domingo, 28 de septiembre de 2014

El malogrado / Tentative d’épuisement d’un lieu parisien

El malogrado es una novela que trata más sobre el talento que sobre la falta de él. Con esta afirmación ocupo una linea de este párrafo y no descubro casi nada; pese a todo, es una verdad plausible, no seré yo quien os descubra ahora a Bernhard, ahora que he leído por primera vez una de sus novelas, y la he leído dolorido, recostado de medio lado con 400 mg de ibuprofeno cada cuatro horas. De momento no voy a releerlo. Podría haber empezado el párrafo con la afirmación inversa: El malogrado es una novela que trata más sobre la falta del talento que sobre el talento. Afirmación igual de larga que la anterior y que considero menos admisible. Me atengo a un ejercicio de lógica: si Bernhard escribe con talento sobre la falta de talento, la novela trata del talento, no habría más que hablar; quizás la formula V-F me falle (ya no puedo recordar las lecciones de lógica en clase de filosofía de tercero de BUP), pero el tema de El malogrado es el talento de uno más dos pianistas y de sus variaciones, Las variaciones Goldberg de Bach que interpretaba Glenn Gould. Las Variaciones. Los tres son excelentes pianistas, pero el mejor, el virtuoso Glenn Gould, bloquea a los otros dos y cada uno de estos se lo toma de diferente modo, los dos con su no desdeñable talento (o sí, su talento es precisamente desdeñable y por eso El malogrado habla del talento y no de la falta de él) saben que no llegarán al mejor talento, el del mejor de los tres, el de Glenn Gould, no lo dudan desde el día que presenciaron su interpretación de Las variaciones Goldberg.


Tentative d’épuisement d’un lieu parisien es perfecto para una buena lumbalgia: el cuadernito de 17 x 11 cm y 50 páginas se sujeta bien con una mano y en cualquier posición. El paciente lumbálgico puede reacomodar sus riñones en busca de la postura menos dolorosa y proseguir la lectura de “lo qué pasa cuando no pasa nada más que tiempo, gente, coches y nubes” pese a que, en su retaguardia posicionada provisionalmente en la cama o en el sofá, pase de todo: pasan agujas, calambrazos, rayos y centellas. Este Octubre se cumplen cuarenta años desde que Perec se sentó en algún lugar de la place Saint-Sulpice: ocupó asiento en un tabac, en un banco a pleno sol y en dos cafés para describir y enumerar, con su creativo talento, un inventario memorable que, mientras yo leía este verano tumbado de medio lado, pensé conmemorar. Imaginé que el próximo 18 de octubre me sentaría en un café de Saint-Sulpice y, como Perec, pediría un ballon de bourgueil. Vería mucha gente pasar, no encontraría a Paul Virilio, ni a Geneviève Serreau, ni a Jean-Paul Aron, pero sí algo parecido a un épagneul?, un perro o alguien con pinta de español, porque, si no pasase nadie con suficiente aspecto español, yo mismo me levantaría y pasaría delante del café acristalado, y así, a falta de otro español menos indudable, contemplaría mi propio reflejo. Imaginé este proyecto artístico-literario-turístico para este otoño. Llegaría a París en viaje relámpago ignorando si una legión de Oulipos ocuparía, o no, todos los cafés, las terrazas y los bancos de Saint Sulpice: oulipistas o seguidores de Perec escribiendo sobre lo que pasa cuando no pasa nada más que tiempo, gente, coches y nubes. Iría sin avisar, sin una planificación detallada, no llamaría a mis amigos parisinos a riesgo de que me tildasen de rancio; no les quiero molestar, no quiero que me importunen; pasaría horas del sábado y del domingo recordando a Perec; fotografiaría y gastaría muchos carretes sin esperar el instante preciso, para eso llevaría mi M6, nada de foto digital, me imaginaba mientras pasaba otra página de Tentative d’épuisement d’un lieu parisien y posicionaba mi espalda de nuevo. ¿Escribiría además?, llevaría una libreta por si acaso. Sería improbable que me topase con un conocido aunque no imposible; quizás un amigo me sorprendiese y me recriminase por no haberle llamado, por haber reservado un hotel en vez de hospedarme en su casa cuando sé que soy bien recibido; y luego quedaríamos para cenar, ¿que haces luego?, también se mofaría, ¿te estoy estropeando el plan de emular a Perec?, ¿no ves que todo París emula a Perec hoy?, ¿no ves que hay una Concentración de Discípulos de Georges Perec en la place Saint-Sulpice?


El Malogrado (Der Untergeher). Thomas Bernhard. Traducción de Miguel Sáez. Alfaguara
Tentative d’épuisement d’un lieu parisien. Georges Perec. Christian Bourgois éditeur

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