sábado, 29 de octubre de 2011

Lobos de mar, capullos, zuecos y un caballito blanco

Una noche en la ciudad de Sète pedí pescado para cenar. Loup de mer, ponía en la carta. No supe reconocer el bicho que sirvieron en mi plato. Lo malo no era la especie de pez, sino de restaurante. Caí en la cuenta de que era lubina años más tarde en un Restaurante Francés que hay en el centro de Rabat donde probé el mejor loup de mer o lubina de mi vida. Sobre cocina no debo generalizar.
Brassens nació en Sète. 


En el colegio cantábamos “Les Sabots d'Hélène”. Nos la enseñaron antes que “La mala reputación”.


Brassens añadió a su repertorio el poema de Paul Fort “Complainte du petit cheval blanc” (Canción triste para un caballito blanco). Cuántos pobres niños (y no tan niños) traumatizados por la suerte del caballito que murió sin ver el buen tiempo, ¡con lo valiente que era! Murió sin ver la primavera ni detrás ni delante.


El sábado pasado, George Brassens hubiera cumplido 90 años; hoy hace 30 que murió. No le enterraron en la playa de Sète como pedía en otra canción.

viernes, 21 de octubre de 2011

Aventuras musicales

Rodolfo Martín Villa apareció en la pantalla. Era un programa musical que rememoraba una de sus actuaciones estelares en la transición española. Vaya flema se gasta don Rodolfo. “Sí, las cosas salieron así, hubo víctimas entre los trabajadores pero la culpa no fue de la policía. Algunos familiares nos preguntaron si veníamos a rematar a los heridos cuando fuimos a visitarlos al hospital. Lo de ir al hospital fue idea de Fraga. Nunca he vivido una guerra, pero aquello debía de ser lo más parecido a una ciudad en guerra. Sí, así fue…” No sabría decir si ponía cara de resignación o de poker, porque era la cara de Martín Villa detrás de unas gafas no tan grandes como aquellas que usaba cuando era político de la transición.
Empecé a imaginar la remota opción de conocer a don Rodolfo porque me había presentado a unas becas de creación artística que convoca la Fundación en la que ejerce de presidente honorífico. Quizá pudiera saludarle, entablar amistad. Después, en un requiebro de mi estúpida fantasía, le invitaba a pacharanes por Sanfermín y luego a kalimotxos por las txosnas deVitoria-Gasteiz durante la Virgen Blanca.
–¡Tú estás tonto perdido!
–Fofito Grillo, ¡cuánto tiempo! Tienes razón, sería preferible ir de pacharanes y kalimotxos con Kate Moss que con Martín Villa, pero me ha surgido así. Es una fantasía ridícula.
–Yo no critico tus ensoñaciones, recuerda que ahora hablamos en tu imaginación. Te llamo idiota por tu insistencia en presentarte a becas que nunca te darán.
Así ha sido. El profesionalísimo jurado de esta convocatoria no me ha concedido ninguna beca. Entre nada más que 926 artistas de España no soy uno de los cinco becarios, no ha podido ser: soy más malo que el puto sebo. ¡Qué desastre! Me lo advirtió Fofito Grillo. “No te presentes, ¿no ves que el jurado lo compone el equipo de siempre, con el grupito de tres señores y la señora que acuden juntitos a repartir becas y a seleccionar artistas en las bienales y concursos en los que nunca te dan más bola que la de dejar tus solicitudes en el montón de los mantas? ¿Y cómo se te ocurre enviar ese libro en el que halagas las nutridas carrilleras de los señores jurados y les llamas tragaldabas? ¡Vaya forma de malgastar los 15 euros en sellos que te ha costado enviar la documentación!
Ahora Fofito Grillo me mira con su cara de “¿No ves?, te lo dije”. Pero no parece enfadado del todo, intenta ponerse serio y está aguantando la risa.
–Que no me río, que no –dice apretando las mandíbulas a punto de estallar.
–Mira Fofito Grillo, si hubiesen abierto el libro, que no lo creo, lo de “tragaldabas” no lo habrían leído porque no han tenido tiempo de leer nada, y mandé el libro porque ya estaba impreso, con sus fotitos a todo color, y no me costó más esfuerzo que el de meterlo en un sobre y pagar los 15 euros de sellos. En los tiempos que corren, no es malo tender un hilito de esperanza. Lo cierto es que hasta que no vi a Martín Villa en la tele no me acordaba de sus becas. Me ocurre con la lotería, no me acuerdo del boleto y luego ni miro el resultado.
–Pues deberías mirarlo porque es más fácil que te toque el gordo de navidad que conseguir una beca cuando el jurado es la Familia Telerín, la Familia Trapisonda o cualquier otra familia de jurados que reparten becas por España. Incluso si no compras ningún boleto, es más probable que te toque el gordo. Y da igual el jurado, ya no tienes edad para ir de becario.
–Que sepas que en esta edición han concedido becas a artistas más viejos que yo –le digo.
–Pues… Nos dejaaaron en derrooota –empieza a cantar.
Y como tantas veces tras la resolución de un concurso, entonamos a coro este himno de Les Luthiers que nos recuerda la guerra de dossieres, la contienda de artistas, y el resultado de las escaramuzas.

Al terminar, Fofito Grillo me conmina a felicitar a los vencedores.
–Deportividad ante todo.
–¡Con lo poco que me gusta la gimnasia!
El capítulo dedicado a Lluis Llach fue el más aburrido de los documentales que he visto en el programa “Musical.es”, aunque tampoco estuvo mal. Me cae bien el Lluis Llach por eso, pero no es la alegría de la huerta que digamos. La película toma como excusa el 30 aniversario de la canción “Campanadas a Mort” que escribió la misma noche de los sucesos de Vitoria de 1976, recorre la trayectoria del cantautor y termina con un concierto ante familiares de las víctimas de la masacre que cometió una policía franquista cuando Franco llevaba muerto meses y gobernaba Arias Navarro, Fraga era ministro de la gobernación y don Rodolfo Martín Villa jefe de relaciones sindicales. Fraga no sale en el documental, pero don Rodolfo sí, don Rodolfo da la cara. Para los vitorianos (y para la historia) los responsables políticos fueron Fraga y Martín Villa (Suárez, que sustituía a Fraga de viaje diplomático en Alemania durante los hechos, no se libra del todo).
He disfrutado mucho con las películas sobre músicos que he visto por las noches del domingo en La 2. Lo mejor que he visto en la televisión, la verdad. La primera que vi era sobre el pianista y cantante Bola de Nieve, la semana siguiente vi otra sobre el concierto de Miles Davis y su banda en la isla de Wight en 1970, siguieron, aunque no recuerdo el orden, una sobre una estancia de los Rolling Stones en la costa Azul francesa, otra en la que entrevistaban a Phil Spector antes del veredicto definitivo del juicio por asesinar a la actriz Lana Clarkson de un disparo en la boca. La entrevista era de música y Phil Spector, muy modesto, se equiparaba con Leonardo, Galileo y Einstein porque lo había inventado todo y desvelaba algo que no sabía la gente: que incluso era responsable de los éxitos de Scorsese que es un desagradecido y nunca le reconoció su generosidad por no haberle paralizado su primera película, “La ley de la Calle (Mean Streets)”, que empezaba con su “Be my baby” y Scorsese no le pidió permiso para usar la canción en la cabecera: la puso de gratis y eso que “La ley de la calle” obtuvo gran éxito y al músico le hubiese correspondido un buen pico, pero como Scorsese era principiante Phil lo dejó estar, pero se lo pensó, a punto estuvo de pararle el estreno y no lo hizo; y luego Scorsese nunca le llamo para las bandas sonoras de sus superproducciones, el desagradecido. En esto tenía razón Phil Spector que, por supuesto, también habló mucho de su Muro de sonido y de que sus cantantes eran prescindibles: lo importante eran sus canciones y sus incomparables producciones de discos. The Crystals e incluso The Ronettes eran sustituibles, y Tony Bennett es un cocainómano que conste, y el Muro de sonido revolucionó la música como Bach por lo menos y se lo deberían reconocer pero no lo hacen porque le tienen envidia, está mal que sea él quien lo diga y de hecho no quería decirlo, pero así es. Menudo tipo Phil Spector. El retrato que le hacen en el documental “El tormento y el éxtasis de Phil Spector” es la caricatura de alguien al que se le escapó la pinza hasta infinito y más allá. Un tronado de record. En la entrevista se intercalan escenas del juicio y termina la película con el primer veredicto: el juicio es nulo, no se demuestra la culpabilidad. Tiempo después le condenaron a 19 años de cárcel por el homicidio. En fín, Phil Spector compuso muy bonitas canciones que al principio interpretó él mismo con su grupo Teddy Bears y luego compartió con infinidad de artistas.







Otro excelente documental, bastante largo, repasaba la vida de Joe Strummer con entrevistas a otros miembros de los Clash, a amigos, ex novias, e hijas.





domingo, 2 de octubre de 2011

Un comentario fuera de lugar

Buenas tardes. Quizás tiene usted un mal día. Un día de esos, no importa, mañana amanecerá. Porque pintores hay a porrillo, y alguno bueno tiene que haber. Es difícil encontrarlo porque todo se emborrona entre tanta masa; si usted es periodista cultural, lo sabe. Mi teoría es simplona: se trata de un problema de expectativas, y si esperas a Goya o a Velazquez pues te lías y te conformas con Antonio López; y por eso Muñoz Molina se pierde y termina celebrando a un pintor de cebras y bueyes que considera mejor artista que un operario del la red nacional de carreteras que pinta pasos de peatones. Creo que Muñoz Molina se equivoca. Claro que sólo es mi opinión, y yo estoy aquí, perdiendo el tiempo, mientras Muñoz Molina escribe novelas de más de mil páginas y enseña escritura creativa en una universidad de Nueva York y Calvo Serraller le invita a impartir un curso en la Cátedra de Jorge Oteiza y el daltonismo es compatible con la literatura y con la crítica del arte. Es cuestión de estadística, si abundan los pintores, tiene que haber buena pintura, la dificultad se planta delante de los ojos de los espectadores. Cuesta ver. La cantidad nos confunde. A mí la pintura no me interesa especialmente (no mucho más que otra forma de arte quiero decir). El artista de la novela de Houellebecq me parece bueno; yo creo que es más un artista de los noventa, pero eso no es problema. Sus retratos tienen buena pinta, pero habría que pintarlos de verdad, esa es la ventaja de la literatura, que basta con contar (bien) y ya nos imaginaremos los cuadros mientras pasamos las páginas. Las fotos de las guías Michelín también podrían ser buenas, esas sí que son piezas muy de los noventa. En fin, que sí hay pintores; me parece haber visto en revistas alguna pintora internacional que me ha interesado. Recuerdo una que se maneja en un circuito de primera con el aplauso de la crítica y el mercado. No pintaba nada extraordinario, también retratos, uno de la señora de Obama antes de ser primera dama con sus hijas descansando en un mitin, por ejemplo. Nada del otro mundo, hay mejores pintores y algunos recluidos en provincias y en circuitos perdidos y de segunda y en Art Paris, en Arcos y en las ferias adyacentes. He visto buenos cuadros y pésimos. Y los mejores seguramente se me han pasado. Aunque los que yo creo que son buenos no son tan buenos para otros ni para los críticos o compañía. Pero lo son. Quizás soy snob. Quizás es cuestión de daltonismo, siempre del daltonismo de los demás. También como espectador es imprescindible un puntito de artista, y me lanzo, me atrevo a pensar que difícilmente un cuadro de Goya pintado hoy lo apreciaría, por lo menos me costaría a no ser de que fuese uno de los grabados de los Chapman (que tampoco me flipan), y porque los grabados son viejos y de otro (de don Francisco de Goya y Lucientes) y por la publicidad de los artistas. Esnobismo y cuestión de expectativas. Porque Goya vivió en su momento y la trilogía de películas “Regreso al futuro” nos ha mostrado lo peligrosa que sería una paradoja espacio temporal.
Otra es lo de espaldas que están muchos escritores rancios y modernos al arte contemporáneo y viceversa. Muñoz Molina o Trapiello serían ejemplos (cito a dos que ya han nombrado en el blog de usted), y el otro día una gestora de exposiciones modernísimas me dio una definición de lo que ella entiende por una novela-novela, que era una definición de lo más novecentista, muy moderna, no sabía si reírme por dentro. Creo que lloré. Eso pasa por definir la novela-novela, como pasa cuando se busca la pintura-pintura. Lo que entendí como una falta de miopía artística en Houellebecq es de lo que más me gustó del “Mapa y el territorio”. Me gusta la novela y el artista protagonista parece bueno aunque su desorbitado éxito de ventas es todavía inverosímil porque en París, que yo sepa, no se manejan esas cifras ni formas de venta (subastas a lo Damien Hisrt). Pero ese mercado sí existe en el mundo, esa parte de la novela (la venta del arte) es ciencia ficción bien hilada. Otro gallo cantaría si la galería fuese española: sería otra literatura: teatro del absurdo.
Tiene usted razón, se habla poco de los pintores. Se volverá hablar, esto es cíclico. Y la revista francesa “Art Press” buscará su Jed Martin y lo encontrará. Parezco Rappel, pero eso creo. Y el arte contemporáneo no es tan malo ni tan invisible. Créame. A mí también me cuesta verlo pero siempre llevo la bayetita para limpiar mis gafas, que también tengo. Incluso me las quito y borroso lo veo más claro. No entiendo que Houellebecq reclame con su novela a un artista de referencia internacional, sólo inventa un artista francés de referencia en el arte francés, un protagonista para su novela. Y crea a un tímido, independiente, fiel al su trabajo, a su intuición artística, que triunfará en el mercado internacional con tan sólo tres series (cuatro si contamos sus obras de estudiante). Ese tipo de fantasías ocurren en las novelas, en los cuentos con artistas y hadas. La crítica más famosa del “Art Press”, Catherine M., dice que le gustaría encontrar un artista como él. Como Jed Martin. Si la crítica selecciona artistas entre sus amigos (que no dudo son buenísimos) y entre los que se le presentan en las fiestas y en concursos mil, y entre los que le mandan dossieres y están peleándose ahí, en la pomada, no lo encontrará. El artista encerrado en su estudio no existe. Bueno sí, está en su estudio y puede ser un genio, pero no existe porque hace falta un milagro para encontrarlo y los milagros son timos (menos los que confirman el Papa y sus homólogos, que no quiero ahora herir sensibilidades religiosas). Es lo que muchos críticos quieren descubrir: su genio perdido, su milagro. Debe de tratarse de un síndrome. El síndrome de Harald Szeemann.
Por cierto, cada vez me encuentro con más novelas que protagoniza un artista o el arte moderno sale por ahí como ambientando.
Disculpe las molestias.
Un saludo.