domingo, 2 de octubre de 2011

Un comentario fuera de lugar

Buenas tardes. Quizás tiene usted un mal día. Un día de esos, no importa, mañana amanecerá. Porque pintores hay a porrillo, y alguno bueno tiene que haber. Es difícil encontrarlo porque todo se emborrona entre tanta masa; si usted es periodista cultural, lo sabe. Mi teoría es simplona: se trata de un problema de expectativas, y si esperas a Goya o a Velazquez pues te lías y te conformas con Antonio López; y por eso Muñoz Molina se pierde y termina celebrando a un pintor de cebras y bueyes que considera mejor artista que un operario del la red nacional de carreteras que pinta pasos de peatones. Creo que Muñoz Molina se equivoca. Claro que sólo es mi opinión, y yo estoy aquí, perdiendo el tiempo, mientras Muñoz Molina escribe novelas de más de mil páginas y enseña escritura creativa en una universidad de Nueva York y Calvo Serraller le invita a impartir un curso en la Cátedra de Jorge Oteiza y el daltonismo es compatible con la literatura y con la crítica del arte. Es cuestión de estadística, si abundan los pintores, tiene que haber buena pintura, la dificultad se planta delante de los ojos de los espectadores. Cuesta ver. La cantidad nos confunde. A mí la pintura no me interesa especialmente (no mucho más que otra forma de arte quiero decir). El artista de la novela de Houellebecq me parece bueno; yo creo que es más un artista de los noventa, pero eso no es problema. Sus retratos tienen buena pinta, pero habría que pintarlos de verdad, esa es la ventaja de la literatura, que basta con contar (bien) y ya nos imaginaremos los cuadros mientras pasamos las páginas. Las fotos de las guías Michelín también podrían ser buenas, esas sí que son piezas muy de los noventa. En fin, que sí hay pintores; me parece haber visto en revistas alguna pintora internacional que me ha interesado. Recuerdo una que se maneja en un circuito de primera con el aplauso de la crítica y el mercado. No pintaba nada extraordinario, también retratos, uno de la señora de Obama antes de ser primera dama con sus hijas descansando en un mitin, por ejemplo. Nada del otro mundo, hay mejores pintores y algunos recluidos en provincias y en circuitos perdidos y de segunda y en Art Paris, en Arcos y en las ferias adyacentes. He visto buenos cuadros y pésimos. Y los mejores seguramente se me han pasado. Aunque los que yo creo que son buenos no son tan buenos para otros ni para los críticos o compañía. Pero lo son. Quizás soy snob. Quizás es cuestión de daltonismo, siempre del daltonismo de los demás. También como espectador es imprescindible un puntito de artista, y me lanzo, me atrevo a pensar que difícilmente un cuadro de Goya pintado hoy lo apreciaría, por lo menos me costaría a no ser de que fuese uno de los grabados de los Chapman (que tampoco me flipan), y porque los grabados son viejos y de otro (de don Francisco de Goya y Lucientes) y por la publicidad de los artistas. Esnobismo y cuestión de expectativas. Porque Goya vivió en su momento y la trilogía de películas “Regreso al futuro” nos ha mostrado lo peligrosa que sería una paradoja espacio temporal.
Otra es lo de espaldas que están muchos escritores rancios y modernos al arte contemporáneo y viceversa. Muñoz Molina o Trapiello serían ejemplos (cito a dos que ya han nombrado en el blog de usted), y el otro día una gestora de exposiciones modernísimas me dio una definición de lo que ella entiende por una novela-novela, que era una definición de lo más novecentista, muy moderna, no sabía si reírme por dentro. Creo que lloré. Eso pasa por definir la novela-novela, como pasa cuando se busca la pintura-pintura. Lo que entendí como una falta de miopía artística en Houellebecq es de lo que más me gustó del “Mapa y el territorio”. Me gusta la novela y el artista protagonista parece bueno aunque su desorbitado éxito de ventas es todavía inverosímil porque en París, que yo sepa, no se manejan esas cifras ni formas de venta (subastas a lo Damien Hisrt). Pero ese mercado sí existe en el mundo, esa parte de la novela (la venta del arte) es ciencia ficción bien hilada. Otro gallo cantaría si la galería fuese española: sería otra literatura: teatro del absurdo.
Tiene usted razón, se habla poco de los pintores. Se volverá hablar, esto es cíclico. Y la revista francesa “Art Press” buscará su Jed Martin y lo encontrará. Parezco Rappel, pero eso creo. Y el arte contemporáneo no es tan malo ni tan invisible. Créame. A mí también me cuesta verlo pero siempre llevo la bayetita para limpiar mis gafas, que también tengo. Incluso me las quito y borroso lo veo más claro. No entiendo que Houellebecq reclame con su novela a un artista de referencia internacional, sólo inventa un artista francés de referencia en el arte francés, un protagonista para su novela. Y crea a un tímido, independiente, fiel al su trabajo, a su intuición artística, que triunfará en el mercado internacional con tan sólo tres series (cuatro si contamos sus obras de estudiante). Ese tipo de fantasías ocurren en las novelas, en los cuentos con artistas y hadas. La crítica más famosa del “Art Press”, Catherine M., dice que le gustaría encontrar un artista como él. Como Jed Martin. Si la crítica selecciona artistas entre sus amigos (que no dudo son buenísimos) y entre los que se le presentan en las fiestas y en concursos mil, y entre los que le mandan dossieres y están peleándose ahí, en la pomada, no lo encontrará. El artista encerrado en su estudio no existe. Bueno sí, está en su estudio y puede ser un genio, pero no existe porque hace falta un milagro para encontrarlo y los milagros son timos (menos los que confirman el Papa y sus homólogos, que no quiero ahora herir sensibilidades religiosas). Es lo que muchos críticos quieren descubrir: su genio perdido, su milagro. Debe de tratarse de un síndrome. El síndrome de Harald Szeemann.
Por cierto, cada vez me encuentro con más novelas que protagoniza un artista o el arte moderno sale por ahí como ambientando.
Disculpe las molestias.
Un saludo.

3 comentarios:

  1. Un escritor y periodista cultural escribía en su blog sobre “un trazo del arte contemporáneo” que a veces se le hacía invisible. El escritor no conseguía ver una gran pintura contemporánea. Alimentaba esta inquietud cuyo motivo era la invisibilidad de un pintor de referencia porque, hoy, la gran pintura se ve poco. Buscaba pintores “con más proyección que pasado”. “¿Dónde están los grandes pintores, hoy, año 2011?”, se preguntaba. “Grandes pintores”, escribía. Añoraba la “épica del pintor dispuesto a ganarse el parnaso eterno de las pinacotecas”, una épica que “parece estuviera pasada de moda”. Y terminaba con observaciones sobre Jed Martin, el artista inventado por Houellebecq en la novela “El mapa y el territorio”. Le gustaban los títulos de los cuadros de Martin-Houellebecq. Antes había mentado a Goya y una imagen del cuerpo muerto de Michael Jackson que ha sacado la prensa. En fin, el escritor exponía sus razones.

    Escribí un comentario que me quedó largo y pensé que iniciaba un diálogo de besugos. Yo sería los dos besugos, porque no existía diálogo sino que escribía para mí mismo.
    Así que consideré prudente y sobre todo educado no pinchar en el botón “publicar comentario” de su blog. Nada de leccioncitas. Que cada uno aprecie lo que pueda. Si al escritor y periodista cultural le preocupa no encontrar un gran pintor, si busca una pintura de referencia, no soy quien para disuadirle de la empresa. No le voy a contar mis prevenciones. No le voy a explicar que yo no busco al Gran Pintor por si acaso, no vaya a ser que me lo encuentre, ¿y entonces qué? ¿Se terminaría la película? ¿Seguiría los certeros pasos del maestro y, con la vista en esa Gran Referencia de la Pintura, me perdería por la senda del elefante; una senda segura y sin bifurcaciones como una autopista por la que se circula ignorando todo el laberinto de carreteras secundarias?

    Y, como tengo mi propio espacio desatendido, he publicado en mi blog mi comentario fuera de lugar.

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  2. Ardo en deseos de saber quién es ese escritor y periodista cultural.

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  3. No hay misterio, no pienses en santones ni en bichos raros. Es el náuGrafo digital. Un blog personal. Con sus manías. Me gusta, por eso lo he seguido. Una de sus entradas (y manías) ha despertado las mías, nada más.

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