lunes, 4 de febrero de 2013

"Aucun rapport avec Jean Seberg"

“Asunto: Protagonista”. Me ha llegado este correo. Traía esta foto de Jean Seberg. Sin texto. Me la envía JMH a propósito de la entrada de ayer y una conversación sobre la película “Bonjour Tristesse”. Gracias. La comparto aquí:


Jean Seberg guapísima, sobre todo con pelo corto, y en “À bout de souffle” de Godard, en blanco y negro de estética sesentera, fumando, hablando y pensando en francés con acento americano y camiseta de rayas: incomparable.

Su segundo marido fue un escritor diplomático francés judío y héroe de la aviación en la segunda guerra mundial que firmaba con varios seudónimos. Ganó el premio Goncourt como Romain Gary y como Émile Ajar, o sea que lo ganó dos veces y es el único escritor que lo ha conseguido: con polémica y patada en la boca a la crítica literaria, porque la segunda vez lo ganó como el joven y prometedor escritor llamado Émile Ajar mientras la crítica (los mismos que concedían el premio Goncourt) tachaba a Romain Gary de reaccionario rancio y trasnochado. Debía de ser forzosamente un reaccionario, porque el general De Gaulle le había condecorado.

Romain Gary se suicidó un año después que Jean Seberg. Cuando Jean Seberg se suicidó, hacía tiempo que estaban divorciados, incluso ésta se había casado, divorciado y vuelto a casar, o casi, no sé. El escritor dejó una nota de suicidio “Nada que ver con Jean Seberg”, se refería al suicidio supongo, porque después del divorcio apoyó a la actriz en algunos líos en los que le metieron el alcohol, la depresión y el FBI, pero eso es un cuento más largo. Aquí el cuento es que después del suicidio del escritor se supo que Émile Ajar era Romain Gary. Un primo joven del escritor se había hecho pasar por Émile Ajar diciendo a la prensa que firmaba con pseudónimo igual que su primo famoso, el escritor y diplomático que firmaba como Romain Gary y en realidad se llamaba Roman Kacew. Tras el suicidio se despejaron los pseudónimos. Romain Gary – Roman Kacew dejó documentos que constataban que también era Émile Ajar, que su primito era una tapadera perfecta. ¡Zas en toda la cara de la crítica literaria parisina! Se suponía que un escritor no podía tener dos Goncourt, pero no se atrevieron o no pudieron quitarle uno. ¿Cual le quitarían, el de escritor reaccionario o el de escritor fresco y exitoso?

Yo nunca leí a Romain Gary pero leí hace año y medio “La vie devant soi”: el Premio Goncourt de Émile Ajar en 1975. Una novela divertida y trágica, con trasfondo social y todavía de triste actualidad: convivencia entre judíos y árabes, esperpento, mucho humor y algunas lágrimas. Buena lectura.

ACLARACIONES

Aclaro primero: no hay que hacerme demasiado caso, mis fuentes son la Wikipedia francesa y la solapa de una edición de bolsillo de “La vie devant soi” que en español se traduce como “La vida por delante” aunque no he encontrado ninguna edición impresa de la novela y “La vida por delante” es la traducción de una adaptación a pieza de teatro. En Francia la adaptación a teatro tuvo éxito: dos premios Molière. Leo por ahí que la readaptación española la protagonizó Concha Velasco. Aclaro segundo: “La vida por delante” es la adaptación española de la pieza teatral “La vie devant soi” que es la adaptación de la novela al teatro.

Que nadie me entienda que Romain Gary se suicidó para dar en los morros a una crítica prejuiciosa. Yo no he querido escribir eso: tercera aclaración que me lleva a una reflexión: no sé por qué se suicida un escritor que deja esta nota: “aucun rapport avec Jean Seberg”; y estoy desoyendo el mensaje del suicida: mi escrito relaciona las dos muertes. Qué poco respetamos la voluntad de los suicidas, somos desconsiderados, sabemos (creemos) que los muertos no se quejan, ¡asqueroso pragmatismo! Mis sinceras disculpas a Romain Gary; porque no soy tan pragmático, soy supersticioso y no tengo claro que un suicida consumado no pueda quejarse. Pero él como escritor debería saber lo que pasa en el arte: basta que señales un detalle incorrecto, que subrayes un dato y una dirección que no debe tomarse, una interpretación errónea que quieres evitar a toda costa, unas instrucciones de montaje, de exposición, de impresión que no te gustan, una tipografía que detestas, “cualquiera menos esa”, lo dejas por escrito y bien clarito… para que todo el mundo entienda exactamente lo contrario. Todo se escribirá con la tipografía que odias, el periodista interpretará lo que tan claramente has explicado que no es, los montadores colocarán la escultura al revés, de la forma que señalaste como la más inconveniente y todos los historiadores ignorarán reiteradamente tu nota de suicidio. En ambas biografías, la de Jean Seberg y la de Romain Gary, se relacionan ambos suicidios. En algunas he leído que el segundo, el del escritor, era consecuencia del de la actriz. Las notas negativas son así de inútiles. Una vez escuché una norma para guiar turistas: cuando un turista pregunta una dirección hay que darle siempre los datos en positivo, explicar sólo el recorrido a seguir y evitar informaciones como “al final de la calle no gires a la izquierda, sigue recto atravesando la plaza”. El dato “no gires a la izquierda” quedará grabado en el turista, dudará, al final de la calle girará a la izquierda y se perderá. El amigo Fofito Grillo, que es más malo que la quina, lo sabe y cuando nos preguntan se ofrece solícito y siempre da así las direcciones, le encanta perder turistas. La información debe ser del tipo “al final de la calle sigue recto y atraviesa la plaza”. No sé por qué se suicida Romain Gary, en una entrevista dos años antes dice a una periodista que no le preocupa envejecer, ha hecho un pacto con el de arriba para no llegar a viejo. Romain Gary nos exige demasiada sutileza en su nota, se suicida un año después que Jean Seberg, se suicida de otra manera, es cierto; un disparo él y barbitúricos ella: “aucun rapport avec Jean Seberg”. Nada que ver. Por mi parte queda claro.

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