lunes, 27 de septiembre de 2010

La utilidad del bodoque


Las meninas
 
Hay tontos en la vida y en el arte. Tontos entre artistas que venden su obra, ganaron concursos, exponen, son cotizados y han adquirido un círculo de respeto. También hay tontos entre comisarios, curadores, organizadores, directores de cultura, de museos, de fundaciones, historiadores, críticos y todos los que se denominan entre sí profesionales del arte porque se ganan la vida con el arte a diferencia de la mayoría de los artistas en este país que no se ganan la vida como artistas y que por lo tanto son simples aficionados. En fin que hay idiotas profesionales y mendrugos aficionados.
Pero está muy feo, y es políticamente incorrecto, generalizar. Analicemos, ¿quién decide quien es bobo? Muy sencillo: los listos. Porque también hay listos, bastantes listos en el arte, listos profesionales y aficionados.
Ocurre que los listos llaman tontos a los sinsustancia por distintas razones y en situaciones diversas. Los artistas se reúnen de manera aficionada, en el bar, en una comida, en cualquier reunión informal, después de la exposición de un cenutrio o en un encuentro casual en la calle, y destripan a tal artista, más malo que el sebo y además un ciruelo porque mira que es mameluco, no hay más que ver su cara en la última página del catálogo, menuda foto al lado del curriculum. Los profesionales del arte, por su parte, se reúnen muy profesionalmente, en sesiones de jurados en las que van calificando de ceporro o de listo, mientras analizan dosieres para becas o se pasean entre las piezas almacenadas de una bienal o concurso internacional para ecuánimemente premiar con su atención tanto a memos como a listos, porque siguen la creencia general de que para ser un artista importante no hace falta ser muy inteligente como corroboraron todos los listos que un su día hablaron con Miró. Y no hace falta decir que artistas y profesionales de arte se juntan habitualmente para despotricar contra zoquetes de ambos gremios, obvio. “Quand on est con, on est con”, cantaba George Brassens. Cuando se es tonto se es tonto, o gilipollas en español, y mejor en argentino, “cuando se es boludo se es boludo”. No es cuestión de edad, apuntaba Brassens, ni de profesionalidad añadiríamos.
Ser listo o estúpido es irrelevante en el arte; lo importante es ser útil, y entre los útiles, nos tememos que hay más tontos que listos (esto es sólo una intuición, un destello de inteligencia o de estupidez). Porque hay mamacallos muy útiles que cumplen con ingenuidad las exigencias de los galeristas, de las aulas de cultura, de las instituciones, de todos los mecenas del arte. Cumplen con los plazos y cubren expedientes. Sí, sí, pero de manera ramplona y mediocre, opinan los listos. Porque los listos son problemáticos e inútiles, muchos se sienten brillantes a la hora de calificar de obtusos a los marmolillos pero son menos los que intentan ponerse en el lugar de estos. Los que lo intentan encuentran como premio un fácil ascenso a imbéciles útiles. Se ofrecen altruistamente a sustituir a los parapocos en sus posiciones. “Quítate tu pa' ponerme yo”. Como en esta salsa se mezclan los listos entre los tontos del arte. “Mira, pasmao, cómo lo hago yo”. Resulta difícil mantener posiciones y, al poco, todos se confunden, incluso se comprenden y respetan, menos algunos listillos que abandonan su cargo de nuevos lerdos útiles para volver a sentirse inútiles. Son los listos menos listos, que reniegan de su cargo; porque los más listos prefieren seguir haciendo el mastuerzo con título y trato de respeto. Se mantienen de panolis sí, pero porque quieren, y sólo como mentecatos aficionados, porque en el fondo saben bien que son muy listos, y si no dan una, no es por su culpa, sino por culpa de los majaderos profesionales que les impiden su cometido y de otros listos que no colaboran nada y quieren robarles el puesto de cretino que con tanto esfuerzo han conseguido, esos listos cortapedos que no hacen más que renegar.
Burlas, chanzas, insultos y broncas. Jocosos enfrentamientos, a veces etílicos, entre pavitontos contra lelos, estultos contra listos y listos contra listos. Enfrentamientos de palabra obra y omisión. Simposiums, conferencias, mesas redondas, faltadas al respeto, insultos, happenings, llegar a las manos, bofetadas, cinco dedos en toda la cara, body art, jornadas de reflexión, odio en silencio con resentimiento.
No sabemos; dicen que el arte sirve para remover las conciencias, reflejar el espíritu de la sociedad en que vivimos y otras cogitaciones. Pero el arte parece bastante inútil a la sociedad en que vivimos y por eso necesita a los mecenas. Los mecenas apoyan y facilitan el arte. Sin mecenas dicen que el arte no es posible, pero más imposible sería un mecenazgo sin arte. Aunque no afirmaremos nada rotundamente, no vaya a ser que veamos el momento en que los mecenas releven totalmente al arte. No lo creemos, queda arte a punta de pala. ¡Tranquilos! Listos y papatostes, hay muchos artistas. De momento sólo algunos comisarios y críticos juegan a ser artistas, (y artistas a comisarios) con todo su derecho faltaría más. Para ser artista basta con intentarlo, eso es lo bonito, pero tanta incursión de comisarios artistas podría ser el primer paso de una invasión hambrienta capaz de zampárselo todo. No seamos pesimistas. El arte, inútil, se convierte en útil al nutrir este circuito de instituciones artísticas, de profesionales que viven por y para el arte. Los nuevos mecenazgos institucionales le proporcionan este sentido tan primitivo: el alimenticio. Dar de comer a muchos empleados de mecenas.
¿El arte imita a la vida? No. Es la vida la que imita al arte, escribió Oscar Wilde. A su lado cualquiera  se veía como un sinsorgo. Qué precisión de ideas, qué reveses de verbo. Su inteligencia ocupó los dos campos, el de artista y el de crítico. Se paseó por los dos sin considerar límites, como si fueran uno. Al final se pasó de listo en una sociedad que no estaba para tantas florituras. Se dejó condenar, arruinar. No quiso mirar; fue temerario, un insensato para la vida, aunque muy práctico para el linchamiento del momento.
Hoy, vale mucho un tonto sufrido, un bodoque resistente en el mundo artístico. Si vienen los listos, bienvenidos; pueden ser divertidos para dar una vuelta, pero que no molesten demasiado, por favor. Que se larguen pronto. Porque los listos crean problemas, siempre problemas. Los merluzos menos y por eso son tan útiles.

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