domingo, 21 de septiembre de 2014

El aire tiembla sobre mi cabeza pero voy a redactar una lista de libros de todos modos.
Sólo puedo escribir si los vecinos no están, y ahora están: mi techo retumba, el crujido del cielo raso me ataca el corazón, me sobresalta y me bloquea. Pongo la peor música de mi colección, la subo a todo volumen y no es suficiente. Hoy es 21 de septiembre de 2014. Empezará el otoño pasado mañana. Mi verano fue a mejor desde que empezó el día 15 de julio (por si alguien no lo sabe, el verano empieza en Pamplona con el Pobre de Mi a las 00 horas del 15 de julio). Y empezó mal. El 15 de julio, visita a urgencias por un agudo dolor en la zona baja de la espalda (la zona lumbar) y un reflejo más abajo que alcanzaba el frente de ambos muslos. Siempre me pongo en lo peor, soy hipocondríaco, y por eso detallar mi encuentro en la consulta del ambulatorio serviría para ejercitarme en el relato humorístico. Voy a ahorrarme tal ejercicio literario resumiendo que la doctora suplente se rió en mi la cara y me despachó con una receta de ibuprofeno. Ya sabía yo que no debía consultar nada en interné sobre cualquier indicio de síntoma que padeciese –ahora me pongo de pie–: soy hipocondríaco –me vuelvo a sentar–. Terminé la caja de ibuprofenos y regresé a la consulta: el dolor no remitía. Esta vez un doctor suplente me mandó a casa con una pomada. Ya sabía yo que no debía consultar nada en interné sobre cualquier indicio de síntoma que padeciese, pero volví a mirar: la lumbalgia se pasa, leí, paciencia, dura entre cuatro y seis semanas. A las seis semanas el dolor empezó a remitir; no regresé a la consulta, que les den pomada a los médicos suplentes, no estoy para más risas. Ahora siento una molestia parecida a la del 15 de Julio pero creo saber de qué se trata; la incertidumbre es la enfermedad que empuja al hipocondríaco a las consultas, por eso ahora no iré, a no ser que empiece a sospechar que los médicos suplentes se equivocaron y quizá esto sea un síntoma de otra cosa peor, una suerte de aviso que los suplentes no supieron leer desde el banquillo de médicos suplentes, que por algo son suplentes, digo yo.


LISTA VERANIEGA 2014, POR ORDEN DE LECTURA

El malogrado, Thomas Bernhard. Tentative d’épuisemente d’un lieu parisien, Georges Perec. El sobrino de Wittgenstein, Thomas Bernhard. Flametti o el dandismo de los pobres, Hugo Ball. Más que discutible, Oscar Tusquets Blanca. Días de Nevada, Bernardo Atxaga. Principantes, Raymond Carver. La palabra del mudo de Julio Ramón Ribeyro (relectura). 14 , Jean Echenoz. W ou le souvenir d’enfance, Georges Perec. La conjura de los necios, John Kennedy Toole.


14 de Echenoz es el primero de la lista que leí sin ibuprofenos. El 28 de septiembre del año pasado lo había adquirido en la misma librería de San Juan de Luz donde compro literatura francesa. Es la edición de octubre de 2012 en Les éditions de minuit; encuadernado en cartulina blanca, mate, desnuda, sin plastificar; en la portada una fina línea azul enmarca todo: el nombre del autor en negro, el título en la misma tinta azul de la orla, la estrella y la m minúscula distintivo de la editorial también en azul y en cursiva, y, debajo en negro, el nombre completo "Les éditions de minuit". Ninguna imagen adorna la portada, el diseño es fiel a la historia de la editorial. Por esa austeridad elegí 14 después de La palabra del mudo que publicó Seix Barral en 2010 con una foto de Chema Madoz debajo del título. ¿En qué pensarán los diseñadores gráficos de las colecciones de editoriales españolas cuando eligen las imágenes de sus portadas plastificadas? ¿Qué significa el cubo de hielo con un cordel que cruza todas sus caras como a un fardo y se ata arriba con un lacito? Un paquetito de hielo. Un hexaedro helado que se derrite y forma su charquito de agua sobre un fondo continuo blanco. La palabra del mudo tiene mil y pico páginas. Son ciento un cuentos. Ribeyro es un cuentista prolífico y prodigioso: un libro que hay que guardar. Y quizás la foto del hielo represente esto mismo: el paquete de cuentos se derretirá en tus recuerdos, guárdalo y podrás releerlos, guárdalo, se derretirá otra vez... Describiría la buena literatura, no sólo la de Ribeyro, pero a mí no me cuadra: mi relectura de La palabra del mudo no encaja con la ñoñería poética de la imagen de su portada. En Les éditions de minuit, sin fotos de portada, no veo tales contradicciones.

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