martes, 18 de diciembre de 2012

La genia anónima de la fotografía callejera



Hago un experimento: escribo en Google “fotografía” y pincho en la pestaña “imágenes”; ya me entienden: buscar imágenes de “fotografía” a ver qué sale. La primera foto es la de alguien en la calle con dos palomas sobre el brazo izquierdo, parece una foto de los cincuenta, las palomas comen palomitas.
Internet es fugaz, si usted lo intenta de nuevo, su primera fotografía será otra, pero esta con palomas es mi primera foto, la tomó una niñera dicen, una fotógrafa amateur que perdió su archivo de más de 100.000 fotografías que luego un crítico encontró y revalorizó porque las fotos son la hostia, según el crítico, y me lo creo; vuelvo a probar, escribo "fotografía", "buscar imágenes"…

Un buen fotógrafo callejero tiene que poseer muchos talentos: un buen ojo por los detalles, luz y composición. Unos tiempos impecables, una visión populista o humanitaria y una habilidad incansable para hacer fotos, fotos y fotos constantemente y nunca perderse ni un momento. Ya es difícil encontrar estas cualidades en fotógrafos formados con el beneficio del asesoramiento y enseñanza, y una comunidad de artistas y aficionados coetáneos que apoyan y recompensan sus esfuerzos. Es aún más raro encontrarlo en alguien sin una formación formal y sin una red de iguales.Sin embargo, Vivian Maier posee todas estas cosas, una niñera profesional que desde los años 50 hasta los años 90 tomó más de 100.000 fotografías en todo el mundo -desde Francia a Nueva York pasando por Chicago- sin enseñar su trabajo a nadie. Estas fotos son increíbles por la amplitud de su trabajo y la alta calidad de sus imágenes humorísticas, conmovedoras, bellas y crudas que mostraban distintas facetas de la era dorada de la posguerra estadounidense.No fue hasta que el historiador local, John Maloof, compró una caja de negativos de Maier en una casa de subastas de Chicago y empezó a coleccionar y promocionar su increíble trabajo, hace apenas unos años, cuando el trabajo empezó a salir a la luz.Se sabe muy poco de la vida de Vivian Maier. Lo que sí se sabe es que nació en Nueva York en 1926 y trabajó de niñera con una familia en la North Shore de Chicago durante los años 50 y 60. Al no formar su propia familia, los niños que cuidó más tarde acabaron cuidando de ella en su vejez. Tomó cientos de miles de fotografías durante su vida y nunca las compartió con nadie. Maier perdió la propiedad de su arte cuando el contenido de su trastero se vendió por un impago. Murió en 2009 a los 83 años.
http://www.yorokobu.es/la-genio-anonima-de-la-fotografia-callejera/

“Vivian Maier tenía un don” empieza el artículo que anuncia el libro. Hoy en mi pueblo se ha presentado otro libro: “El gran libro de fotos de mi pueblo” donde sale un porrón de fotógrafos. Hasta salgo yo detrás de amateurs y autodidactas con don, aunque yo no tengo un don, para qué engañarnos, nada pintaría al lado de Vivian Maier con su don, pero los historiadores escriben la Historia, con don y sin don, y el libro de fotos de mi pueblo es bien bonito, no me interpreten mal.


miércoles, 5 de diciembre de 2012

Sobre el nivel del mar

Este martes desde la mesa de al lado nos han consultado a qué altura sobre el nivel del mar estamos. A 600 metros, he soltado sin pensarlo. ¡Hala!, qué dices, me ha rectificado un compañero de mesa, estamos a 300 metros. ¿A nivel del mar, de qué mar?, ha preguntado otro comensal. Esa me la sabía: El nivel del mar se mide en Alicante. ¿Por qué se mide en Alicante?, ha vuelto a preguntar el mismo, y el cuarto comensal ha explicado que las mareas son más estables en el Mediterráneo, con una diferencia entre pleamar y bajamar menor que en otros mares. Su aportación nos ha convencido, no parecía desdeñable, pero ahora leo que Wikipedia la corrige, no es exactamente así. De la mesa de al lado ya nadie nos escuchaba. La pregunta la había formulado una pareja constituida por californiano de San Diego y japonesa de Kioto. En el restaurante no había muchas mesas ocupadas, dos a mi espalda, el contable-Arturo-Pessoa no decía nada. Comía con el periódico abierto junto al plato de pochas. Últimamente lleva chupa de cuero-marrón-caca-perro que no nos parece, ni a mis amigos ni a mí, nada Pessoana; no viste traje, y para colmo, cuando hemos salido su botella de vino estaba llena; pero ha saludado, buenas tardes, y ha mirado con ojos abesugados, ojos de espadarte más bien, de una tristeza tan pessoana que me han hecho dudar de nuevo.
Ahora, en casa, repasando el correo encuentro una convocatoria de concurso cuyo tema, “Las mujeres desde un perspectiva personal o global”, no me parece ni bien ni mal. Me parece más largo de contar que de pensar, porque la idea ha pasado como un relámpago: no voy a presentar nada, ya no presento nada a concursos y nada se me ocurre, pero me resisto a echar el mensaje a la papelera: es un concurso a nivel del mar, un concurso en Alicante, la séptima convocatoria, y me extraña la imagen que ilustra las convocatorias año tras año, veo una foto de culo o codo, un soft focus, con caligrafía en latín, de estética blandengue a lo David Hamilton que entiendo literalmente mal enfocada; y seguro que me equivoco, porque ellos saben lo que hacen, ellos viven al nivel del mar, a diferentes alturas se perciben otras cosas; por eso una japonesa de Kioto y un californiano de San diego, pareja internacional donde las haya, viajan preguntando la altura sobre el nivel del mar, para entender nuestros puntos de vista. Yo, de momento, veo desde aquí que el plazo de inscripción se cerró en Alicante, era un email del mes pasado, y deseo suerte a quienes invirtieron su tiempo en presentarse al concurso.