lunes, 25 de febrero de 2013

Al fondo a la izquierda, en la tercera balda de la antepenúltima columna de anaqueles, varios títulos de la sección “Divulgación científica”.
A la misma altura, un libro de la sección colindante “Agricultura” compone el primer verso.

















Librería Gómez Técnica. Avenida Pio XII, 35, Pamplona
Cadavre exquis. Clicar para ampliar


jueves, 14 de febrero de 2013

Flechas de San Valentín


Cuando Fofito Grillo va a la biblioteca general, elige, entre la sección novedades, volúmenes que nadie ha leído todavía. No me sorprende ese interés por la actualidad editorial. Sé que no hay tal interés. Invierte un rato estudiando los cantos de los libros cerrados para cerciorarse de que no se han pasado las páginas, busca libros sin abrir, impolutos. Un bicho raro Fofito Grillo. Me pide el carné de biblioteca porque detesta los carnés, es muy suyo, un grillo celoso de su libertad y no se afilia a nada. Así que usa mi carné y lo pasa por el lector de código de barras de la sección de préstamos.

–Con un libro entre manos, la gente se rasca, se hurga la nariz, va y vuelve del cuarto de baño, se peina, lee en el retrete y no te cuento la mayoría que se chupa el dedo índice para pasar las hojas, lo sabe hasta Umberto Eco que urdió la trama de una novela con ese detalle. ¡Qué asco!
–Si eres tan escrupuloso, ¿por qué no obtienes tu propio carné de biblioteca? –le replico–, ¿te imaginas por dónde me rasco con mi carné?
–Un poco de grima sí me da pero estoy inmunizado a tus miasmas; no me incomodas, y he leído en tratados de zoología que los anfibios sois aseados, así que no me cuentes cochinadas.
–En fin, no todos.
–No fastidies.

Siempre soy yo quien devuelve los libros. Fofito los tiene poco en su poder, lee deprisa o no los lee porque muchos los elije sólo para ver mi cara, me los pasa días antes de que expire la fecha de devolución y sabe que los leo, para eso elije libros, para chincharme.

La última vez traía un brillo especial de ojos y su sonrisa más perversa, que ya es decir.

–Aquí tienes tu carné y los libros, esta vez te van a interesar, ya veras: los tres son de arte.
Dejó los libros sobre la mesa apilados de tal forma que sólo veía la portada del de arriba: “Medusa” de Ricardo Menéndez Salmón. Aparté “Medusa”, Fofito Grillo no dejaba de mirarme, el de abajo se titula “Jóvenes talentos” de Nikolai Grozni.
–Este no lo he leído, es que es largo y con letra pequeña. Dicen que es bueno –se dio la vuelta simulando que miraba por la ventana pero yo veía su cara reflejada en el cristal, se estaba aguantando la risa.
La tercera portada es una castaña, un libro feísimo por tipografía e ilustración. Leo: Francisco Calvo Serraller, “Extravíos”. Fofito Grillo ha pasado la raya.
–No me jodas, ¿Cómo te atreves a usar mi carné para tamaño elefante, no lo pienso leer y no te dejaré el carné nunca más. Además, vas a devolverlo tú, nadie me va a ver con esto, ¡llévate esta losa plúmbea de mi casa ahora mismo, grillo cabrón!
A Fofito Grillo se le desencajaban los élitros; se partía de risa, luego se recompuso.
–Pues deberías leerlo, conviene conocer al contrario, quitarte esos prejuicios. Nunca sabes con quién puedes coincidir y de quién puedes aprender. Quizás ni siquiera sea tan contrario al fin y al cavo, o debería decir: al fin y al Calvo.
Y se fue.

Hoy 14 de febrero se ha terminado el plazo de devolución de los tres libros. Volveré a prestar a Fofito Grillo mi carné de biblioteca, se me ha pasado el enfado, tenía razón, debo apartar los prejuicios y conocer antes de hablar. He devuelto “Extravíos” de Calvo Serraller sin vergüenza, no lo he leído entero pero he llagado a la página 180 de las 332 que encuaderna. Son artículos del País seleccionados por el poeta Jesús Aguado, muchos sobre arte y literatura, sobre cultura en general: se trata de una recopilación de sabiondeces con sus moralejundias. Y por cierto, Calvo Serraller no escribe “sabiondo”, escribe “sabihondo” con “h” que es más profundo.1 

Nos dice Jesús Aguado en el prólogo:
 “El resultado es, a mi entender, espectacular: el conocedor exhaustivo se transforma a ojos del lector en una especie de sabio que le aconseja sin aspavientos, de manera natural y medida, sobre las más diversas materias sin perder nunca de vista la materia inmaterial que las engloba a todas, es decir, esa vida sin cuyo concurso todo lo demás deja de tener sentido.”  
Muy bonito, pero aunque que he tomado el esfuerzo de leerlo como me recomendó Fofito Grillo, no he conseguido limpiar mis objeciones previas, porque el resultado espectacular ha consistido en que el narrador, al que consideraba un sabiondo, se ha transformado a mis ojos de lector en una especie de sabihondo con su “h” intercalada.
Pero, como os cuento, no me avergoncé de que me viesen con este libro y lo más seguro es que lo pida prestado otra vez para terminarlo. El autor recomienda y cita libros que debo buscar, me los da a conocer, los anoto en mi agenda2, los compraré y, si no están disponibles, los pediré en la Biblioteca y se los pasaré a Fofito Grillo para que los lea con guantes y mascarilla si es preciso.

También ha habido momentos de pánico; “nunca sabes con quién puedes coincidir o de quién se puede aprender”, las palabras del Grillo resonaban en mi cabeza al volver cada página. He coincidido en opiniones con Calvo Serraller y, cada vez que esto ocurría, mi alma se encogía y, aunque todavía estoy en desacuerdo con muchas de sus opiniones y gustos, debo reconocer que he aprendido con sus artículos. Sí, he aprendido mucho y el mayor aprendizaje se ha referido al estilo. He recordado mi aprecio por Robert Walser y las maneras literarias que me gustaría seguir. Entiendo que estos “Extraviaos” se ajustan a una medida porque son columnas de periódico, pero lo que me encandila de las Historias de Robert Walser es que se desinflan, discurren a la deriva, se bifurcan y deshilachan; todo lo contrario que estos artículos rematados siempre con dobladillo en forma de moraleja o chiste de bodoque.

Ni de lejos podré llegar a imitar a Robert Walser, pero esto no debe quedar así, es 14 de febrero día de San Valentín, los extravíos se dejaron leer, no son losa tan plúmbea como increpé a Fofito Grillo; hoy los he devuelto a la biblioteca, es lo más importante que he tenido que hacer, no pasarme de fecha; otros años estaba en la feria ARCO paseando, esperando la llamada de mi galerista moroso con noticias de compradores, tomando algo en el bar, cotilleando, criticando, lanzando y recibiendo flechas.


Notas

1. Que C.S. escribe “sabihondo” me lo invento. Lo deduzco; porque no he leído “sabihondo” sino “sabihoncilla” en la Pág. 152: “María, con el firme gesto de maestrita sabihoncilla, …”
C. S. alude a un cortometraje: “Le livre de Marie” de Anne Marie Miéville en el artículo titulado “María”.

2. He anotado en mi agenda: Octave Mirabeu, “En el cielo”; “La obra” de Émile Zola y “La obra maestra desconocida” de Balzac; Pequeños poemas en prosa de Baudelaire; “Sonny Liston fue mi amigo” de Thom Jones; Nicolas de Stäel se suicida en Antibes en 1955; “Boggs. La comedia del dinero” novela de Lawrence Weschler; Rosalind E. Krauss, “Pasajes de la escultura moderna”; Michael Heizer, “sintaxis del doble negativo”; Patricia Highsmith, “ El hombre que escribía libros en su magin” cuento en “A merced del tiempo”; Tres relatos de Balzac, “La obra maestra desconocida”, “La búsqueda del absoluto”, “Sarrasine”; Federico Andahazi, “El secreto de los flamencos”; “Preferiría no hacerlo” en editorial Pretextos con “Bartleby el escribiente” de Melville y ensayos de Deleuze, Agamben y J.L. Pardo.



martes, 5 de febrero de 2013

He visto que Plataforma Editorial publicó “La vida ante sí”. Traducción del título más literal y acertada que “La vida por delante”, más castiza.




También se hizo una película protagoniza por Simone Signoret, “Madame Rosa”, oscar a la mejor película de habla no inglesa en 1978.

lunes, 4 de febrero de 2013

"Aucun rapport avec Jean Seberg"

“Asunto: Protagonista”. Me ha llegado este correo. Traía esta foto de Jean Seberg. Sin texto. Me la envía JMH a propósito de la entrada de ayer y una conversación sobre la película “Bonjour Tristesse”. Gracias. La comparto aquí:


Jean Seberg guapísima, sobre todo con pelo corto, y en “À bout de souffle” de Godard, en blanco y negro de estética sesentera, fumando, hablando y pensando en francés con acento americano y camiseta de rayas: incomparable.

Su segundo marido fue un escritor diplomático francés judío y héroe de la aviación en la segunda guerra mundial que firmaba con varios seudónimos. Ganó el premio Goncourt como Romain Gary y como Émile Ajar, o sea que lo ganó dos veces y es el único escritor que lo ha conseguido: con polémica y patada en la boca a la crítica literaria, porque la segunda vez lo ganó como el joven y prometedor escritor llamado Émile Ajar mientras la crítica (los mismos que concedían el premio Goncourt) tachaba a Romain Gary de reaccionario rancio y trasnochado. Debía de ser forzosamente un reaccionario, porque el general De Gaulle le había condecorado.

Romain Gary se suicidó un año después que Jean Seberg. Cuando Jean Seberg se suicidó, hacía tiempo que estaban divorciados, incluso ésta se había casado, divorciado y vuelto a casar, o casi, no sé. El escritor dejó una nota de suicidio “Nada que ver con Jean Seberg”, se refería al suicidio supongo, porque después del divorcio apoyó a la actriz en algunos líos en los que le metieron el alcohol, la depresión y el FBI, pero eso es un cuento más largo. Aquí el cuento es que después del suicidio del escritor se supo que Émile Ajar era Romain Gary. Un primo joven del escritor se había hecho pasar por Émile Ajar diciendo a la prensa que firmaba con pseudónimo igual que su primo famoso, el escritor y diplomático que firmaba como Romain Gary y en realidad se llamaba Roman Kacew. Tras el suicidio se despejaron los pseudónimos. Romain Gary – Roman Kacew dejó documentos que constataban que también era Émile Ajar, que su primito era una tapadera perfecta. ¡Zas en toda la cara de la crítica literaria parisina! Se suponía que un escritor no podía tener dos Goncourt, pero no se atrevieron o no pudieron quitarle uno. ¿Cual le quitarían, el de escritor reaccionario o el de escritor fresco y exitoso?

Yo nunca leí a Romain Gary pero leí hace año y medio “La vie devant soi”: el Premio Goncourt de Émile Ajar en 1975. Una novela divertida y trágica, con trasfondo social y todavía de triste actualidad: convivencia entre judíos y árabes, esperpento, mucho humor y algunas lágrimas. Buena lectura.

ACLARACIONES

Aclaro primero: no hay que hacerme demasiado caso, mis fuentes son la Wikipedia francesa y la solapa de una edición de bolsillo de “La vie devant soi” que en español se traduce como “La vida por delante” aunque no he encontrado ninguna edición impresa de la novela y “La vida por delante” es la traducción de una adaptación a pieza de teatro. En Francia la adaptación a teatro tuvo éxito: dos premios Molière. Leo por ahí que la readaptación española la protagonizó Concha Velasco. Aclaro segundo: “La vida por delante” es la adaptación española de la pieza teatral “La vie devant soi” que es la adaptación de la novela al teatro.

Que nadie me entienda que Romain Gary se suicidó para dar en los morros a una crítica prejuiciosa. Yo no he querido escribir eso: tercera aclaración que me lleva a una reflexión: no sé por qué se suicida un escritor que deja esta nota: “aucun rapport avec Jean Seberg”; y estoy desoyendo el mensaje del suicida: mi escrito relaciona las dos muertes. Qué poco respetamos la voluntad de los suicidas, somos desconsiderados, sabemos (creemos) que los muertos no se quejan, ¡asqueroso pragmatismo! Mis sinceras disculpas a Romain Gary; porque no soy tan pragmático, soy supersticioso y no tengo claro que un suicida consumado no pueda quejarse. Pero él como escritor debería saber lo que pasa en el arte: basta que señales un detalle incorrecto, que subrayes un dato y una dirección que no debe tomarse, una interpretación errónea que quieres evitar a toda costa, unas instrucciones de montaje, de exposición, de impresión que no te gustan, una tipografía que detestas, “cualquiera menos esa”, lo dejas por escrito y bien clarito… para que todo el mundo entienda exactamente lo contrario. Todo se escribirá con la tipografía que odias, el periodista interpretará lo que tan claramente has explicado que no es, los montadores colocarán la escultura al revés, de la forma que señalaste como la más inconveniente y todos los historiadores ignorarán reiteradamente tu nota de suicidio. En ambas biografías, la de Jean Seberg y la de Romain Gary, se relacionan ambos suicidios. En algunas he leído que el segundo, el del escritor, era consecuencia del de la actriz. Las notas negativas son así de inútiles. Una vez escuché una norma para guiar turistas: cuando un turista pregunta una dirección hay que darle siempre los datos en positivo, explicar sólo el recorrido a seguir y evitar informaciones como “al final de la calle no gires a la izquierda, sigue recto atravesando la plaza”. El dato “no gires a la izquierda” quedará grabado en el turista, dudará, al final de la calle girará a la izquierda y se perderá. El amigo Fofito Grillo, que es más malo que la quina, lo sabe y cuando nos preguntan se ofrece solícito y siempre da así las direcciones, le encanta perder turistas. La información debe ser del tipo “al final de la calle sigue recto y atraviesa la plaza”. No sé por qué se suicida Romain Gary, en una entrevista dos años antes dice a una periodista que no le preocupa envejecer, ha hecho un pacto con el de arriba para no llegar a viejo. Romain Gary nos exige demasiada sutileza en su nota, se suicida un año después que Jean Seberg, se suicida de otra manera, es cierto; un disparo él y barbitúricos ella: “aucun rapport avec Jean Seberg”. Nada que ver. Por mi parte queda claro.

domingo, 3 de febrero de 2013

Secuencia

“Bonjour tristesse” es, por este orden:
Un verso de Paul Éluard, la novela de Françoise Sagan, una película de Otto Preminger, la canción de Juliette Greco, lo que dice una pintada en la fachada de un edificio de Álvaro Siza en Berlín, el nombre con el que se conoce este edificio, el titular de portada con el que el diario L’Equipe despertó a los franceses después de que el Olympique de Marseille perdiera contra el Estrella Roja de Belgrado la final de la Copa de Europa de 1991. Era la primera vez que un equipo francés jugaba la final, desde entonces, algunos periodistas franceses repiten este titular cuando un equipo nacional, regional, local o alevín cae derrotado. Este mes –desde el 11 de enero hasta el 17 de febrero–, es el título de una exposición de Jorge Martinez Huarte en el Polvorín de La Ciudadela de Pamplona, id a verla que aún hay tiempo; ayer, un amigo que llegó a Berlín el mismo año que terminaron el edificio de Álvaro Siza y pudo ver la pintada fresca desconocía o no recordaba– que “Bonjour tristesse” es el título de una novela y una película; hoy, en el Facebook  alguien ha compartido un enlace con este extracto de película, y lo pongo.


Corregidme si queréis. Faltan “Bonjours tristesses” en mi secuencia y quizás me equivoco en el orden. No sé si la canción fue antes que la película, si “Bonjour tristesse” era expresión coloquial antes de la novela, si Paul Éluard se inspiró en otro poeta. Yo os escribo mi secuencia, si conocéis otra, contádmela por favor.