jueves, 14 de febrero de 2013

Flechas de San Valentín


Cuando Fofito Grillo va a la biblioteca general, elige, entre la sección novedades, volúmenes que nadie ha leído todavía. No me sorprende ese interés por la actualidad editorial. Sé que no hay tal interés. Invierte un rato estudiando los cantos de los libros cerrados para cerciorarse de que no se han pasado las páginas, busca libros sin abrir, impolutos. Un bicho raro Fofito Grillo. Me pide el carné de biblioteca porque detesta los carnés, es muy suyo, un grillo celoso de su libertad y no se afilia a nada. Así que usa mi carné y lo pasa por el lector de código de barras de la sección de préstamos.

–Con un libro entre manos, la gente se rasca, se hurga la nariz, va y vuelve del cuarto de baño, se peina, lee en el retrete y no te cuento la mayoría que se chupa el dedo índice para pasar las hojas, lo sabe hasta Umberto Eco que urdió la trama de una novela con ese detalle. ¡Qué asco!
–Si eres tan escrupuloso, ¿por qué no obtienes tu propio carné de biblioteca? –le replico–, ¿te imaginas por dónde me rasco con mi carné?
–Un poco de grima sí me da pero estoy inmunizado a tus miasmas; no me incomodas, y he leído en tratados de zoología que los anfibios sois aseados, así que no me cuentes cochinadas.
–En fin, no todos.
–No fastidies.

Siempre soy yo quien devuelve los libros. Fofito los tiene poco en su poder, lee deprisa o no los lee porque muchos los elije sólo para ver mi cara, me los pasa días antes de que expire la fecha de devolución y sabe que los leo, para eso elije libros, para chincharme.

La última vez traía un brillo especial de ojos y su sonrisa más perversa, que ya es decir.

–Aquí tienes tu carné y los libros, esta vez te van a interesar, ya veras: los tres son de arte.
Dejó los libros sobre la mesa apilados de tal forma que sólo veía la portada del de arriba: “Medusa” de Ricardo Menéndez Salmón. Aparté “Medusa”, Fofito Grillo no dejaba de mirarme, el de abajo se titula “Jóvenes talentos” de Nikolai Grozni.
–Este no lo he leído, es que es largo y con letra pequeña. Dicen que es bueno –se dio la vuelta simulando que miraba por la ventana pero yo veía su cara reflejada en el cristal, se estaba aguantando la risa.
La tercera portada es una castaña, un libro feísimo por tipografía e ilustración. Leo: Francisco Calvo Serraller, “Extravíos”. Fofito Grillo ha pasado la raya.
–No me jodas, ¿Cómo te atreves a usar mi carné para tamaño elefante, no lo pienso leer y no te dejaré el carné nunca más. Además, vas a devolverlo tú, nadie me va a ver con esto, ¡llévate esta losa plúmbea de mi casa ahora mismo, grillo cabrón!
A Fofito Grillo se le desencajaban los élitros; se partía de risa, luego se recompuso.
–Pues deberías leerlo, conviene conocer al contrario, quitarte esos prejuicios. Nunca sabes con quién puedes coincidir y de quién puedes aprender. Quizás ni siquiera sea tan contrario al fin y al cavo, o debería decir: al fin y al Calvo.
Y se fue.

Hoy 14 de febrero se ha terminado el plazo de devolución de los tres libros. Volveré a prestar a Fofito Grillo mi carné de biblioteca, se me ha pasado el enfado, tenía razón, debo apartar los prejuicios y conocer antes de hablar. He devuelto “Extravíos” de Calvo Serraller sin vergüenza, no lo he leído entero pero he llagado a la página 180 de las 332 que encuaderna. Son artículos del País seleccionados por el poeta Jesús Aguado, muchos sobre arte y literatura, sobre cultura en general: se trata de una recopilación de sabiondeces con sus moralejundias. Y por cierto, Calvo Serraller no escribe “sabiondo”, escribe “sabihondo” con “h” que es más profundo.1 

Nos dice Jesús Aguado en el prólogo:
 “El resultado es, a mi entender, espectacular: el conocedor exhaustivo se transforma a ojos del lector en una especie de sabio que le aconseja sin aspavientos, de manera natural y medida, sobre las más diversas materias sin perder nunca de vista la materia inmaterial que las engloba a todas, es decir, esa vida sin cuyo concurso todo lo demás deja de tener sentido.”  
Muy bonito, pero aunque que he tomado el esfuerzo de leerlo como me recomendó Fofito Grillo, no he conseguido limpiar mis objeciones previas, porque el resultado espectacular ha consistido en que el narrador, al que consideraba un sabiondo, se ha transformado a mis ojos de lector en una especie de sabihondo con su “h” intercalada.
Pero, como os cuento, no me avergoncé de que me viesen con este libro y lo más seguro es que lo pida prestado otra vez para terminarlo. El autor recomienda y cita libros que debo buscar, me los da a conocer, los anoto en mi agenda2, los compraré y, si no están disponibles, los pediré en la Biblioteca y se los pasaré a Fofito Grillo para que los lea con guantes y mascarilla si es preciso.

También ha habido momentos de pánico; “nunca sabes con quién puedes coincidir o de quién se puede aprender”, las palabras del Grillo resonaban en mi cabeza al volver cada página. He coincidido en opiniones con Calvo Serraller y, cada vez que esto ocurría, mi alma se encogía y, aunque todavía estoy en desacuerdo con muchas de sus opiniones y gustos, debo reconocer que he aprendido con sus artículos. Sí, he aprendido mucho y el mayor aprendizaje se ha referido al estilo. He recordado mi aprecio por Robert Walser y las maneras literarias que me gustaría seguir. Entiendo que estos “Extraviaos” se ajustan a una medida porque son columnas de periódico, pero lo que me encandila de las Historias de Robert Walser es que se desinflan, discurren a la deriva, se bifurcan y deshilachan; todo lo contrario que estos artículos rematados siempre con dobladillo en forma de moraleja o chiste de bodoque.

Ni de lejos podré llegar a imitar a Robert Walser, pero esto no debe quedar así, es 14 de febrero día de San Valentín, los extravíos se dejaron leer, no son losa tan plúmbea como increpé a Fofito Grillo; hoy los he devuelto a la biblioteca, es lo más importante que he tenido que hacer, no pasarme de fecha; otros años estaba en la feria ARCO paseando, esperando la llamada de mi galerista moroso con noticias de compradores, tomando algo en el bar, cotilleando, criticando, lanzando y recibiendo flechas.


Notas

1. Que C.S. escribe “sabihondo” me lo invento. Lo deduzco; porque no he leído “sabihondo” sino “sabihoncilla” en la Pág. 152: “María, con el firme gesto de maestrita sabihoncilla, …”
C. S. alude a un cortometraje: “Le livre de Marie” de Anne Marie Miéville en el artículo titulado “María”.

2. He anotado en mi agenda: Octave Mirabeu, “En el cielo”; “La obra” de Émile Zola y “La obra maestra desconocida” de Balzac; Pequeños poemas en prosa de Baudelaire; “Sonny Liston fue mi amigo” de Thom Jones; Nicolas de Stäel se suicida en Antibes en 1955; “Boggs. La comedia del dinero” novela de Lawrence Weschler; Rosalind E. Krauss, “Pasajes de la escultura moderna”; Michael Heizer, “sintaxis del doble negativo”; Patricia Highsmith, “ El hombre que escribía libros en su magin” cuento en “A merced del tiempo”; Tres relatos de Balzac, “La obra maestra desconocida”, “La búsqueda del absoluto”, “Sarrasine”; Federico Andahazi, “El secreto de los flamencos”; “Preferiría no hacerlo” en editorial Pretextos con “Bartleby el escribiente” de Melville y ensayos de Deleuze, Agamben y J.L. Pardo.



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