viernes, 30 de noviembre de 2012

El encargo de unas ilustraciones me ha hecho asomarme al siglo XVIII y he visto sus siluetas. Me gustan los dibujos sencillos, siempre me gustaron las siluetas negras y las sombras chinescas, y ando feliz tras mi sombra, ese joven delgado que me acompaña a casa; si alguna vez me acompañase un viejo, no importaría, supondría que ya soy viejo: viejo, viejo muy viejo; y debe de ser bueno llegar a viejo. Creo que a mi sombra le llevo veinte años si no más; la silueta que marcha conmigo –voy pisando sus talones– aparenta veintitantos, es alta y delgada, más alta y delgada que yo, con todo su pelo en la cabeza es mi sombra y mi silueta, mi Zulueta, porque ahora me entero de que “silueta” es epónimo de un Silhouette, un Zulueta afrancesado. Mola.

Silueteado

"La Cenerentola". Rossini.


Jean-Pierre Ponnelle.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Me envía un amigo esta noticia  por mail.

Los noticiarios del domingo se harán eco. Además, ahora me entero de que Fofito se llama en realidad Alfonsito. Siempre se aprende algo, pero los Payasos de la Tele nos dejaron inextricables misterios, frases tan enigmáticas como: “Vamos de paseo en un auto nuevo (y feo) pero no me importa porque llevo torta”. ¿A qué tipo de torta se refieren?, ¿es un pastel o una abolladura en el auto nuevo y feo?, ¿de qué marca era ese coche tan feo.
Por aquella época mi padre se compró un R12-S amarillo. El amarillo del R12-S sólo se puede describir así: Color Amarillo R12-S. Si la empresa de acuarelas Schmincke (o cualquier otra) descubriese un pigmento similar, yo lo compraría sin dudarlo; pero hasta hoy es imposible, la Renault guarda la formula en sobre cerrado; es tan misteriosa y tan propensa a elucubraciones como la de la Coca-Cola y se han oído rumores pesimistas que apuntan a que la formula del Amarillo R12-S se perdió para siempre en un incendio –nunca se aclaró si provocado o no– de la oficina central de la compañía en Boulogne-Billancourt. Al final de la canción Fofó cambia de marchas hasta llegar a la cuarta. El auto nuevo y feo tenía cuatro marchas como el R12-S amarillo de mi padre. Pero el Gordini que tuvo antes también tenía cuatro marchas, muchos coches tenían cuatro marchas. Yo era muy pequeño y me acuerdo más del R12-S porque se resistió al desguace como un jabato y duró una eternidad –hasta lo llegué a conducir–; el Gordini es una sombra en mi memoria, una sombra gris con escudo rojo en el morro y tapicería escocesa. Ninguno de los dos coches me resulta feo. Desconozco el gusto en coches de los Payasos de la Tele, lo cierto es que hoy ha muerto Miliki y la humanidad está muy lejos de descifrar sus misterios.
Misterios de la humanidad.

lunes, 12 de noviembre de 2012

¿Cómo se muerden las uñas los diabólicos?

Incumplí el propósito de iniciar nuevas acuarelas ayer. Me costó poco. Con calma fui rellenado de cuadraditos el pequeño polígono que quedaba en blanco y después, como había dejado los cuatro de las esquinas para el final, fui girando la acuarela hasta terminar con el último cuadradito, el número 3337. En poco más de una hora todo había acabado. Mi última sesión fue de las más breves. El último cuadradito quedaba en la esquina inferior derecha con el papel en posición horizontal. Desconozco su disposición definitiva porque aún hay que decidir la orientación de la acuarela. El cuadradito 3337 podría caer en cualquiera de las cuatro esquinas del dibujo: debajo derecha o arriba izquierda si se cuelga en horizontal y debajo izquierda o arriba derecha si la posición es vertical.
La observé apoyando el codo izquierdo sobre el borde de la mesa; no tengo edad para morderme las uñas lo sé, pero empujar el puño cerrado contra la boca con el dedo pulgar fuera y la uña entre los incisivos superiores e inferiores me calmaba: porque estaba ansioso, ¿qué haría a partir de ahora?

–Siempre puedes repintar los cuadraditos, oscurecer la acuarela a base de veladuras, darle más intensidad, incluso llegar al verde oscuro casi negro –la voz de Fofito Grillo llegaba por mi derecha.

“¿cómo habrá entrado?”, pensé, “hace frío en la calle y estoy encerrado en mi estudio a cal y canto, cerrado por dentro y con la llave en la puerta, la veo desde aquí, nadie puede abrir desde fuera”.
No quise averiguarlo. Seguí contemplando la acuarela.

–Quizá gane intensidad –dije– pero pierde espontaneidad, y las veladuras de acuarela dibujan una línea oscura en el borde que me gusta poco.
–¿Espontaneidad? ¿De qué espontaneidad hablas cuando has tardado meses en pintar un papel de 56 x 76 centímetros?
–Vale, pero cada veladura deja su línea oscura en el borde, si repinto un cuadradito tres veces debo tener mucho cuidado para no dejar tres filas de bordes, grillo listo.
–¡Claro!, si no tienes cuidado, si reconoces que no pintas con cuidado…
–Y el rollo de la acuarela como un cronómetro donde cada cuadradito responde a un espacio de tiempo, como si un reloj de agua hubiese dejado gota a gota una mancha verde discontinua, escalonada, interrumpida; todo ese rollo se pierde.
–Nadie se va a enterar, lo importante es que quede bonita.

Mi ansiedad creció, apreté el dedo entre los dientes y lo hice sangrar. Con el dolor levanté la vista. Fofito Grillo también se mordía las uñas a mi lado, se las comía de esa forma tan irritante y peculiar suya; no alzando el dedo hasta la boca sino bajándolo, con la mano al revés, el codo levantado.
Entonces recordé que hoy lunes se cumple mi límite de fecha para devolver “El Barón Rampante” a la biblioteca general y me calmé; había encontrado algo que hacer.

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Las citas de hoy:

“Nuestra hermana Battista dejaba traslucir, en cambio, respecto de Cosimo, una especie de envidia, como si, habituada a tener a la familia en vilo con sus rarezas, ahora hubiera encontrado a alguien que la superaba; y seguía mordiéndose las uñas (se las comía no alzando un dedo hasta la boca, sino bajándolo, con la mano vuelta, el codo levantado).”

Italo Calvino 1957, "El Barón Rampante", Capítulo III, Editorial Planeta DeAgostini, S.A.,2003, página 35, traducción de Esther Benítez.


 “Siempre aquel enojoso silencio por respuesta. Había días que se quedaba mirando al vacío, dando horribles chasquidos con la lengua, como si estuviera tomando un vaso de vino y sólo las sensaciones más superficiales y efímeras consiguieran llegar hasta él. Otros días, se quedaba mordiéndose las uñas de esa forma tan irritante y peculiar suya; se las comía no levantando el dedo hasta la boca sino bajándolo, con la mano al revés, el codo levantado.” 
 Enrique Vila-Matas, de "Hijos sin hijos" el relato "Te manda saludos Dante (Salamanca, 1975)". Editorial Anagrama, S.A., 1993, página 169.

Y en plena campaña de vacunación, esta dosis incierta contra el taruguismo:

http://www.enriquevilamatas.com/textos/textmonterrey.html




domingo, 11 de noviembre de 2012

Acuarelista dominguero IV

¡No y no! Es que no quiero ir. Hoy no voy aunque sea domingo. Es que me quedan muy pocos y estoy ralentizando el final, me quedan menos de diez cuadraditos verdes por pintar. Tanto va el cántaro a la fuente y al final… sucedió el desastre. Me acechaba un presentimiento apocalíptico que no quería oír: estás abusando del tiempo y del espacio, los recursos son limitados, esto se acaba; y así fue, ya se terminó, terminé mi acuarela y la desazón me embarga, el desconcierto de perder mi objetivo. Fofito Grillo, que está muy cambiado desde que ha vuelto de viaje, me tranquiliza, me dice que empiece otra, o mejor, que empiece dos y tres a la vez, es lo que debería haber hecho, pintar varias a la vez para no terminar nunca, y si una se termina, empezar dos, como hacen los grandes maestros de la pintura, que no importa si me considero dominguero, hay que ser optimista y jugar bien, jugar al gran maestro con estudio de maestro y varios trabajos en proceso, en estudio valga la redundancia, que por eso llamamos estudio al taller aunque allí no estudiamos nada, y cuando termine una acuarela que me gusta, la repito con ligeras variaciones, el mismo trabajo una y otra vez, que no importa, ocurre en las mejores familias de grandes maestros, empiezan obras que saben exactamente cómo terminar, así que de investigación nada, de estudio nada de nada, pero el gran arte es así, un continuo no parar como borrachos que evitan la resaca desayunando con cerveza y Bloody Mary, una huída hacia delante para esquivar la desazón, dice Fofito Grillo que no calla ni debajo del agua pero me convence, así que iré, no terminaré la acuarela pero empezaré dos más; hoy jugaré al Gran Maestro e intentaré ceñirme a las aburridísimas reglas del juego.