martes, 8 de noviembre de 2011

Republic of Azerbaijan “Relational, of Baku”

La participación de Azerbaiyán en la Bienal de Arte 2011 es una de las que se dispersan por la ciudad de Venecia fuera del recinto de los Giardini (donde se concentra la representación general de países). Se expone en Palazzo Benzon. Yo no la vi. Publico imágenes del catálogo.
 
Aga Ousseinov, "Brave Old World",
 fragment of the "In the Middle of Erewhon II" instalation, 2010
 
Aidan Salakhova, "The BooK", Marble, 70 x 40 x 90 cm, 2011
 

Nota:
Que yo sepa “Erewhon” es una novela del siglo XIX. El autor es Samuel Butler.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Ángeles en la 207

He llegado por la galería que rodea al patio en el segundo piso del edificio Sabatini. Visito la colección en sentido inverso a la numeración de las salas, no sé como ha ocurrido, he subido al segundo piso por un ascensor, he visto cuadros de Torres García, obras de Schlemmer, la salita dedicada al GATEPAC, y he pasado al espacio dedicado a la República que protagoniza el Guernica y las piezas que lo acompañaron en el pabellón español de la exposición Internacional de 1937. Todo en un conjunto de habitaciones bajo el número 206. Cuando he salido he recorrido la colección en orden, sala por sala, contando hacia atrás de la 205 a la 204, 203, 201, y de ahí el número ha saltado al 210, luego 209, 208 y ahora estoy en la 207. Una sala como cualquiera del Museo Reina Sofía. El plano es rectangular, espacioso y alargado. Paredes altas, bóveda de cañón en el techo y suelo de mármol blanco de Macael. La diferencia entre los lados largos y cortos del rectángulo es notable y en cada una de las paredes cortas sólo han colgado un cuadro: los dos cuadros que presiden la sala. Me acerco al que está a la derecha desde la entrada. No sé si miro al norte, al sur al este o al oeste: miro un cuadro solitario en su pared. Don DeLillo lo sabría y cualquier policía de un telefilm americano también: “el fugitivo conduce un Pontiac negro por la 41 en dirección norte”, dicen los policías en las películas, ningún espectador se extraña, ¿tienen los americanos una brújula incrustada en la coronilla? DeLillo empieza su novela “Punto Omega” presentando a un espectador en una sala del MOMA con esta frase: “Había un hombre de pie contra la pared norte”. Yo hace rato he perdido el norte, mejor dicho, no lo he perdido porque nunca lo he tenido y marcho por un museo donde no entiendo por qué voy en dirección inversa a la numeración de las salas, me oriento mediante coordenadas polares, coordenadas con referencias consecutivas al último punto localizado; estoy perdido. DeLillo y los policías de serial americano usan coordenadas absolutas. El espectador de “Punto Omega” está apoyado en la pared norte de una sala oscura en cuyo centro hay una pantalla traslúcida donde se proyecta “Psicosis”ralentizada hasta que la cinta dure 24 horas. DeLillo hace una descripción minuciosa de la instalación de Douglas Gordon “24 Hours Psycho”. Una gestora cultural me recomendó la novela este verano, “Todo el mudo habla del Punto Omega”, me dijo, “¿la has leido?, es increíble todo lo que se consigue sacar de la obra de Douglas Gordon. DeLillo describe y analiza con escalpelo la pieza. Yo la vi en el MOMA y pensé: ¡ya!, es Psicosis ralentizado a 24 horas, una pieza de Douglas Gordon, ¡lo pillo!, y salí a ver lo siguiente. De Lillo se detiene un montón de páginas. A todo el mundo le gusta la novela, a mí la verdad, aparte de la descripción de “Psicosis 24 horas”, no me parece para tanto. Pero merece la pena solo por las páginas de la pieza de Douglas Gordon”.
“Todo el mundo” son otros profesionales del arte, los colegas de mi amiga en la gestión cultural, críticos y algún artista, encantados de que un escritor de éxito se detenga en una pieza de arte contemporáneo. Un ejercicio magistral ante expertos en materia artística que no escriben tan bien sobre una pieza de arte, según entiendo a mi amiga. Yo creo que sé de un crítico (y amigo) que puede escribir así de bien (o casi, o mejor), lo que ocurre es que los gestores culturales más próximos a mi amiga la gestora se leen demasiado a sí mismos y se recomiendan a DeLillo porque en otras novelas les ha enseñado algo de geopolítica; y siempre les ha atraído mucho la geopolítica y las fronteras, y parece mentira que “todo el mundo” no use la palabra apropiada para referirse a la descripción minuciosa de una obra de arte visual por medio de la escritura y se pierdan dando vueltas para definir una écfrasis. Porque una descripción detallada de una obra de arte es, desde la antigüedad, una figura retórica conocida como écfrasis, y me sorprende que a “todo el mundo” de asombrados compañeros de mi amiga gestora no se le llene la boca con esta palabra que, aunque corta, no es desdeñable porque es esdrújula y a “todo el mundo” de gestores comisarios y escribientes le encantan las esdrújulas.
Yo aquí no pretendo llegar a la écfrasis –al final pondré ilustraciones de los cuadros y listo–. Sigo en la sala 207 ante un cuadro apaisado, no demasiado grande. Veo a dos mujeres en un sofá: la primera fuma sentada de medio lado con las piernas cruzadas, se inclina adelante con los codos sobre un reposabrazos, la otra se recuesta con las piernas fuera del reposabrazos opuesto y ocupa la mayor parte del sofá; hay otra mujer a mi izquierda que se sienta casi acuclillada en un escabel de patas ridículas y retorcidas en un garabato de muelle estirado, unas patas que no soportarían el peso de la mujer joven y delgada que allí se sienta. Por el límite inferior del cuadro, a mi derecha, se asoma otra joven que, con un libro en la mano, conversa con la que fuma en el sofá. Es un cuadro contrastado, de colores fríos. La luz llega a parte de las caras y produce sombras duras. Entra por una ventana que no vemos en una tarde de primavera o de otoño. La mujer sentada en el escabel lleva un vestido azul claro, las otras van de oscuro: vestidos grises o negros, una con suéter rojo y otra con rebeca granate. La escena es recogida, algo en penumbra. Me gusta el realismo desproporcionado, expresionista. Me acuerdo de en un póster que se esconde enrollado en algún rincón de mi trastero. Es de un cuadro de Christhian Shad que anuncia una antigua exposición de pintura alemana. También me acuerdo de Alexarder Kanoldt. Pero este cuadro me gusta más, representa otra atmósfera, otro país, distinto de Alemania. Los peinados, los vestidos, el color y sobre todo la cronología en esta zona del museo, me dicen que las jóvenes son españolas entre la segunda y tercera década del siglo XX. Una España insólita, de mujeres sin peineta ni atributos folclóricos, mujeres que leen y discuten; con su tiempo.
Me acerco a la cartela:
Ángeles Santos Torroella. Porbou, Girona, 1911
“La tertulia”, 1929
Óleo, lienzo. 130 x 193 cm
La pintora es una chica de 18 años. Retrataba a sus amigas. ¡Jóvenes de 1929! ¡Caray! Desde este lado del cuadro estamos lejos de su futuro e ilusiones. Su futuro ya es pasado ¿y las ilusiones? Mejor no pregunto, no estropeo el momento. No molesto más, me vuelvo hacia otras piezas de la exposición. Paseo en zigzag alternando las dos paredes perpendiculares a la de “La tertulia”. La “hoja de información de sala” me guía en mi desconcierto ante el realismo: Sala 207: “La nueva figuración, entre el clasicismo y la sobrerrealidad”. El texto informa sobre un ensayo de 1927 titulado “Realismo mágico, post expresionismo. Problemas de la pintura europea más reciente”. Anota la pervivencia del realismo y del surrealismo en la pintura española. Data el “Realismo Mágico” de la pintura posterior a la primera guerra mundial mucho antes del que se refiere a obras literarias como “Cien años de soledad”. Admito que mi desencuentro con el realismo se agudiza por la polisemia del término tanto en pintura como en literatura y en el futuro me cuidaré de soltar más exabruptos contra esta tendencia artística. Pero el vocablo “sobrerrealidad” me choca. Me devuelve al “Punto Omega” de Don DeLillo. ¿Transmite “sobrerrealidad” esta novela cuando proclama la personificación de las cosas y la cosificación de la conciencia humana hasta la catatonia y a la identificación con el Universo?, ¿Resulta “sobrerrealista” una literatura con descripciones simultáneas de lo que ve un personaje, lo que siente, lo que cree ver y el poso que finalmente percibe tras corregir las primeras impresiones? No lo sé, de momento voy a olvidarme de la literatura americana que he traído aquí únicamente por su dominio de los puntos cardinales.
He llegado al fondo, unos espectadores no me dejan ver la gran tela colgada en el centro. Me arrimo a la pared derecha, junto a “Figura en una finestra” de Salvador Dalí, que nadie mira. Tan escorado no veo el gran cuadro pero sí algunos perfiles de turistas boquiabiertos. A mi izquierda, las tres nórdicas con las que voy coincidiendo sala por sala en mi recorrido por el museo. Muy cerca, la que es bajita y de ojos violetas se queda pasmada delante del cuadro. No pasa del metro sesenta, se recoge el pelo en dos trenzas rubias que se cruzan por la nuca en forma de diadema; lleva blusa de manga corta estampada con flores azules, bermudas vaqueras ajustadas y botas de media caña vuelta, muy de moda esta temporada. Un español con riñonera y bermudas viene e interpone unas piernas regordetas y peludas delante de las de ella: se expone ante mis ojos un ejemplo extremo del diformismo sexual en la especia humana. Al fin se marchan y me centro en el lienzo. Un sol pintado en la esquina superior de mi derecha acentúa la diagonal que divide la pintura. El motivo principal es un planeta cúbico, habitado, con ciudades, ríos y mares en cada cara. El mundo flota en su Éter poético. Veo seres discurrir por una escalera traslúcida que llega hasta el sol y distribuir este fuego en pequeñas estrellas. Parecen almas, fantasmas, o brujas, o duendes, pero prefiero a pensar que son ángeles o extraterrestres. En el primer plano delante de la escala hay más personajes: entes femeninos, de cabezas calvas y sin orejas. Seres superiores que crean a los que alumbran.
En la cartela:
Ángeles Santos Torroella. Portbou, Girona, 1911
“Un mò (Un mundo)”, 1929
Óleo, lienzo. 290 x 310 cm
Así que la misma pintora de 18 años terminó los dos cuadros en 1929.
Más tarde sabré que Gómez de la Serna se entusiasmó con ella, dicen que se puso pesado, y lo entiendo. No en vano, ella también tiene ojos violetas y sus recuerdos me interesan más que cualquier análisis de un pope de la vanguardia.
“Un día le dije a mi padre que sentía un enorme deseo de expresar todo lo que había visto en mi vida, ya ve usted, a esa edad... Yo entonces no era rara. Tenía muchas amigas. Fumábamos a escondidas. Digamos que éramos modernas. Después me volví muy extraña. Mi padre encargó una tela enorme a la casa Macarrón, que ocupaba toda la pared, una tela gigante para que el mundo cupiera. Para pintar “Un mundo” hice varios croquis previos, unos dibujos preliminares. A veces me despertaba en medio de la noche con una idea, me levantaba y dibujaba. Surgió solo. También pinté otros mundos. Se decía entonces que se iba a viajar a Marte y decidí incluir unos seres pequeños, con un armazón de alambre, sin orejas, sin pelo. También me influyó la poesía de Juan Ramón Jiménez, al que leía muchísimo: “... ánjeles malvas/apagaban las verdes estrellas./Una cinta tranquila/de suaves violetas/abrazaba amorosa/a la pálida tierra”. Al mismo tiempo pinté “La tertulia”, un cuadro que reúne a cuatro mujeres jóvenes. Lo pinté del natural. Salvo la figura que está abajo. Pensé que faltaba algo y la inventé. Era una mujer como de El Greco.”
 […] “Soy muy mayor ya.... Lo que me gustaría es pintar ángeles, pero para eso los tengo que ver primero. Son seres que no se ven, pero que deberían existir.”

Gema Pajares entrevistaba a Ángeles Santos para “El Cultural” de “El Mundo” con motivo de la exposición “Fuera de orden. Mujeres en la vanguardia española”. Fundación Mapfre.
Publicada el 31/01/1999
Traigo este recorte de hemeroteca, pero hay más noticias. Por ejemplo, hoy es su cumpleaños. Sí, hoy, 7 de noviembre de 2011, las páginas de cultura y hojas de sociedad deberían hacerse eco de este titular:

LA PINTORA DE 18 AÑOS, ÁNGELES SANTOS TORROELLA, CUMPLE 100 AÑOS

martes, 1 de noviembre de 2011