sábado, 29 de octubre de 2011

Lobos de mar, capullos, zuecos y un caballito blanco

Una noche en la ciudad de Sète pedí pescado para cenar. Loup de mer, ponía en la carta. No supe reconocer el bicho que sirvieron en mi plato. Lo malo no era la especie de pez, sino de restaurante. Caí en la cuenta de que era lubina años más tarde en un Restaurante Francés que hay en el centro de Rabat donde probé el mejor loup de mer o lubina de mi vida. Sobre cocina no debo generalizar.
Brassens nació en Sète. 


En el colegio cantábamos “Les Sabots d'Hélène”. Nos la enseñaron antes que “La mala reputación”.


Brassens añadió a su repertorio el poema de Paul Fort “Complainte du petit cheval blanc” (Canción triste para un caballito blanco). Cuántos pobres niños (y no tan niños) traumatizados por la suerte del caballito que murió sin ver el buen tiempo, ¡con lo valiente que era! Murió sin ver la primavera ni detrás ni delante.


El sábado pasado, George Brassens hubiera cumplido 90 años; hoy hace 30 que murió. No le enterraron en la playa de Sète como pedía en otra canción.

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