Ahora, en casa, repasando el correo encuentro una convocatoria
de concurso cuyo tema, “Las mujeres desde un perspectiva personal o global”, no
me parece ni bien ni mal. Me parece más largo de contar que de pensar, porque
la idea ha pasado como un relámpago: no voy a presentar nada, ya no presento nada
a concursos y nada se me ocurre, pero me resisto a echar el
mensaje a la papelera: es un concurso a nivel del mar, un concurso en Alicante, la séptima convocatoria, y me extraña la imagen que ilustra las convocatorias
año tras año, veo una foto de culo o codo, un soft focus, con caligrafía en latín, de
estética blandengue a lo David Hamilton que entiendo literalmente mal
enfocada; y seguro que me equivoco, porque ellos saben lo que hacen, ellos viven
al nivel del mar, a diferentes alturas se perciben otras cosas; por eso una japonesa
de Kioto y un californiano de San diego, pareja internacional donde las haya, viajan
preguntando la altura sobre el nivel del mar, para entender nuestros puntos de vista. Yo, de momento, veo desde aquí que el plazo de inscripción se
cerró en Alicante, era un email del mes pasado, y deseo suerte a quienes invirtieron su tiempo en presentarse al concurso.
miércoles, 5 de diciembre de 2012
Sobre el nivel del mar
Este martes desde la mesa de al lado nos han consultado a
qué altura sobre el nivel del mar estamos. A 600
metros , he soltado sin pensarlo. ¡Hala!, qué dices, me ha
rectificado un compañero de mesa, estamos a 300 metros . ¿A nivel del
mar, de qué mar?, ha preguntado otro comensal. Esa me la sabía: El nivel del
mar se mide en Alicante. ¿Por qué se mide en Alicante?, ha vuelto a preguntar
el mismo, y el cuarto comensal ha explicado que las mareas son más estables en
el Mediterráneo, con una diferencia entre pleamar y bajamar menor
que en otros mares. Su aportación nos ha convencido, no parecía
desdeñable, pero ahora leo que Wikipedia la corrige, no es exactamente así. De
la mesa de al lado ya nadie nos escuchaba. La pregunta la había formulado una
pareja constituida por californiano de San Diego y japonesa de Kioto. En el
restaurante no había muchas mesas ocupadas, dos a mi espalda, el contable-Arturo-Pessoa
no decía nada. Comía con el periódico abierto junto al plato de pochas. Últimamente
lleva chupa de cuero-marrón-caca-perro que no nos parece, ni a mis amigos ni a
mí, nada Pessoana; no viste traje, y para colmo, cuando hemos salido su botella
de vino estaba llena; pero ha saludado, buenas tardes, y ha mirado con ojos
abesugados, ojos de espadarte más bien, de una tristeza tan pessoana que me han
hecho dudar de nuevo.
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El Hamilton de la estética blandengue ¿no será David? Mira a ver.
ResponderEliminarPues sí, gracias por el aviso. Lo iba a revisar y se me olvidó. Richard Hamilton, que murió el año pasado, no tiene culpa, me he liado yo y eso que en Bellas Artes siempre nos ponían su “¿Pero qué es lo que hace a los hogares de hoy día tan diferentes, tan atractivos?” Para que ahora le ponga su nombre al de Bilitis, lo corrijo ya.
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