domingo, 10 de abril de 2011

Cada cual en su línea


–Como si nada, sin dramatismo; has dado un paso al frente y te has sumido en una niebla, pisando sobre vacío, pero no te has precipitado hacia abajo. Un paso atrás y la niebla se disipa, has vuelto al borde del precipicio. Lo intentas de nuevo, ahora te lo piensas, le pones esmero, pero tampoco caes, es incomprensible, estás estancado en tu altura, incapaz de descender otro plano. A tu izquierda y a tu derecha otros sí caen; se estrellan y se levantan, los ves avanzar, perderse en el horizonte de un nuevo plano de conocimiento. Te dejan atrás, en tu cornisa. Cada vez que lo intentas vuelves a quedar suspendido en la niebla, saltas y pataleas, empujas debajo de tus pies pero no lo consigues; no sabes caer, la gravedad no te responde, no puedes doblegarla. ¿Eres idiota? Suspendido en el vacío no tienes vértigo, el vértigo aparece cuando retomas la cornisa en el borde del precipicio y la niebla se esfuma, y aprecias un terreno inalcanzable, y, metros más abajo, ves a los otros caer, romperse la crisma contra el solar inferior; el vértigo llega cuando la niebla se va y eres consciente de que no entiendes nada, de que hay planos para ti vetados que otros alcanzan tan solo dejándose caer; es tan fácil como dejarse caer, te gritan, déjate caer, no seas bobo, y se dan la vuelta, se marchan, empequeñecen hasta fundirse en un punto del horizonte, y desaparecen porque vuelven a saltar, porque la línea de horizonte es otra cornisa, otro desnivel y si el horizonte reverbera es porque no todos saltan, es porque, allí, los puntos que se mueven son los idiotas más listos que tú que titubean de rodillas al borde de un precipicio por el que no saben caer más.
Nimbado es la palabra. Estas nimbado y tu aureola es una nube tonta que no es alta como un cirro ni romántica como un cúmulo: la nube que te envuelve es un nimbo bajo que no produce precipitaciones y no te deja ver nada aunque a ratos se abre y parece que entiendes algo, que sentirás el vacío y caerás por el resquicio, pero se cierra de pronto y te quedas nimbado, decepcionado entre el blanco y el gris de una nube que nada inunda porque ni llueve, ni nieva, ni graniza como cualquier nimbo normal; no produce precipitaciones, permaneces estancado en tu nube defectuosa.
Si sospechas que vives en un cuento borgiano, es porque no entiendes lo que sucede. Te has pasado la vida descendiendo, saltando terrazas, avanzando hasta un límite que no buscabas y que has encontrado, o más bien, el límite te ha encontrado a ti. No entendías bien a Borges ni a su legión de borgianos, tampoco seguiste a Oteiza y eso que en tu pueblo hubo más de mil oteizianos, uno de ellos se había forjado su propio equipo de acólitos: los txominianos, a quienes nunca prestaste demasiada atención hasta que te adelantaron por todas partes, terraza a terraza. Y consideraste las propiedades mefíticas de “-ano” en cuanto sufijo de adhesión. Encontrabas cantidad de adeptos parados al borde de un precipicio y les decías salta no seas bobo, no seas borgiano ni oteiziano ni txominiano ni duchampiano ni picasiano, no seas cagón, libérate del “-ano”. Algunos te adelantaron como un cohete, y no les has vuelto a ver, pero crees que están allí en la línea de horizonte, los imaginas asustados pero orgullosos de haber llegado tan lejos sin pensar demasiado, inspirados por la doctrina. En cuclillas y de espaldas, asoman la cabeza al otro precipicio y ves sus traseros que reverberan por la línea de horizonte. Han llegado lejos, pero allí de cuclillas ya no saltan ni lo intentan, ni siquiera están nimbados como tú por una nube estúpida. Eso que ganas por idiota sin “-ano”, por tonto particular. Te has mantenido en tu línea y ahora estas al borde. Eres borderline. Te veo en el límite, como a los que dejaste atrás y a los que vislumbras delante en el horizonte; en vuestra línea, a vuestro nivel, sois todos borderline. Pero no quería concluir con calificativos, no pretendía insultarte sino apuntar las satisfacciones de un esfuerzo intelectual infructuoso, de buscar soluciones y no encontrarlas. Tu cabeza echa humo, la coronilla te pica, las sienes palpitan, las ideas escuecen en la nuca igual que si acabaras de engullir una cucharada sopera de mostaza. No encuentras la solución aunque a veces la nube se abre, te deja entrever algo que olvidas, y vuelves al principio, reinicias la operación, buscas, piensas, sientes algo que no es vértigo aunque se parece, y no caes. No caes, no encuentras la clave del problema. Es una buena experiencia, recuerda que otras veces encontraste un resquicio, un agujero en la nube por donde caíste al vacío y pudiste avanzar hacia un nuevo horizonte. No lo dejes, tienes que saltar, entrar una y otra vez en la nube, quizás un día te vierta sobre un nuevo continente, te sorprenda con una precipitación de lluvia, granizo o nieve inesperada. No lo dejes, no lo dejes nunca. La clave está en la intuición.

Fofito Grillo se calla al fin. No era un sueño, a veces viene Fofito Grillo a visitarme, a golpear mi conciencia y recordarme que no me ocurren cosas distintas a los demás. Aprecia mi idiosincrasia, pero dice que a los ojos de un grillo todos somos parecidos. Hay muchos fofitos, me dice, todos somos fofito de alguna forma –es un grillo pedante–; igual que todos eran Espartaco al final de la película de Stanley Kubrick.


–No te entiendo, ¿al final todos somos gladiadores, o todos somos borderline?
–¡Espartaco no era borderline, era estratega avanzado!
–Claro, en una película de romanos, hablarían latín, no podrían ser borderlines, ¿cómo se dice borderline en latín?
–Escucha, si muchos gladiadores eran bárbaros, alguno vendría de Britania, del territorio que hoy es Inglaterra, y hablaría algo parecido al inglés, sería proto-inglés y, por qué no, un borderline, ¡y punto!, no es eso lo que quiero aclararte. ¡No me líes!
Fofito grillo levanta la voz. Tiene muy mal carácter. Hace 12 años que nos conocemos y ya me tiene harto, sustituyó a mi vieja conciencia pero estoy pensando en despedirle porque, aparte de su mal humor, se pierde por las ramas, habla demasiado, se dispersa, y nunca va al grano. Todo este rollo para recordarme que me cuesta comprender y seguir un hilo. Yo ya se que tengo mis limitaciones y mis gustos, pero he releído “El Aleph” y “El inmortal” de Borges y me han gustado aunque los he encontrado tan áridos como siempre; con los oteizianos y los txominianos ya tengo bastante aunque les daré otras oportunidades, te haré caso, Fofito Grillo, intentaré comprender al artista difícil sin concesiones, pero ten paciencia, por favor, ya sabes lo que me cuesta. Si no, mira este cideoclip que dirigió Sofía Coppola y protagonizó Kate Moss y dime cómo distinguiré si son txominianas u oteizianas tras analizar los meritorios ejercicios sobre la caja que exhiben al principio del clip. Sí, ya se. Ya se que soy simple y convencional, no hace falta que grites, Fofito Grillo, ¡qué carácter!, al fin y al cabo lo de reinterpretar una caja metafísica como pedestal para figuras eróticas es algo que también vi en exposiciones de Txomin; no es para tanto.


Y estoy muy de acuerdo con el título de la canción, yo tampoco se qué hacer y, como tú bien dices, a mucha gente le pasa lo mismo como demuestra esta colección de performers que tampoco saben qué hacer con ellos mismos.