sábado, 19 de abril de 2014

Contar Contax


“Me arrastré hasta donde se encontraba mi amigo Larry, el capellán irlandés del regimiento, quien blasfemaba mejor que cualquier aficionado. “¡maldito medio gabacho!”, gruñó. “si no querías estar aquí, ¿por qué carajo volviste?” Reconfortado así por el clero, saqué mi segunda Contax y empecé a disparar sin asomar la cabeza. 
Desde el aire, Easy Red debía parecer una lata de sardinas abierta. Las fotos hechas desde el ángulo de esta sardina no mostraron más que botas mojadas y caras verdes.[...]
El siguiente obús cayó entre el alambre y el mar, y todas las piezas de metralla encontraron un cuerpo en que incrustarse. El cura irlandés y el médico judío fueron los primeros en levantarse en Easy Red. Hice la foto. Cayó otro obús, aún más cerca. Yo no me atrevía a quitar el ojo del visor de mi Contax y disparaba frenéticamente una y otra vez. Treinta segundos después, la cámara se atascó: se había terminado la película. Rebusqué en el macuto en busca de otro rollo. Lo encontré, pero mis manos mojadas y temblorosas lo echaron a perder antes de que pudiera colocarlo en la cámara.
Me detuve por un momento y fue entonces cuando empecé a pasarlo mal.
La cámara vacía me temblaba en las manos. Era un nuevo tipo de miedo el que me sacudía el cuerpo de pies a cabeza y me crispaba la cara. [...]” 
Robert Capa. “Ligeramente desenfocado”. Página 172. La Fábrica Editorial, 2009. Traducción: Miguel Marqués

Yo quería saber como era la segunda Contax de la que habla Robert Capa en su novela autobiográfica “Ligeramente desenfocado”. Podía imaginar que la segunda Contax era igual que la primera aunque Capa habla más de su segunda Contax; y entendía que la primera era la primera en la que se terminaba el rollo y la segunda era la que quedaba cargada y disponible, y así, ambas cámaras se alternaban y eran primera o segunda cuando les tocaba. Pero, el día D, Capa termina el rollo de la segunda Contax e intenta cargar la cámara; no especifica si cambia de Contax, hace una elipsis narrativa; no lo cuenta: o quiere cargar la segunda Contax, la que tiene en la mano, o cualquiera, porque las dos cuelgan vacías de su cuello. A mí me parece que se trata de la segunda. Nos cuenta que el día D, en la playa de Saint-Laurent-sur-Mer, por la humedad y por el miedo, las manos le temblaban de tal forma que no fue capaz de cargar el último rollo en la Contax; releo, y ya no sé bien de qué Contax se trata, no dice si ha sacado la película de la segunda o si carga la primera aunque, si la primera guardase un rollo terminado durante el combate, lo normal sería abrir la Contax en uso, la segunda, sacar el rollo gastado, cargar el nuevo, cerrarla y seguir disparando esa cámara a la espera de un momento de calma para cargar la otra, y, cuando completase el rollo, la otra pasaría a ser también la segunda, y así, turnando el puesto, las dos serían segundas o primeras.
De hecho, poco más adelante, en el mismo párrafo y en los siguientes, Capa retrocede y alcanza un pequeño barco de donde salen enfermeros con cruces pintadas en los cascos y allí encuentra el momento para cargar las cámaras.
 
“El barco comenzó a escorar, así que el capitán decidió comenzar a separarse lentamente de la playa para intentar llegar al buque nodriza antes de que nos hundiéramos. Yo bajé a la sala de máquinas, me sequé las manos y les puse nuevos rollos a las cámaras. Subí de nuevo a la cubierta a tiempo de tomar la última foto de la playa cubierta de humo. Luego fotografié a la tripulación mientras se hacían transfusiones de sangre en cubierta. Una barcaza pasó junto a nosotros y nos evacuó del barco que ya comenzaba a sumergirse. Pasar a los heridos graves del barco a la barcaza con el mar crespo fue una tarea difícil. Ya no tomé mas fotos; estaba demasiado ocupado transportando camillas.[...]”

Página 173

No debería darle más vueltas, esto todavía no es una tesis doctoral fotográfica. Podría suponer otras variables: Capa cargaba las Contax con diferentes tipos de película, opción que ni se insinúa en la novela y que supongo errónea en ese periodo de guerra; o Capa armaba cada cámara con una óptica diferente, opción que contrasto con las imágenes que acompañan la novela. Distingo entre las fotografías rectangulares, las de las Contax, lentes más cortas y más largas. Pero esta variable se podría confundir con la de cargar ambas cámaras, alternarlas cuando el carrete se acaba y cambiarles la lente indistintamente, y, si tuviera que decantarme por esto, supondría que la segunda Contax de Capa era la de óptica más larga. Las suposiciones me dejan en callejones cerrados, y la curiosidad me empuja a salir de los callejones, abrir una puerta, no suponer, mirar, y como Robert capa saltar con paracaídas a riesgo de caer sobre las copas de los árboles en terreno enemigo y quedar colgado de las ramas a merced de los francotiradores; o aterrizar en el barro, quedar enredado entre arneses, cuerdas de paracaídas y lodo hasta ser hecho prisionero, que es que más o menos lo que me ocurrió.

Aterricé en un foro de Fotografía mientras buscaba la segunda Contax de Robert Capa. Caí en todo el fango de un foro donde alguien aseguraba que Capa se inventó la historia del laboratorio que destrozó sus fotos del día D, cuando, en realidad, se cagó en los pantalones: “se sh** en los pantalones”, leo, porque mi navegador Chrome tiene un traductor automático que no me permite leer en inglés directamente, y, si yo no domino inglés, mi navegador Chrome no tiene imaginación y no sabe que sh** es autocensura del forista fotógrafo que dice que Capa se cagó en los pantalones y no hizo ninguna foto aceptable y por eso inventó luego una excusa; el forista es muy exigente, si él hubiera estado allí, habría fotografiado las balas que se acercaban a su entrecejo con el tiempo de exposición y la velocidad de obturación ajustadísimas para representar una profundidad de campo exquisita: la punta de plomo nítida y el resto de la bala en desenfoque progresivo, ¿cómo denominan a eso los foristas fotógrafos?, ¿un bokeh precioso? Incluso, conforme vería acercarse la bala, el forista fotógrafo, todo un prodigio de inteligencia y habilidad humana, habría cambiado el Summicron por el Summilux para, aparte de ajustar esa velocidad alta y enfocar con precisión la punta roma de una bala alemana acercándose al propio entrecejo, aparte de eso, fardar de óptica un montón frente al enemigo. Pero Capa escribe que llevaba Contax, y especifica que días más tarde, en Bélgica, llevaba dos Contax y una Rolleiflex. No importa, porque el forista duda, quizás Capa llevase Leicas, los foristas son así, no se creen nada, y hacen bien, porque “Ligeramente desenfocado” es una novela, y los nombres están cambiados y Capa fantasea bastante para aportar dramatismo, interés y humor a la cosa. Dramatismo escrito porque la guerra nunca se llega a fotografiar del todo, nos cuenta; y el libro se ilustra con fotos de guerra que no se ajustan exactamente al relato. Quizás Contax le pagaba por decir que usaba Contax, hubiera sido lo apropiado y Capa sabía trapichear –Cartier-Bresson atestigua más tarde que, aunque Capa parecía el miembro fundador menos responsable, fue quien al principio mantuvo la agencia Magnum a flote, porque era quien sabía regatear y negociar, un experto trapichero–, pero no sé si en tiempos de la guerra el marketing de equipaciones fotográficas iba por esos derroteros; en la novela, Capa describe sus relaciones con las revistas, agencias de prensa, relaciones públicas, ventas y contratos de sus fotografías. Si hay retratos del propio Capa con dos Contax al cuello, no es suficiente prueba para el forista fotógrafo, que sigue dudando.

Sobre el fin de las fotos del desembarco Capa escribe esto:

“Siete días más tarde, me enteré de que las fotografías que había tomado en Easy Red se consideraban las mejores del desembarco.
Sin embargo, un emocionado asistente de laboratorio había aplicado demasiado calor al secar los negativos; las emulsiones se fundieron y se destintaron ante los ojos de toda la oficina de Londres. De ciento seis fotos que había tomado, sólo se pudieron salvar ocho. Los pies de foto de las fotografías, desenfocadas por el calor, decían que las manos de Capa habían temblado violentamente.”

Robert Capa. “Ligeramente desenfocado”. Páginas 174,175. La Fabrica Editorial, 2009. Traducción: Miguel Marqués




sábado, 12 de abril de 2014

Si nadie lee los blogs de quienes se lo curran día a día, imagínate cómo te agradezco yo que hayas llegado hasta aquí. Andrés Trapiello dice que algunos pagarían para que les leyeran sus blogs. Yo de momento no me atrevo a abonar una suscripción mínima anual de cinco euros a todos los que me lean. Soy tacaño, miembro fundador de la cofradía anfibia del puño cerrado. No me lee mucha gente aunque mi contador de visitas marca ahora 13.015. Es a un par robots made in USA y otro par fabricados en Rusia a quienes debería soltar la mosca. A los robots, gracias; y a ti, muchas gracias.
Trapiello también ha comentado lo de Olmos: que el tío se ha “encriptado”. ¿Encriptado? Sigo leyendo y sí, leo que hay que pagar a Olmos porque ha cambiado su blog a un .com con suscripción mínima de cinco euros al año: eso es encriptarse. Al revés que otros blogueros, Olmos quiere cobrar. Bien, me parece bien, lo digo en serio, nada de ironías. ¡Ole Olmos! Trapiello en su Hemeroflexia de hoy dice que a la mayoría de los blogs nadie los mira . Eso debe de ser bien cierto porque me había olvidado de Trapiello y de Olmos, y eso que los guardo en mi carpeta de blogs favoritos pero, cuando me siento a decidir qué mirar en el navegador y despliego la carpeta “blogs favoritos”, entre la lista de blogs, Hemeroflexia de Trapiello y Lector Mal-Herido Inc. de Olmos se me hacen invisibles. No hay afinidad, no hay ganas, me dan pereza, mucha pereza por lo carpetovetónico. Es lo que Olmos y Trapiello aplauden lo que no me apetece nada; porque ambos escriben bien: Olmos con su chispa es rápido e ingenioso; Trapiello, más espeso, se me hace bolo; pero a veces, muy pocas, me llega su poética; nunca cuando va al rastro ni cuando publicita, hinchado de orgullo paterno, las fotos y dibujos de sus hijos varones. Pero Olmos y Trapiello nos regalan ingenio con generosidad y constancia. A tope, que cobren. Yo apoyo la moción: cinco euros al año y más, se merecen más. A mí se me habían olvidado, hasta que un amigo del Facebook ha “compartido” la Hemeroflexia de hoy y la imagen de unas guardas del siglo XVIII con cuadraditos pintados a mano que ilustra la entrada me ha llegado especialmente. Lo dicho: a veces me toca su poética, además estoy tomando cursos de encuadernación; todo se junta.


domingo, 6 de abril de 2014

Había una intención para relacionar los nombres de Galois y Poinsot. Du Santoy apunta a que Poinsot era el experto en simetrías de pentágonos y dodecaedros que hubiera entendido la revolución matemática de Galois que resolvía definitivamente la imposibilidad de una fórmula general para las ecuaciones quínticas. Ahora los matemáticos lo muestran gráficamente resumiendo las ecuaciones de tercer grado con las simetrías de un triángulo, las ecuaciones cuadráticas con las simetrías de un cuadrado, y las ecuaciones quínticas con las simetrías de un pentágono. Un pentágono puede componer un dodecaedro.... o un dodecaedro de Poinsot, que está en uno de los grupos de Galois, que no dijo que veía grupos de simetrías de formas, pero veía descomposiciones de soluciones a ecuaciones de quinto grado.

¿En qué grupo de ecuaciones colocaríamos las posibilidades de lo no ocurrido?: lo que hubiera pasado si Poinsot hubiera leído el tratado de Galois, le hubiera otorgado el premio antes que a Abel, o, si no, al menos hubiera reconocido el valor de su trabajo y Galois habría ingresado en la Academia como joven genio, y su temperamento se habría atemperado; o no, no se habría atemperado e irremisiblemente se vería envuelto en aquel duelo; pero, aunque se hubiera retado, quizás no se hubiera pasado toda la noche escribiendo sus descubrimientos para la posteridad, habría dormido y, descansado, se habría presentado en mejor forma y tal vez habría esquivado esa bala; ¿qué potencia ponemos a x en una ecuación que resuelva las posibilidades del pasado no ocurrido?: posiblemente cinco o más; y Galois ya demostró que no hay fórmula general para llegar a sus cinco o más soluciones.