jueves, 4 de noviembre de 2010

Como un globo de Shrek



No he podido atender esta impoética. He estado ocupado con mi vida anterior: una exposición de la pera en la mayor sala de un Centro de Arte Moderno y de provincias. La sala principal, un salón de unos novecientos metros cuadrados y con paredes de hasta ocho metros de alto. He podido incluso intervenir la arquitectura. Pedí cerrar algún vano entre columnas con Pladur y, como decían los responsables del centro, “romper la sala”. "Es que rompes la sala". Como si significase algo… Yo sólo quería cerrar la visión de una parte y crear un recorrido. Quedó bien la “rotura”. La sala parecía aún más grande. El centro cuenta ya con tres años de exposiciones y nadie había “roto la sala” todavía. No es ninguna genialidad, necesitaba esa barrera, porque el espacio es como un frontón de pelota vasca: abierto y muy desapacible. Siempre me he sentido destemplado en los frontones, su reverberación me produce hormigueo en la espalda y frío en los riñones. La sala no es un frontón real, no sirve para jugar a pelota. Las paredes son de cartón yeso, no macizas como las de los frontones, y no tienen la acústica de estos. Pero he “roto” bien la sala. Lo malo es que no es la sala lo único que se ha “roto” figurativamente hablando.  Me explicaré. Lo noté sentado en la rueda de prensa junto al director regional de cultura a la postre el responsable del Centro de Arte Contemporáneo. Me destrozó el orto, el individuo. Y no me gustó nada. No. No quiero herir identidades sexuales. Prefiero escribirlo así en argentino porque me suena menos hiriente. Si me equivoco, pido disculpas. Pero estoy jodido. Me la metieron bien doblada. No aburriré con los detalles. Me insuflaron aire indeseado por orificios imprevistos. Con su voz atiplada, el director regional de cultura leyó un discursito muy útil a sus superiores y al partido regionalista que le sustenta. Me enteré de lo bien que salió la expo y de lo pringado que sigo siendo. Otra vez en el lado que no quiero. Han montado una exposición en un espacio grande y difícil, la anuncian como de producción propia; propia de ellos que no mía. Se referían a su departamento de cultura. Y es cierto, ellos han pagado el Pladur, aunque todas las piezas de la exposición las pagué yo como pude con mis trabajos remunerados y buscando subvenciones por centros que sí producen exposiciones. En fin, que han cubierto el expediente por cuatro duros y han cumplido estupendamente ante la prensa que es lo que importaba. He alimentado esta idea de los
regionalistas: producir arte moderno es muy barato, se puede llenar una sala de novecientos metros cuadrados por cuatro euros; siempre encontrarás artistas locales dispuestos a colaborar gratis, o casi. Encima tienen razón. El centro está pelado de presupuesto. Yo he contribuido a que siga así o a que empeore su situación prestando un trabajo anterior como de producción actual, un trabajo cuyo coste (sólo material, no cuento ni tiempo, ni viajes, ni dudas, ni proyectos, ni materiales rechazados) multiplica por cinco lo que ellos se han gastado en su "producción propia", en pagar el Pladur, a la empresa que me ayudó a montar, la restauración de alguna pieza, el transporte etc. Es estrictamente cierto que han producido la exposición. Sólo la exposición. Y se puede seguir así, como hay crisis… El director general de cultura se marchó sin despedirse. Misión cumplida. Tendría prisa por llegar a otra rueda de prensa. En el Centro me trataron bien. Bastante hicieron, pudo ser peor. La exposición me gusta pero entonces ¿por qué me siento incomodo?
En la rueda de prensa recordé unas ranas de mi infancia. Cuando era niño veraneaba en un pueblo del sur de España. Mis amiguitos del pueblo siempre estaban dispuestos a ampliar mis pobres habilidades de niño de ciudad. Y me enseñaron a inflar ranas. Aprendí a introducirles una pajita por el ano y a soplar. La rana se hinchaba como un globo. Luego la echaba al agua y la ranita se esforzaba por sumergirse, intentaba huir pero no podía, era un flotador. Nos desternillabamos de risa. Lo peor era cuando salían las tripas por la boca, entonces las ranas no nadaban, sólo flotaban inertes en el agua sin ninguna gracia. Es una sabiduría universal que aparece reflejada, con otra técnica, en una escena de la primera película de Shrek. El ogro infla bichos y los convierte en globos de feria. Muy gracioso. La sala se ríe. Los guionistas de Shrek y mis amigos del pueblo no se conocen. No creo que se haya transmitido la información entre continentes. Los conocimientos universales surgen espontáneamente en apartados puntos del planeta. Los niños de pueblo estadounidenses y españoles saben inflar bichos por sabiduría infusa, congénita. Los directores generales de cultura, también.

2 comentarios:

  1. Pero impoético, por el amor de Dios; donde has visto tú que Nabokov pudiese ser también Navocov. Ese es otro... joé.

    ResponderEliminar
  2. Sí ¡Qué vergüenza, por favor! ¿Qué puedo decir? Mi corrector titular está de baja y el sustituto es disléxico. ¡Qué bochorno, madre! ¡Cómo está el servicio!

    ResponderEliminar