Nos gusta creer en ellos para no sentirnos tan solos. No hace falta ninguna proclamar a los cuatro vientos que no existen. Yo ayer no tuve valor. Estuve apunto de escribir: “Yo no tengo ángel de la guarda y estoy solo en el mundo”. No me atreví a dejarlo escrito porque a la tarde debía recorrer 200 kilómetros. ¿Y si se enfada? No podía enfrentarme solo a una actividad de riesgo como la de conducir por una oscura y revirada autovía en invierno.
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