viernes, 30 de noviembre de 2012

El encargo de unas ilustraciones me ha hecho asomarme al siglo XVIII y he visto sus siluetas. Me gustan los dibujos sencillos, siempre me gustaron las siluetas negras y las sombras chinescas, y ando feliz tras mi sombra, ese joven delgado que me acompaña a casa; si alguna vez me acompañase un viejo, no importaría, supondría que ya soy viejo: viejo, viejo muy viejo; y debe de ser bueno llegar a viejo. Creo que a mi sombra le llevo veinte años si no más; la silueta que marcha conmigo –voy pisando sus talones– aparenta veintitantos, es alta y delgada, más alta y delgada que yo, con todo su pelo en la cabeza es mi sombra y mi silueta, mi Zulueta, porque ahora me entero de que “silueta” es epónimo de un Silhouette, un Zulueta afrancesado. Mola.

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