITA + OCRE ROJO + CARBÓN = ROSA
CARBÓN (MADERA, HUESO) = NEGRO


miércoles, 31 de julio de 2013

Apúntate eso, chaval


“–¿Perdón, señor?
–Te estaba diciendo que siguieras así, chaval. Sigue así. Igual que hice yo. Tú también, sigue así.
–¿Podría explicarse un poco mejor?
–Lyndon Baines Johnson nunca da explicaciones. Es una norma personal que me parece muy ventajosa. Nunca doy explicaciones. La gente desconfía de la gente que da explicaciones. Apúntate eso, chaval: “Nunca des explicaciones”. ” 
David Foster Wallace. “La niña del pelo raro”, en el relato titulado “Lyndon”. Editorial Mondadori, 2011. Página 100. Traducción de Javier Calvo.

Algunos, que no fuimos vicepresidentes, difícilmente llegaremos a presidente de los Estados Unidos y creemos estar seguros de que ya nunca seremos personajes en la imaginación de David Foster Walace: aquí está la explicación de nuestras dificultades para seguir la ventajosa norma personal de Lyndon Johnson.

martes, 30 de julio de 2013

PLURIESCULTOR.1 (Paco Polán)


Estuche Pluriescultor 1
2005
Aluminio, imanes, madera, fotografía
21 x 18 x 5 cm (estuche cerrado)

Hoja de instrucciones

Solución Pluriescultor

Estuche Pluriescultor 1

Solución Pluriescultor

Envidioso
2008
Resina de poliéster y pizarra
36 x 42 x 37 cm

Gudari chino a cuatro patas
2006
Aluminio, 19 x 22 x 27 cm

Dos juegos de piezas Pluriescultor 1


domingo, 14 de julio de 2013

Pasavento, Grothendieck, Bourbaki, matemáticos, artistas y desapariciones



Unos minutos después, entraba con paso resuelto en el cybercafé de la Avenida Huambo, esquina plaza Bangasu. Entré allí con la idea de examinar, después de mucho tiempo, mi correo electrónico. Quizás había llegado la hora de de atreverme a saber qué me escribía la gente. Pero no tardé en darme cuenta de que desde hacía varios meses había quedado cancelada mi cuenta en el servidor Terra y, por tanto, era imposible que pudiera acceder a mi correspondencia electrónica.[...]
Y por un momento volví una vez más a preguntarme si esas coincidencias con las que algunos convivimos eran casualidad, destino, o un ejemplo práctico de la teoría de las probabilidades.” 
Enrique Vila-Matas. Doctor Pasavento. Editorial Anagrama, 2005. Pág. 376.




TRANSCRIPCIÓN [CON CORRECCIONES EN CORCHETES] DE LAS NOTAS QUE ESCRIBÍ A LÁPIZ  EN LA ÚLTIMA PÁGINA, LA CONTIGUA A LA TAPA TRASERA, DURANTE ESTA SEGUNDA LECTURA DE “DOCTOR PASAVENTO” :


Daniel, Libeskind, 132

la bella desdicha encarnada por Walser, 146

Serge Reggiani p.148

Josef Wehrle “enfermero de Walser en Herisau”, 179

Instrucciones de G. Perec: “Describe tu calle, describe otra calle cualquiera”, 170

escribir diferente a lo que hemos proyectado, y pensamos diferente a lo que nos disponíamos a pensar, 183

e imaginé baluartes voladores, 184

Pensé en la belleza de la palabra “baluarte”

Walser y la “supuesta mediocridad”, 200 (“supuestas alegorías de la mediocridad”[)]

La muerte de Sebastián en la nieve de “Los hermanos Tanner”, 205

La obra dilatable, elástica, “desprovista de esqueleto” de Walser, 206

Bernard Echte, Werner Morlang, descifran los microgramas de Walser, 207

“Querido botón”, 213. V.M. se apropia de un escrito de Walser

“La desaparición” de Antonioni (película) 210 – (de la que escribe páginas después Agustín García [Hernández] Mallo, en “el remaque de Borges” [“El hacedor (de Borges), remake”].

“Vida de poeta” 266, “el paseo” “Paseos con R. Walser”

Ideas de la vejez, 227

Fleur Jaeggy “los hermosos años del castigo”–señala de nuevo en la página , 231

“discurso de un botón” 244

“/los otros/ nos obligan siempre a ser como ellos nos ven o como quieren vernos”... 252

Jochen Greven, valedor y recopilador de toda la obra de Walser, 262

Grothendieck – el matemático desaparecido en los pirineos 334, Etore Majorama científico napolitano desaparecido 335

Una literatura privada, secreta y rotundamente nueva, experimental, no profesional,... 346


****

1 
La desaparición 
En agosto de 1991, Alexandre Grothendieck, a quien todo el mundo consideraba el matemático más lúcido del siglo XX, un hombre por cuya agudeza y profundidad se comparaba con Einstein, de un día a otro quemó 25.000 páginas correspondientes a sus escritos. Acto seguido, sin decir nada a nadie, se fue de su casa rumbo a los Pirineos y no se le volvió a ver.”

Amir D. Aczel. “El artista y el matemático”. Editorial Gedisa, 2009. Pág. 15. Traducción de Silvia Jawerbaum y Julieta Barba.

Atraído por el título y subtítulo, el 25 de febrero compré en la sección de matemáticas de divulgación científica “El artista y el matemático (La historia de Nicolas Bourbaki, el genio matemático que nunca existió)”. No me atreví con él inmediatamente, empecé una relectura de “Doctor Pasavento” en la que tomé varias notas arbitrarias, la penúltima sobre la desaparición del matemático Grothendieck. Esta desaparición titulaba el primer capítulo de “El artista y el matemático”, así que la nota extraída en Doctor Pasavento me inyectó ánimo para adentrarme en la historia de los matemáticos: la teoría de las probabilidades se une a la causa consecuencia que no tiene que ver con el principio axiomático ni la estructura de mis lecturas:

“De acuerdo con Claude Chevalley, otra innovación presentada por Bourbaki fue “el principio de que en matemática todo debe tener una explicación”, que no debe confundirse con la idea de la causalidad, es decir, la noción según la cual un hecho provoca la ocurrencia de otro. En Bourbaki sostenían que “todo lo que sea sólo el resultado de un cálculo no lo consideraremos una buena prueba”.”

“El artista y el matemático”. Pág. 94.

He llegado al final de “El Artista y el matemático”. No estoy seguro de quién es “el artista”. Aparecen Picasso, Braque, Matisse, Duchamp y Dalí entre otros. Se dice que Picasso es “el artista más original del mundo”. Se subrayan las relaciones entre elementos –la estructura– en el cuadro de Duchamp “Portrait de joueurs d’echec”, un retrato de sus hermanos Villon y Duchapm-Villon jugando al ajedrez. Creo que “El artista” es un artista general. “El artista” son varios artistas, igual que “El matemático” es un conjunto de matemáticos que prefieren decir “matemática” a “matemáticas”. “El artista” puede ser Grothendieck porque posee un talento muy creativo. Y en las numerosas biografías que el autor intercala de matemáticos, lingüistas, antropólogos, psicólogos, psiquiatras hay momentos dedicados al arte, la poesía, la literatura: son o han sido artistas amateurs. Se dice del lingüista ruso Jakobson que “la pintura constituía para él el pináculo de la creatividad” y que la lingüística es un “lugar intermedio entre la ciencia y la creación”. El cubismo tiene una relación directa con el estructuralismo cuya sistematización en la aplicación científica se atribuye a Bourbaki. Leo que Poincaré era “intuitivo y detallista, para él la matemática era un arte”. Hay un capítulo dedicado al grupo literario Oulipo que fundaron los escritores y matemáticos François Le Lionnais y Raymond Queneau. Por cierto, entre los miembros que después se unieron a este grupo se nombra a Calvino pero no a Perec aunque se explica un ejercicio que consiste en buscar poemas ingleses sin la “e” y sé que “La disparition” es la novela que Perec escribió sin esta letra y por eso entiendo que escribir sin la “e” era uno de los juegos literarios del grupo.

“[...], recurrieron además a escritos en lengua extranjera, en particular algunos poemas en inglés. Trabajaron sobre dos poemas anónimos ingleses del siglo XIX. El primero no tiene ni una letra e, pero todas las demás letras del abecedario aparecen al menos una vez:
[...]
El grupo descubrió que, el año de su muerte, un navegante norteamericano, Ernest Vincent Wright (1872-1939), publicó un libro titulado Gasby: A Story of Over 50,000 Words Without Using the Letter E. Oulipo escribió varios poemas en francés respetando esa regla de no utilizar la e y experimentó con la omisión de otras letras.” 
“El artista y el matemático”. Pág. 153.

Yo creo que no debería dar vueltas buscando “un artista”,  “El artista y el matemático” es un atractivo título que cumplió su función cuando, el 25 de febrero, salí con el libro en una bolsa de plástico serigrafiada de la librería. En la misma portada del libro hay una etiqueta impresa :

“Pablo Picasso, Claude Lévi-Strauss, Michel Foucault, Jean Piaget, Simone Weil o Jacques Lacan entrelazados en una apasionante historia que tiene como hilo conductor las importantes teorías matemáticas del siglo XX del grupo Bourbaki y sus influencias en la cultura, el arte y la ciencia moderna.”



jueves, 27 de junio de 2013

Otro empujoncito



¿De verdad me cae tan mal? ¿Por qué es tan antipática la Telefónica? Siempre lo ha sido, no es todo culpa de Rodrigo Rato. Fueron aquellos contratos, las facturas con servicios que añadían sin que los pidieras, te cobraban, dejaban de ofrecer y seguían cobrando. ¿Por qué no dabas de baja esos servicios inútiles, so tonto?, ¿por qué no dabas de baja un servicio que no querías y te ofrecíamos unos meses y, como no servía de nada, pronto quedaba obsoleto y lo cancelábamos pero te lo cobramos igualmente hasta nueva orden?, hay tontorrón, que no te enteras, no sabes que para darte de baja de estos servicios tienes que cumplimentar una instancia, por escrito, eh, nada de llamar por teléfono; redactas una solicitud, la firmas y nos la envías por correo, o nos la traes personalmente a una oficina de reclamaciones y solicitudes si encuentras alguna, porque de estas oficinas tenemos pocas, que cuando hemos abierto una nos volvéis loca la cabeza con vuestras exigencias. Siempre, de toda la vida, en Telefónica nos ofrecemos a timar gratuita y generosamente a toda España y cuando éramos monopolio resultaba mucho más fácil.

Quizás fueran las cabinas, las putas cabinas que no funcionaban, que no establecían comunicación sería más exacto decir, porque funcionar, algo funcionaban: tragaban bien las monedas; qué ansiedad, qué manera de engullir, ¿y quién se acuerda de cuando solicitó una línea? Yo pedí una y me auguraron 30 días de espera. En aquellos tiempos no sé a qué se dedicaba Rodrigo Rato, a quién asesoraba, ni me importa; en aquellos tiempos yo regresé de París, de vivir en un apartamento con línea de teléfono francesa que pedí un día y al siguiente funcionaba a mi nombre y con mi número; y regresé, abandoné el piso parisino, y en una oficina de France Telecom, a pocos metros, cambiaron el titular y el número de la línea para el nuevo inquilino, en cinco minutos sin problemas, y me reí imaginando esta operación en España porque recordé que a mis padres les hicieron esperar varios meses; pero qué sorpresa cuando yo solicite mi línea a Telefónica y sólo me pronosticaron 30 días de espera, qué lujo, qué efectividad, y eso que aún eran tiempos de la compañía única en España, aunque creo que también France Telecom era compañía única en Francia y trataba a sus clientes de otra manera concediendo líneas en cuestión de minutos que funcionaban en pocas horas; siempre han sido muy suyos los franceses.

Así que todo marchó bien, me prometieron una línea para 30 días y en menos de 29 ya estaba instalada: perfecto, qué eficacia. Y colocaron un teléfono de alquiler (una terminal), pero, como tenía el que me traje de Francia, lo devolví después de cumplimentar alguna instancia para que no me cobrasen el alquiler de la terminal rechazada, instancia que envié por correo certificado. Todo bien, no he revisado mucho mis facturas, así que supongo que algún servicio como el contestador o las llamadas a tres o el identificador de llamadas o algo de eso que no uso me cobrarían porque no podemos controlar todo lo que se nos cobra en el mundo, es complicado, y lo que nos cobra la telefonía, indescifrable. Pero todo fue bien hasta que puse un ADSL con otra compañía. La que se armó. No hubo tu tía, la nueva compañía y Telefónica se echaban los trastos mutuamente, que ni tú ni yo y me dejaron sin teléfono, un par de equipos con cabrones y cabronas (toda la telefonía encabronada) me dejaron incomunicado dos semanas. Tensión, porque tenía una exposición en un mes y necesitaba mis proveedores, había construido piezas en el extranjero, necesitaba el teléfono y el interné, no entraré en detalles pero me las hicieron pasar canutas y una señorita de Telefónica incluso fue mal educada, ¿se lo pueden creer? Fatal, al final se arregló. Toda la culpa no fue de Telefónica, pobres, ellos pusieron unas dificultades comprensibles porque, aunque pasé el interné y las llamadas a otra compañía, la línea seguía siendo de Telefónica; tenían, como se dice, la sartén por el mango y los de la nueva compañía no me contaron nada de sus discrepancias. Todo serían facilidades, me prometió un individuo con acento argentino (o uruguayo) que me vendió su oferta irrechazable; pero todo fueron dificultades, claro. Hasta entonces había funcionado perfectamente con mi interné de módem analógico-digital, el de antes, el lentísimo, el que emitía ruiditos cantarines y bailables al conectarse; y tenía mi correo teleline.es que pasó a llamarse terra.es, mi email de toda la vida que abrí con Telefónica y que era gratis. GRATIS. Telefónica ponía un servicio gratuito a nuestra disposición que funcionaba bien. FUNCIONABA BIEN Y GRATIS. Fallaba de vez en cuando como todo lo que tiene que ver con la informática que apagas, enciendes y vuelve a funcionar. Cicatrizaron las viejas heridas y que quieren que les diga: Telefónica me seguía cayendo mal pese su email gratuito, a la Fundación Telefónica mecenas de arte, pese a un ejecutivo que me compró un par de piezas, pese a todo Telefónica me caía mal.

Pero ahora no lo sé. Ya no sé si me cae mal porque la compañía canceló el dominio Terra el 30 de mayo. Telefónica me dejó sin correo electrónico hace casi un mes. Ahora estoy desaparecido para muchos. Y no es fácil desaparecer, que se lo pregunten, si no, al Doctor Pasavento, que quiso desaparecer y no podía resistir la tentación de consultar su correo en los hoteles y locutorios de las ciudades donde se ocultaba. Miraba si alguien le echaba en falta, si le daban por desaparecido. Decepcionado leía que nadie preguntaba por su ausencia. Gracias a Telefónica yo no tengo correo, no puedo comprobar quién me hecha en falta, no tengo tentaciones, no sé quién me escribe ni a quien no contesto, estoy aislado gracias a Telefónica que unilateralmente ha cancelado mi cuenta de correo y la de todos sus usuarios. Porque no he desparecido solo. Lo que no he hecho es avisar a mis contactos de que ya no tengo correo y de que pronto abriré otro; nanay de la China, no he comunicado nada y llevo casi un mes en este preciado limbo. De vez en cuando abro mi correo por error, no es curiosidad, es un acto reflejo frente a la pantalla, sé que no habrá conexión, leo: “No hay correos nuevos”, es tranquilizador. “Algo pasa con tu correo” me llegan mensajes al móvil, no contesto, este es mi primer paso, no tengo fuerza de decisión pero me dejo llevar, desaparezco poco a poco; ahora confío en Telefónica, espero a que cancelen mi número de móvil, mi línea de teléfono fijo y que mi conexión de interné quede aislada, la otra compañía, la compañía que gestiona mi interné, no podrá contactar conmigo, nadie me localizará y yo seguiré aquí, desaparecido sin moverme, sin tomarme el trabajo del Doctor Pasavento que Vila-Matas describe en esa novela que estoy releyendo, poco a poco, un par de páginas al día, a la hora de la siesta del carnero; la retomé después de “Los Hermanos Tanner” de Walser, la saqué de la estantería y la dejé sobre la mesa del comedor, leo unas páginas antes de sentarme a comer. Leí “Doctor Pasavento” en 2005, cuando salió; ya no recordaba gran cosa: la ventana de una habitación de hotel frente a un abismo, un horizonte y Walser, referencias a Robert Walser. De Emmanuel Bove, a quien Pasavento llama el Walser de la rue Vaneu, no me acordaba y eso que sale en la portada fotografiado con su hija en el Jardin de Luxembourg –cuántas veces pasé por el Jardin de Luxembourg que no estaba lejos de mi apartamento­–. No recordaba a Bove porque no he leído ni una de sus novelas. Lo apunto en compras pendientes porque esta semana es mi cumpleaños, cruzaré la frontera y buscaré “Mes amis” o la que encuentre y de paso también buscaré una botella de Jacquesson 735, o 736, o la que encuentre, no quiero arruinarme. A Walser sí he leído, tres años después de “Doctor Pasavento” compré mi primer libro del escritor suizo que no dejaré de seguir. De seguir como lector, aclaro y aparto moscas de vanidad de un manotazo, no pretendo compararme ni a Pasavento ni a Walser, yo nunca abandonaría la escritura sencillamente porque no soy escritor, como mucho llego a lector. Desaparezco sin buscarlo y desaparecer no es fácil; pero tampoco es tan difícil, no nos engañemos, para un lector anónimo es más fácil que para Vila-Matas, Pasavento, Walser y Bove. Hay que ir paso a paso, acceder a niveles de desaparición. Yo parto con ventaja y Telefónica me ha dado otro empujoncito. Ahora me cae menos mal, creo.

sábado, 22 de junio de 2013

INFINITO

–MI NOMBRE ES INFINITO

–Lo que tu digas, pero no entiendo, ¿si te llamas Pi, por qué me dices que tu nombre es Infinito, quieres decir que es largo hasta el infinito y en ese caso me cuentas que todas tus cifras infinitas son tu mismo nombre que es “infinito”?, porque, si dices eso, te llamas igual que yo que también sería infinito con minúsculas o sea que no, infinito no es mi nombre, infinito no es un nombre porque la I primera no destaca del resto de minúsculas, al menos así lo veo yo que no hablo en mayúsculas y me crispa esa impertinencia tuya de hablar en letras capitales. Que te crees muy importante tú.

–MÁS IMPORTANTE QUE TÚ POR LO MENOS, QUE NO ERES NI FU NI FA

–Pues tú no sabes nada de Pe a Pa.

–ESO SUENA BASTANTE IRRACIONAL, QUE LO SEPAS

–Porque eso es lo que somos, chaval, un par de irracionales, tú uno y yo otro.

–ANDA CARAJO, AHORA RESULTA QUE VAS Y ERES ALGO: ERES IRRACINAL, ¡NO TE JOROBA! “SOY IRRACIONAL, SOY UN NÚMERO IRRACIONAL, ÑA, ÑA, ÑA”.

–Irracional y algebraico. Si dejases de dar vueltas siempre al mismo centro y mirases fuera de tu circunferencia, quizá verías quien soy.

–YA SÉ QUIEN ERES PESAO, ERES FI, EL PUTO NÚMERO FI. NI FU NI FA: ERES FI, COJONES. ¿O PREFIERES QUE TE LLAMEN Φ?

–Prefiero φ, en todo caso.
 Mal hablado y en mayúsculas, ¡vaya tipo, el π este!

domingo, 26 de mayo de 2013

Sólo quedan angarillas


Así las llaman en el pueblo: angarillas. La RAE no define angarilla como puerta de barras metálicas en forma de parrilla, y no quisiera detenerme en definiciones pero para mí una angarilla siempre ha sido la puerta de barrotes en la entrada de una cerca del pueblo de mi padre, y ya está. Quedan pocas cercas, porque una cerca –esta vez sí coincido con la RAE– es la pared de piedras que rodea la cerca –La RAE limita la denominación “cerca” a la pared pero en el pueblo de mi padre aplican la metonimia para referirse también al terreno–, saltábamos la cerca de cerca en cerca para ir campo a través cuando encontrábamos angarillas candadas o porque la angarilla estaba en el otro extremo y nosotros acortábamos en línea recta saltando de cerca en cerca. Las paredes eran piedras de granito o de pizarra (piedras de granito o lascas de pizarra apiladas). Las mejores tenían granito, moles de granito por la base, pizarra en medio, se remataban con granito más pequeño y se encalaban: eran paredes de mampostería firme, unas cercas de postín. Las cercas de lascas de pizarra, planas una sobre otra en hileras dobles, eran muy estables aunque alguna lasca superior, la que pisábamos o en la que nos apoyábamos para saltar, se partía. No era un salto limpio en el aire, estas cercas medían poco más de metro y medio de alto, lo normal era apoyar primero una mano o las dos para saltarlas; dependía de la agilidad de cada uno el poner un pie en lo alto para pasar el cuerpo o saltar sólo con el apoyo de las manos, de una vez. Estas cercas no era altas, como digo, pero eran perfectamente opacas a diferencia de las más comunes y sencillas, las cercas de granito: hileras de pedruscos en equilibrio, los de abajo un poco más grandes que los de arriba, colocados de tal modo que si fuésemos enanos  podríamos ver el campo cercado a través de los huecos entre ellos. Cuando saltábamos estas cercas, que casi nunca superaban el metro setenta, teníamos cuidado de no derrumbarlas porque no estaban encaladas ni eran de mampostería y a veces tirábamos las piedras de arriba y a veces media pared, si teníamos tiempo, recolocábamos las piedras pero, si corríamos detrás de un perdigón, de un conejo o detrás de la Loli que perseguía no sabíamos qué, entonces las piedras quedaban donde caían y el dueño de la cerca las recolocaría entre juramentos que yo nunca pude oír porque ya estaba  muy lejos, me había alejado unos 700 kilómetros al norte más o menos.

Regresaría al verano próximo y al siguiente y al siguiente hasta que dejaría de ir y pasarían 14 años en los que mi tía nos tenía al corriente por teléfono. Una tarde, no recuerdo si había terminado el telediario o Mariano Medina, que no se había jubilado aún, daba el parte meteorológico o, tal vez, había empezado El Coche Fantástico; mi tía llamó para decirnos que la Loli había muerto. No lloré, recordé su carita de ojos negros, simétrica, su pelo blanco y corto que empezaba detrás del hocico y cubría su cuerpo menudo sin manchas hasta las uñas. Recordé su tarjeta veterinaria: “mezcla de podenco y ratonero”. La Loli no tenía pedigrí, era preciosa; se marchó la primera, el verano que regresé después de esos 14 años todo había cambiado, no estaba la Loli, ni mi tío ni mi abuelo ni mi abuela, y las cercas que encontré eran bajas, no era impresión mía, yo no era más alto, la Junta había asfaltado los caminos y habían enterrado las piedras de muchas cercas bajo el asfalto para nivelar el terreno; habían sustituido las piedras por alambradas, las cercas que quedaban se veían muy bajas desde la carretera porque al levantar los caminos aquellas cercas de postín, que antaño superaban los dos metros, ya no llegaban al metro y medio y las podía saltar cualquiera.

Ahora tengo miedo, lo reconozco, he terminado el café importado de Portugal que me enviaba mi tía, “Café especial cubano, café torrefacto de Campo Mayor”, es el que se toma por allí y al que estoy acostumbrado, un café espeso, delicioso y negrísimo, ideal para entenderse con Pessoa en el Libro del Desasosiego o, simplemente, para empezar el día despierto y con buen sabor. En enero llamó mi primo al móvil, eran las 9 de la mañana: “Mi madre ha muerto, no superó la neumonía”. Y ahora yo debería regresar a por café; no me atrevo, sólo quedan angarillas, me asusta mucho la primera acepción de la Real Academia Española:
angarilla.
(Del lat. *angariellae, dim. de angaria 'prestación de transporte').
1. f. Camilla para transportar a pulso enfermos, heridos o cadáveres.






martes, 7 de mayo de 2013

Me han contado la historia de las ratas en el motor del Mercedes.
Ratas extremeñas que viajaron a Navarra en un Mercedes. Vivieron en el motor seis meses. Hicieron un nido con periódicos y un pantalón vaquero. Se comieron el cable de un piloto antiniebla.

lunes, 15 de abril de 2013




Como les cuento: me llegan solicitudes de amistad del Faceboock a mi correo; yo las abro, acepto la amistad y aprovecho para darme un paseo por allí. Se me hace difícil. Muy cuesta arriba, peor que una vuelta por la feria de artesanía medieval o por la feria de Arco. Primero me da flato en el costado y luego vértigo, una ligera agorafobia, supongo que es ligera pero es fobia en toda regla. ¡Cuánto arte!, hago correr la barra vertical derecha a toda pastilla, acelero, me quiero ir. Otro síntoma es mal de estómago, algo así como beber agua helada en ayunas.

El caso es que sí, digo que sí soy amigo de todo el mundo, del mundo del artisteo que, por cuestión gremial, es de donde vienen casi todas las solicitudes de colegas que no conozco de nada; ya sabemos como funciona esto, nadie me obliga pero prefiero hacerlo así, no selecciono amistades, la tabla rasa es lo más fácil para un indeciso. Tampoco son tantos, de momento 139 amistades, la mayoría artistas como digo, y críticos o comisarios o todo a la vez, y claro, muchos necesitan enseñar lo que hacen, mirad que chulo me está quedando, actualizan su muro para que veamos su imparable proceso creativo; los nostálgicos muestran lo que hicieron hace tiempo, mirad que interesante era esto que me he encontrado perdido en un cajón, para que veáis lo artistazo era entonces. Alguno incluso lee libros, de arte o de lo que sea, subraya, toma una foto con móvil –desenfocada y oscura de modo que nos dejaremos los ojos para leer lo que pone– y la publica con comentario; si el libro está en ingles mejor que mejor; en inglés y subrayado, este autor que, lo más seguro, no conocéis todavía por eso lo comparto aquí con todos vosotros, artistas compañeros que entendéis inglés. Bien pensado, lo del inglés no lo veo mal siempre que no esté publicado ya en español y aporte información novedosa. Caso destacado es el del artista amigo montañero que comparte páginas de un libro del buen y el mal rollito chino, con camino hacia el Tao incluido; fotografía páginas que marca con hojas de castaño que ha recogido en una excursión, es que soy montañero y marco las páginas con hojas frescas de castaño que se secan dentro del libro y también comparto fotos de mis escaladas artísticas; todo eso, el camino hacia el Tao, las hojas de castaño marcapáginas y las fotos de escalada artística dan verdadero vértigo, vértigo del bueno sin metáfora ni sutilezas de otro tipo. 

“Podéis permitiros empezar a pensar que no diréis nada a menos que sea interesante. Según lo veo yo, el 50 por ciento de lo que hago es malo, y así es como va a ser, y si no puedo aceptarlo, entonces es que no estoy hecho para esto. El truco está en saber qué es malo y no permitir que los demás lo vean.” 
Conversaciones con David Foster Walace
Pág. 46. Editorial Pálido Fuego, 2012. Traducción de José Luis Amores

En Facebook aprendo mucho. Veo lo difícil que es seguir el consejo que daba David Foster Walace con 31 años a unos estudiantes en 1993. Entonces era diferente, no proliferaban blogs, no existía Facebook. Yo he incumplido el consejo. No sé si el mismo Foster Wallace lo cumpliría ahora porque las opiniones cambian y 20 años son bastantes. A mí, me parece un buen consejo, lo fotografiaría para el Facebook subrayado en lápiz azul: “El truco está en saber qué es malo y no permitir que los demás lo vean”. Pero nunca subrayo libros, lo que hago es anotar el número de página de la cita que me interesa. Al no subrayar, me parece que en una relectura podría entender conceptos nuevos aunque sé que me arriesgo a no volver a encontrar aquella frase que debería haber subrayado.

¿Cómo saber qué es malo? ¿Dónde se pone la barra de medir? ¿Lo mediocre es malo? ¿La exigencia de DFW consideraría malo lo simplemente potable? He incurrido en lo que recrimino a mi Facebook. He publicado viejos dibujos perdidos en un cajón y muchas citas, aunque nada de lo expuesto aquí llegaba fresco de mi estudio. Hoy me voy a atrever, voy a hacer de amigo apremiante de Facebook y a seguir el consejo de DFW a la vez, porque esto que he fotografiado clavado en un pilar de mi taller –y les enseño al principio– es una pequeña muestra potable de hoy mismo. Les juro que he dado un sorbito y no me ha pasado nada malo.

“POTABLE”
 2013
 11 x 8 x 8 centímetros
Vaso de plástico, agua surtida del grifo de mi estudio y pagada a la Mancomunidad de Aguas, un clavo y un tirafondo de acero, taco de plástico y tinta de rotulador indeleble poco indeleble porque se ve que se está borrando

viernes, 5 de abril de 2013

Medusas
























"…y una vez acabado el horno, con todo el ardor del mundo, me preparé para fundir la estatua de la Mesusa, la cual es aquella mujer retorcida que está a los pies del Perseo. Y por ser aquella fundición cosa muy difícil, yo no quise que faltase ninguna de las prácticas que había aprendido para no caer en ningún error; y así, la primera fundición que quedó en mi horno quedó bien de manera superlativa, y era tan limpia que mis amigos no creían  que la tenía que pulir; lo cual han encontrado ciertos alemanes y franceses, los cuales dicen y se alaban de bellísimos secretos para fundir bronces sin tener que pulirlos luego; cosa de locos, porque el bronce, una vez fundido, hay que volver a limpiarlo con martillos y cinceles, como hacían los maravillosos antiguos, y como todavía hacen los modernos, es decir, me refiero a los modernos que han sabido trabajar el bronce."

Pág. 428
Vida de Benvenuto Cellini (La vita de Benvenuto Cellini Fiorentino)
Traducción de Valentí Gómez Oliver
Alianza editorial, S.A. 2006

Benvenuto Cellini, escultor florentino, no encontró demasiados problemas para fundir el cuerpo de Medusa: salió perfecto, un bronce impecable; en varias líneas de su autobiografía describe el proceso y recuerda a los fundidores alemanes y franceses que desarrollaron una técnica por la que la superficie de los bronces no necesitaba retoques después de la colada. “Cosa de locos”. Según estos, el cuerpo de bronce de Medusa tampoco necesitaría ser retocado pero él, Benvenuto Cellini, heredero directo de los clásicos, usa la técnica de los maestros antiguos que bruñían y cincelaban todos sus bronces. No todo en “La Vida” de Benvenuto resultó tan fluido como el colado del cuerpo de Medusa, me refiero a su vida artística plagada de interrupciones; un capítulo antes, relata su partida precipitada a Venecia para no ceder al chantaje de una meretriz madre de uno de sus ayudantes “muy guapo”. La meretriz le acusaba y pedía dinero: el muchachito guapo había servido de modelo y había recibido demasiadas atenciones del escultor porque la naturaleza es la mejor escuela.
“Me serví de aquel muchacho para copiarlo, porque no tenemos otros libros que nos enseñen el arte, sino la naturaleza.”
Suponemos que es modelo para el Perseo aunque en estas líneas no me queda muy claro, ¿podría haber servido también de modelo para el cuerpo de medusa? El cuerpo de medusa resulta femenino si exceptuamos los brazos: los muslos suaves, la cadera y el vientre que se retuerce bajo el peso de Perseo erguido sobre ella; Medusa muere en pose contorsionista, la mano izquierda sujeta el tobillo izquierdo mientras el pie derecho descansa sobre la rodilla izquierda, para eso ha debido girar la cintura hacia la derecha manteniendo los hombros horizontales, paralelos al suelo.

No he podido averiguar cuánto tardó Cellini en concluir su Perseo. En la página 409, al principio del capítulo LIII de la segunda parte, nos dice que llega a Florencia en agosto de 1545, entonces el duque Cosimo I le encarga un Perseo para la Piazza della Signoria al lado del David de Miguel Ángel y de la Judith de Donatello. Por fin Cellini puede demostrar que no es sólo orfebre, también es escultor, un escultor comparable a los dos incuestionables maestros. Según el traductor y prologuista terminará el Perseo en 1549, es decir en cuatro años de trabajo, que en “La Vida” se ven interrumpidos por la mencionada acusación de sodomía, por dolores de riñones, fiebres y sobre todo por los caprichos del duque y la duquesa que le exigen piezas de orfebrería, restauraciones e innumerables fruslerías; tampoco debemos olvidar las intrigas de unos envidiosos cortesanos y artistas rivales entre los que destaca el escultor Bandinelli. Cuatro años según el traductor y casi diez años según el historiador de arte Rudolf Wittkower que en su estudio “La escultura: procesos y principios”, publicado en Alianza Forma, dedica un capitulo especial a Giambolonga y Cellini. Algunos críticos Don Erre que Erre insisten en ponerle peros al Perseo, opinan que es un trabajo de orfebrería ampliado, que falla en proporciones, que los brazos de Perseo son exageradamente largos, la cabeza pequeña y bla, bla, bla.  Wittkower considera a Cellini un maestro indiscutible de la escultura, hizo pocas esculturas, es cierto, demasiadas interrupciones; hasta los 46 años no vivió en la misma ciudad más de cinco años seguidos, pero, sin los avances de Cellini, Gianbologna no hubiera realizado muchas de sus esculturas en bronce; el Perseo es el mejor bronce del siglo XVI y su cristo de mármol, también el mejor cristo, sentencia Wittkower. “La escultura: procesos y principios” es un libro con el que pasé gratos momentos aunque Witkower no necesita convencerme; he visto y fotografiado el Perseo restaurado en su Loggia dei Lanzi, lo he apreciado sin los churretones y cagadas de palomas que presenta en los viejos manuales de  escultura. Yo nunca me atrevería a ponerle peros, ni  por delante ni por detrás ni por ninguna de sus vistas, ya sean ocho, dieciséis, infinitas o  las que quiera precisarme el especialista de turno en multifacialidad escultórica.

Al revisar mis fotos turísticas de 2007 me doy cuenta de que necesito volver a Florencia para obtener una vista cenital de la Medusa. Entre las fotos que tomé desde una ventana del Palazzo Vecchio, no llega a aparecer el conjunto escultórico; el cristal y algún obstáculo salva-turistas impidió que Perseo y Medusa entrasen en mi encuadre. Tampoco Google Maps y Google Earth me dejan acercarme para obtener una vista cenital de la escultura. Vaya birria de Google Maps y Google Earth.

He encontrado en la relectura rápida de “La Vida” para este artículo que una guerra contra Siena coincidió con los últimos retoques de la escultura. Sería una buena pista del tiempo trascurrido desde aquel verano de 1545. Tengo pocas ganas de buscar la fecha de esta guerra con Siena, supongo que el traductor Gómez Oliver y el historiador Wittkower lo habrán hecho. Uno de los dos se equivoca. Emprendo mi investigación: tecleo “guerra de Siena duque Cosimo I” en el buscador y encuentro este dato de Wikipedia:
“En 1554 Cosme obtuvo la autorización del Emperador para hacer la guerra contra Siena utilizando su propio ejército. Después de vencer en la batalla de Marciano, asedió Siena. El 17 de abril de 1555, la ciudad cayó: la población había disminuido de 40 mil a 6 mil habitantes.”
Casi diez años. Wikipedia coincide con Wittkower. Concluyo esta investigación que, ustedes son testigos, no ha cumplido el mínimo rigor como para rechazar un dato vertido en el prólogo de Gómez Oliver. Prólogo ameno y convincente, dicho sea de paso.

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Perseo porta la cabeza cortada de Medusa en la mano y la usa como arma porque los ojos de Medusa siguen paralizando a quien los mira. Los convierte en piedra, en estatuas. Luego Perseo regala la cabeza a Atenea que la coloca un su escudo. Construye así un artilugio prefotográfico. Quien se ponga delante de este escudo y mire a los ojos de Medusa (mire al pajarito) quedará congelado, se hará estatua. Este año en la CES (Consumer Electronic Show, en español Feria Internacional de Electrónica de Consumo) han anunciado que en un futuro inmediato van a abaratarse y proliferar las impresoras 3D; la cabeza de Medusa es un antecedente de esta moderna tecnología. 

–Eh, ¿dónde vas tú, duchampiano?
Alguna vez me han llamado duchampiano, me suena un poco a insulto, lo dejo estar para no discutir, pero no soy tan duchampiano como para descifrar si la cabeza de Medusa obtiene “ready-mades”. Convierte en piedra a seres mitológicos, a héroes, a monstruos a personas o animales. Los convierte a estatua que no representa nada, no pierden su originalidad; supongo que, en todo caso, serán “ready-mades ayudados” porque reciben una ayuda sencilla, un cambio de material. Hemos visto algunas veces personas vivas o muertas expuestas como objeto artístico en museos y salas de arte. Sin ir más lejos, la semana pasada la actriz Tilda Swinton reinterpretó en el MoMA una performance que ya presentó en colaboración con Cornelia Parker en 1995, y ha salido en los telediarios: (actriz viva, cristal, acero, colchón, almohada, lino, agua y anteojos) “The Maybe”, se titula la obra. Lo nuevo, explican desde el MoMA, es que la performance aparecerá sin previo anuncio, por sorpresa. Sí, muy original y más visto que el tebeo.

http://www.newrepublic.com/article/112782/real-story-behind-tilda-swintons-performance-moma#

¿Medusa, Perseo y Atenea son duchampianos? Muchos duchampianos en la mitóloga y en las altas esferas; y no quiero pensar en la mujer de Lot convertida en estatua de sal. ¿De quien fue la culpa? ¿De los sodomitas, de Lot por no advertirle, o fue sólo culpa de ella, Edith, una curiosa y desobediente duchampiana? ¿Quién es duchampiano? No pretendo mirar más arriba para descubrir El Primer Duchampiano; no quiero líos, olvidaré la teoría del arte para centrarme en los ojos de Medusa. Esos ojos y su relación con la fotografía y el arte inspiran la última novela de Ricardo Menéndez Salmón.

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Han pasado dos meses desde que leí la novela “Medusa” de Ricardo Menéndez Salmón. He roto el misterio: “la novela”; no importaría si en vez de una novela fuese un ensayo: el narrador empieza diferenciando entre Mito e Historia, sabe de filosofía y baraja los términos con propiedad, a mí me parece un “embrollo matizado”: relaciona Mito e Historia y los distingue por un matiz que se mueve en degradado de un término a otro, léanlo y me lo explican. Desde la primera página, el narrador erudito, no demasiado porque de serlo no recomendaría aquí su lectura, deja ver las reflexiones sobre arte de algunos notables: Adorno, W. Benjamin, Sócrates, Platón, Nietzsche, Marx y Roland Barthes. A Susan Sontag no la nombra pero revolotea.

Como yo no he leído a Adorno, pero lo haré pronto, ni a W. Benjamin, pero lo haré pronto, de Sócrates y Platón sé lo que estudié en COU y me vale así que no encontraré más tiempo para ellos de momento, Marx me da pereza y lo leeré más tarde, muy tarde, he leído un poco de Susan Sontag, empecé “Sobre la fotografía” y lo terminé pese a la incómoda tipografía de mi preciosa edición de Edhasa 1991 aunque el libro de Sontag que aquí revolotea es “Ante el dolor de los demás”, y a Rolan Barthes también lo he leído, mira por dónde; el porcentaje de mi ignorancia es elevado para judgar la erudición del narrador.

Una duda que surge es si el fotógrafo, pintor y cineasta protagonista existe. Yo, que no he leído apenas pensadores pero he visto montones de cromos en libros de arte, sé que no existe, que los museos citados en la novela no albergan las obras de este artista que supongo primero un pintor de la nueva objetividad y luego un peculiar cineasta, fotógrafo y documentalista. Termina la novela en 1962 cuando el artista retrata en Japón una familia que sufre la radiación de la bomba atómica en diferentes generaciones: cuatro polípticos con cuatro elementos cada uno, desplegados trasladando el modelo catedralício al ámbito de lo fotográfico para que el espectador se sienta “dentro de una obra de arte”. Son murales fotográficos de formato cuadrado, “dieciséis cuadrados perfectos de cuatro metros cuadrados de superficie cada uno”. Fotografías en color. Dos por dos metros: no conozco fotografías de tal envergadura en esa época. Se ha pasado nuestro narrador, porque en esos años no existían medios técnicos para realizarlas. En blanco y negro sí, en blanco y negro se podría emulsionar cualquier superficie, exponerla a la luz y revelarla con brochas, con esponjas o en cubetas diseñadas a tal fin. El revelado en color es más crítico y estas fotos son en color. Podrían ser murales montado por trozos, a lo Gilbert & George, por ejemplo, cuatro cuadros de un metro hacen uno de dos metros cuadrados, o dos bandas de dos metros por uno o cuatro bandas de medio metro por dos. Pero no es así como se nos describe: especifica cuatro metros cuadrados y en cuadrados de dos por dos. Yo creo que no había fotos así; podrían ser cuatricomías como las de vallas publicitarias montadas en bandas de un metro de ancho, podría tratarse de serigrafías o de otro proceso de fotograbado, pero el narrador nos dice que son fotografías, que el artista las embala con cuidado porque son fotos. Sé que soy puntilloso pero si comparo las piezas que nos describe Ricardo Menéndez Salmón con las que describe Houellebecq en “El mapa y el territorio”, las de éste son más verosímiles. Es un detalle sin importancia; es literatura, son novelas, y en ésta nada impediría al protagonista, un artista cotizado, contactar con Fujifilm, por ejemplo, para que le fabricasen y procesasen un papel especial. Producciones más complicadas se han visto; pero me parece que Menéndez Salmón se ha pasado en la medida, que ha descuidado el detalle.

Si comparo “Medusa” con “El mapa y el territorio”, no es para denostarla ni mucho menos; me gustó “El mapa y el territorio”, y un artista ficticio del futuro es más verosímil que uno que ya no existió en el pasado; por otra parte, el artista de “Medusa” es más anfibio y por tanto más apropiado para nuestro espacio. Al crear este blog pensé escribir reseñas sobre literatura. Reseñas sobre lecturas que tratasen el arte por algún lado, novelas en las que apareciese un pintor, un cuadro, una referencia artística. No era necesario que, como en “El Mapa y el territorio”, la protagonizase un artista, pero resulta que todos los libros que leo tocan el arte, no por casualidad sino porque me interesa, por eso elijo estos libros; y además, el arte está en todas partes y los escritores, ya sean aficionados o no a la pintura, entiendan un poco, no tengan ni idea de arte o incluso detesten el arte contemporáneo, usan el arte para lucirse, describen cuadros para introducir reflexiones, recrear imágenes y relacionar sensaciones. Deseché estas reseñas literarias. Me vería obligado a escribir sobre todos los libros que leyera y esto no es un blog de literatura esto es “UN BLOG DE ARTE ANFIBIO” como pone a la derecha debajo de la cabecera y en azul. Cambié de idea, sería más restrictivo escribir sobre literatura que no toca el arte en absoluto, y me resultó casi imposible encontrarla, siempre aparece algún pintor, fotógrafo, artista asistente de publicidad, una referencia cultureta del escritor a una obra señalada, siempre algo. Por ejemplo, esta Navidad a punto de terminar “Black, Black, Black” de Marta Sanz creía haberme topado al fin con una novela sin artistas ni arte, y eso que un personaje que disecaba mariposas con una sensibilidad especial casi me agua la fiesta, pero no llegó a artista, se quedó en estudiante de biología; pues al final de Black, Black, Black, de sopetón aparece el nombre de uno de mis artistas favoritos definiendo un color. “Azul Klein” leo, y veo el color, y recuerdo ese azulete parecido al que llamábamos “Azul Rementería” en la facultad de Bellas Artes de Bilbao porque, a finales de los 80, este pintor y profesor nuestro compraba un azul ultramarino en droguerías y lo ponía en todos sus cuadros post-expresionistas-trasvanguardistas-de-movida-ochentera-con-cierto-aire-pop-a-lo-David-Hockney, y nosotros, estudiantes de segundo y tercero en la facultad, todavía no habíamos aprendido que Ives Klein había patentado un nombre internacional para un azul parecido al “Azul Rementería”.
El libro que leí antes de “Medusa” es “La pista de hielo” de Bolaño. Tampoco hay artistas plásticos, pero por los pelos, porque hay una patinadora artística; así que ya ven, me resulta difícil encontrar una obra literaria limpia de arte y artistas.

Comparo “Medusa” con “El mapa y el territorio” para incluirla en un grupo selecto de lecturas. “Medusa” comparte elementos de obras y de artistas que aprecio. Prohaska, como se llama el artista protagonista, no se parece a Jed Martin, el artista de “El mapa y el territorio”, éste es más sensible, aunque también es impertérrito, como lo son Prohaska y Archimboldi, el escritor protagonista de “2666” de Bolaño. Prohaska desaparece una temporada durante la segunda guerra mundial, nadie sabe dónde ha estado, qué ha hecho; una laguna parecida se extiende en la vida de Archimboldi, también desaparece un tiempo en el que nadie sabe qué hizo ni dónde. Archimboldi y Prohaska esquivan muchas balas y están cerca de la muerte y la barbarie, más cerca de la infamia Prohaska porque Archimboldi lucha en el Este mientras Prohaska filma ejecuciones nazis. Ambos son alemanes del norte. Ambos soldados impasibles y estupefactos.

El mar está presente en “Medusa” desde la portada de Seix Barral. He escrito que Prohaska es más anfibio. Nace a orillas del mar y nunca olvida las montañas de arenques muertos que un día de niño encontró en la playa. A mí, que no soy europeo del norte y he visto pocos arenques, los que encuentra Prohaska me traen páginas que tampoco olvido de “Los anillos de Saturno” de Sebald. Después de la segunda querra mundial, Prohaska viaja en barco de continente en continente para fotografiar episodios de crueldad; en lejanos puertos contempla esa superficie que llega hasta el Mar del Norte de su infancia, el mar es un manto que conecta la atrocidad en el mundo. Lean “Medusa” y discúlpenme si desvelo que al final Prohaska desaparece en el mar; quizá no sea el único, quizá muchos artistas desaparecieron en el mar, pero yo del que me acuerdo es de Arthur Cravan, no lo puedo remediar.

"Medusa". Foto de portada en Seix Barral. 2012. (recorte)


lunes, 25 de febrero de 2013

Al fondo a la izquierda, en la tercera balda de la antepenúltima columna de anaqueles, varios títulos de la sección “Divulgación científica”.
A la misma altura, un libro de la sección colindante “Agricultura” compone el primer verso.

















Librería Gómez Técnica. Avenida Pio XII, 35, Pamplona
Cadavre exquis. Clicar para ampliar